Graves efectos en la alimentación por cambio climático: García Moya

Oaxaca,

"En la cultura globalizadora y urbana, las personas ya no se preguntan de dónde proceden los alimentos. Hoy más que nunca debe crearse una cultura del consumo responsable; hay cálculos de que un niño estadounidense consume en promedio lo que 500 pequeños de Bangladesh. No hay planeta que pueda sostener este ritmo", refirió.

[caption id="attachment_6491" align="aligncenter" width="300" caption="La seguridad alimenticia de México en peligro ante los efectos del cambio climático, advierte García Moya, Premio Nacional de Ciencias y Artes 2008"][/caption]

El entrevistado confesó su preocupación ante las primeras señales que pronostican profundas transformaciones naturales para la producción de alimentos en las próximas décadas.

Comentó: "Antes, las señales de la naturaleza eran confiables, ahora todo se ha transformado. Hay diagnósticos de que el país se verá muy afectado por el cambio climático, las zonas secas serán más secas e incluso que muchas áreas productoras de maíz tendrán cambios drásticos en su producción".

De acuerdo con sus investigaciones, incluso las zonas desérticas podrían convertirse en lugares productivos, para ello se requieren investigaciones serias que necesitan de un respaldo constante.

"La buena ciencia requiere de muchos recursos y de un andamiaje adecuado para su desarrollo. A principios de los años 70 publiqué mis investigaciones sobre los promontorios de plantas en el desierto y, a la fecha, se sigue investigando el incremento en nitrógeno y condicionantes naturales que permiten el crecimiento de plantas en estos lugares", comentó.

No obstante, García lamentó que a causa de la continuidad de estudios en este campo, la mayor parte de los procesos biológicos en los desiertos sean prácticamente desconocidos e incluso que se haya agotado sin remedio recursos como la candelilla, lechuguilla e incluso magueyes.

"El desierto tiene muchas más restricciones que otros ámbitos, sobre todo el agua, pero hay procesos orgánicos y micro-condiciones que deben ser estudiadas a profundidad antes de que sea demasiado tarde", adujo.

[caption id="attachment_6490" align="aligncenter" width="200" caption="El científico mexicano Edmundo García Moya, merecido reconocimiento"][/caption]

Con respecto al Premio Nacional de Ciencias y Artes 2008, el agrónomo comentó que ante todo es un reconocimiento que se otorga a todo su gremio.

"Tengo que investigar bien, pero creo que soy el primer agrónomo en recibirlo, esto ya es un avance, sobre todo en los tiempos modernos donde muchas personas creen que la comida procede del supermercado o que incluso desconocen de donde proviene un kiwi", señaló.

Afirmó que desde sus tiempos de estudiante en la Escuela Superior de Agricultura Antonio Narro (ahora Universidad Autónoma Agraria, en Saltillo, Coahuila)) aprendió de sus maestros que más que el reconocimiento, un científico se forma a base de trabajo.

"Esto es lo principal, seguir investigando y cumpliendo con el deber. Se dice que en tiempos de crisis, si no hay crisis de conciencia, todo es superable, de ahí la importancia de continuar fomentando el apoyo a la ciencia", expresó.

"Nunca se ha tomado muy en cuenta a los agrónomos, son seres raros. De hecho, su única utilidad es la creación de alimentos para que subsista la raza humana", afirmó García.

Atrás quedaron los tiempos en que se ofendía ante chistes malos como aquel que rezaba: "¨Cuál es la definición de agrónomo? Un tarugo con botas". Un buen día el investigador se percató que en su campo se encontraba la clave para lograr la siembra de alimentos aún en las condiciones más inhóspitas.

Considerado una de las eminencias de la agronomía en zonas desiertas, además de ser el primer científico a nivel mundial en estudiar los procesos de desarrollo vegetal en las llamadas islas fértiles de estos entornos, García recibirá el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2008 en el campo Físico, Matemáticas y Ciencias Naturales.

El especialista fue entrevistado en su oficina del Colegio de Posgraduados de la Universidad de Chapingo, en el Estado de México, donde a lo largo de los años se han creado diversas variedades de frijol, además de estudiar procesos agronómicos en prácticamente todas sus vertientes.