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“Movimiento Light para un Free Light”

Domingo 12 de julio, 2009.
08:00 am
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Por Salvador José

   

Oaxaca, México.- Catorce de junio del 2006, son seis de la mañana aproximadamente, la garganta y la nariz me pican con un extraño ardor, toso una, dos veces, hago memoria, no recuerdo haber tomado en los últimos tres días, los alitas permanecen casi intactos, tomo un sorbo de agua de un vaso que se encuentra en el buró y me vuelvo a dormir.

 

     Seis treinta. Se escuchan gritos en la calle, instintivamente me viene a la mente el plantón de maestros instalado desde hace varios días, salgo cuando un grupo de personas lanza consignas en contra del gobierno de Ulises Ruíz Ortiz.

 

    Casas de campaña, impermeables de diversos colores, sillas de plástico, anafres se encontraban esparcidos por calles y banquetas alrededor del derruido zócalo oaxaqueño. El humo de un montículo de objetos indescifrables completa la escenografía.

    Paralelamente, en la ciudad de México, otro plantón estaba instalado, desde el  zócalo por todo Paseo de la Reforma, hasta llegar a la Torre de PEMEX, pasando por el museo de Antropología; a diferencia del movimiento oaxaqueño, en aquel había conferencias y eventos culturales de todo tipo: en un campamento Paco Ignacio Taibo II hablaba de Francisco Villa, en la plancha del zócalo, Jesusa Rodríguez presentaba un sketch, en otra carpa Elena Poniatowska comentaba sobre su más reciente libro, más allá, un filósofo de la UNAM desertaba sobre la soberanía popular… 

 

    Los acontecimientos corrían vertiginosamente, y de las marchas pacíficas, se pasaba a las armas, del lado de la  Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca (APPO), cae la primera víctima. Mi interés por participar en los congresos y encuentros populares eran honestos, pero mi condición de lobo estepario me lo impedía, en primer lugar porque no pertenecía a ninguna organización, colectivo, o partido de izquierda.          El rechazo para ingresar a los congresos appistas me dejaba un mal sabor de boca, como cuando no pude ir al concierto de los Rollings Stones, o -por falta de boleto- no  pude ver el clásico Pumas- América. Realmente mi autoestima se reducía a su mínima expresión.

 

[caption id="attachment_18651" align="alignleft" width="300" caption="Humo y lucha"]Humo y lucha[/caption]

  

Después me arrepentí de no falsificar firmas que ampararan una apócrifa acta constitutiva como lo hacia mi amiga Lulú. Ella hasta salió en un video que años después todavía se vendía en los tianguis del exzócalo oaxaqueño.

 

 

 

 

    Siluetas en forma organizada cruzan la Alameda Central, se dirigen a las oficinas de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público en el DF, a la misma hora, pero en el sureste del país, las últimas fogatas que alumbraban las barricadas en diversos puntos de la ciudad, se convierten en chispas esparcidas por el viento, volviéndose huidizo humo a medida que el sol sale.

 

      En ese entonces, Janet (Juana para los cuates) - actualmente autoexiliada sin motivo alguno en Canadá- cubría la sección cultural de un  periódico local, huía a su casa cada que escuchaba los primeros estallidos de cohetones.”Definitivamente aquí no hay nada que hacer “-era su argumento-, mientras  me daba un beso en la mejilla. Una vez intenté invitarle un café o un mezcal en cualquier antro del Centro Histórico, pero todos estaban cerrados, los puestos de memelas eran tentadores, pero difícilmente mi comunicadora amiga aceptaría sentarse entre mecates y música de Atahualpa de fondo.

 

Dos de noviembre no se olvida……..

Al igual que los amigos y familiares  que se encontraban a unas calles enterrad@s, ese dos de noviembre no se olvida .Eran las dos de la tarde, cumplido con el tradicional compromiso, me dirigía a descansar a mi casa cuando un grupo de anarko-punks cubiertos con paliacates y pasamontañas me bajaron del autobús urbano en que viajaba.

 

     En medio de la calle vi como la gente corría en diferentes direcciones,  en menos de quince minutos la reyerta había contagiado a todo mundo: licenciados muy propios, sumisas amas de casa, elitistas artistas, sobresalientes estudiantes de escuelas particulares salían y entraban entre las cortinas de humo que desprendían las bombas lacrimógenas. Unas con cubetas de agua, otros con Coca-Colas o cubre- bocas ¡puf! (otra vez los cubre-bocas). Otros más, lanzando piedras  o moviendo carros para tapar las calles. Por un momento, las imágenes de hazañas pasadas vinieron  a mi mente: la  entrada a la capital de México, tras la invasión de México en el siglo XIX, y la heroica defensa de la gente común y corriente que con escobas, muebles lanzados desde las azoteas o lo que tuvieran a la mano repelían a los invasores. De alguna manera, los policías federales en Oaxaca era una invasión, ordenada por un orate en el poder.

 

   Al termino del boulevard, una tanqueta de la policía federal lanzaba chorros de agua, el repliegue era obligado y el escondite más apropiado era el camposanto, pero la sorpresa no fue menor cuando me percaté que ni la vallistocracia ahí congregada, ni los niños vestidos a la hallowen se salvaban del irritante humo lanzado desde un helicóptero, todo era confusión, unos quería salir del otrora recinto de paz, otros más querían entrar. Pronto me percaté que el refugio era en realidad una ratonera.  

 

   Meses de mortuoria tranquilidad en el patrimonio de la Humanidad, donde para matar el tiempo rentaba viejas películas; mientras en la noche las dos únicas radiodifusoras-una por cada bando contrario-  se encargaban de espantarme el sueño con gritos de alarma cada quince minutos.

 

 Nunca supe si era mejor estar en una barricada, cubriendo el frente de batalla, o de plano estar con Martha  en Huatulco, disfrutando de las acogedoras playas del Pacífico. Todavía no sé porque  mi inmovilidad ante memorable momento histórico, sería porque de bazucas hechizas o grafitis anti solemnes nada sabía. Será porque algunos líderes no me inspiraban  la confianza como para arriesgar mi metropellejo, lo absurdo que era responder con cohetes, cuando te disparaban con balas de alto calibre. O sentirme entre las imágenes de Stalin y Ulises Ruiz, entre dos fuegos enemigos…… Nunca lo sabré. 

 

 

 

 

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