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Cuija

Viernes 03 de octubre, 2008.
04:55 pm
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Cuija

A Arturo Galván Romaní, Gitano.

Gitano me cuenta, en uno de los innumerables viajes que hicimos de Ixtepec a Oaxaca y viceversa, que la segunda ocasión en que fue detenido en el Istmo –no viene al caso mencionar la causa– se extrañó que al interior del penal los detenidos intercambiaran mensajes una vez entrada la noche. Eran unos extraños silbidos y sonidos que no intentó reproducir por desconocer el código. Al día siguiente preguntó extrañado cuál era el significado de tales sonidos y cual era el cifrado. Grande fue su sorpresa cuando se enteró que en realidad eran las voces de las cuijas, unas lagartijas minúsculas, traslúcidas, de saltones ojos negros, sin pupilas, que las hacen siniestras y repulsivas.

–Lo más curioso de todo eso es que antes de que me marchara de Ixtepec al Distrito Federal –continúa Gitano–, las salamanquesas antes no silbaban ni emitían chillidos. No se donde aprendieron esa mala costumbre –termina con un sarcasmo Arturo, vestido impecablemente, con su mirada implacable. No fue la primera persona que me contó este rasgo. Antes eran mudas como la mayoría de los reptiles. Pero este nonasaurio aparentemente albino, desarrolló, ya por transmutación genética, por aprendizaje adquirido, por evolución, por degeneración o simplemente por imitación un sistema de silbidos y chillidos característicos y singulares. Estos sonidos van de los 5 a los 8 khz, según leí en alguna página de internet de dudosa calidad académica pero rebosante de basura trivial. El insomnio, hijo insurrecto del alcohol, otorga una paciencia de entomólogo al que esto escribe en las largas noches en blanco del Istmo, en el rancho Los Guayacanes. Ahí vi cómo en época de apareamiento los machos marcaban su territorio, perseguían y mutilaban a sus competidores; cómo iban tras la hembra y se refugiaban en el intersticio de una viga, en la cuarteadora de un ladrillo, en la hendidura de un muro.

También observaba cómo con agilidad sorprendente las cuijas o también

como se les dice en otras partes besadoras –precisamente por el sonido similar que producen al comunicarse entre si- o también perrillos aunque la verdad no se la razón de tal nombre puesto que de ninguna manera se parecen a un perro ni sus sonidos cifrados se parecen a un ladrido. Puede ser que en otras partes el sonido de las cuijas sea diferente. En otras latitudes se les conoce como gekos y son comunes en prácticamente to

do el planeta, en climas de templado a caluroso. Se les conoce como gekos porque el vocablo proviene de una palabra malaya homófona, que es una onomatopeya que reproduce el grito de una especie indonesia. Debo suponer que en cada país y aún de región en región, debe tener un nombre particular y específico.

L

a cuija, al descubrir a su víctima, se desliza rápidamente. Pocos centímetros antes de llegar al insecto se detienen y lo vigila, aprende sus movimientos, indaga si tiene algún tipo de defensa, descubre su punto débil. P

uede quedarse muchos minutos completamente quieta, sin mover un solo músculo. Luego avanza otra vez, sacando su lengua para oler y orientarse. No importa el tamaño de la víctima… abriendo sus grandes fauces puede engullirse a un insecto de un tamaño un poco menor que ella. Si es pequeño, lo desprecia.

En otras ocasiones, si ve que la potencial víctima es demasiado grande o bien puede representar un peligro se retira en busca de otro bocado. A veces, sin dudarlo, si se atraviesa otro insecto de más fácil captura corre hacia él, desoyendo su conocido refrán: más vale insecto en hocico que ciento volando.

Los cinco dedos de sus patas en las puntas terminan circularmente, como si fuesen ventosas, por ello trepan en muros y también sobre techos, en la parte interna de las casas. También saltan casi tanto como cinco o seis veces la longitud de su luengo cuerpo, que no es poco. Los habitantes de las casas no las corren, por el contrario las protegen, las miman. Saben que las cuijas contribuirán en la destrucción de insectos no

civos, como los zancudos, como las arañas, como otros cientos de especies que se introducen subrepticiamente a los hogares dispuestos a picar, emponzoñar, envenenar, succionar, incubar.

Desde pequeñas las cuijas son depredadoras. Como toda cría, pueden ser al

imento de otras cuijas adultas o aún adolescentes. Las más pequeñas, aun cuando ya han desarrollado, se cuidan de las mayores. Algunas carecen de la punta de cola, señal inequívoca de lucha. No falta quien diga que le crece por generación espontánea.

Las cuijas, en el entorno familiar, siembran historias que pronto se convierten en l

eyenda, transformando a este minúsculo animalillo en un ser fantástico. No puede ser de otra manera, la cuija no hace mal a los seres humanos. Pareciera que los cuida. Son como ángeles de piel rugosa pero extrañamente blanda, como una goma. Los niños, crueles criaturas, suelen atrapar salamanquesas dejándolas ciegas, destripadas o muertas. La curiosidad supera el espanto de la tortura. Por ello los torturadores tienen alma de niños. Si se le agarra –que no

es difícil puesto que no temen daño del ser humano pero de cualquier manera por instinto le huyen- la consistencia de su piel es blandengue, como si una presión mayor de los dedos pudiera reventar a este saurio cantarín.

Las cuijas, por otra parte, son un excelente motivo decorativo en los muros e impide que lo

s arquitectos y aun los residentes de las viviendas sientan horror vacui ante muros planos, desprovistos de cualquier adorno. Como se les vea, las salamanquesas son una especie de submascotas. Hay que cuidarlas. No exigen nada.

U.T.

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ramon

Jue. 03 de jun., 2010.
hola radico en guadalajara jal. alguien de guadalajara me podria indicar en donde se venden las lagartijas besuconas o geckos, o si alguien me podria regalar 2 de ellas..... gracias....