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La entrevista, un género con herramientas literarias: Juan Domingo Argüelles

Viernes 13 de noviembre, 2009.
01:09 am
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Mario CASASÚS/El Clarín Chile

 

 

 

Oaxaca, México.- En entrevista con Clarín.cl el poeta y editor Juan Domingo Argüelles (1958), señala los defectos de la crítica literaria, hace varias propuestas para extender la lectura y precisa: “La poesía es, por excelencia, el género literario más personal. Hay quienes creen, con muy poca imaginación, que la poesía es ficción y palabrería. Les falta fantasía para comprender que no hay poeta si no hay autenticidad en lo que se escribe”

 

[caption id="attachment_34289" align="alignleft" width="300" caption="Juan Domingo Argüelles/Foto: Luis Humberto González. La Jornada"]Juan Domingo Argüelles/Foto: Luis Humberto González. La Jornada[/caption]

Autor de los libros de poesía: Yo no creo en la muerte (1982); Poemas de invierno (1983); Merecimiento del alba (1987); Como el mar que regresa (1990); Canciones de la luz y la tiniebla (1991); Cruz y ficciones (1992); Agua bajo los puentes (1993); A la salud de los enfermos (1995); Animales sin fábula (1996); Piedra maestra (1996); La última balada de François Villon (1998)

  y de los libros de ensayo: Quintana Roo una literatura sin pasado (1990); Escribir cansa. Brevísimo diccionario del hastío cultural (1996); Diálogo con la poesía de Efraín Bartolomé (1997); ¿Qué leen los que no leen? (2003); Leer es un camino (2004); Historias de lecturas y lectores (2005); Ustedes que leen (2006); Antimanual para lectores y promotores del libro y la lectura (2008) y Si quieres... lee. Contra la obligación de leer y otras utopías lectoras (2009).

 

Cada año nos encontramos en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el 2009 no será la excepción, Juan Domingo Argüelles trae entre manos su más reciente trabajo editado en España: Si quieres... lee. Contra la obligación de leer y otras utopías lectoras (2009) y adelanta: “Hace unas pocas semanas salió en España mi libro La travesía: Antología ultramarina, 1982-2007, que recoge cinco lustros de poesía. Lo publicó la Editorial Renacimiento de Sevilla, en su colección Azul. Estoy feliz con esta edición. Trabajo también (y siempre lo estoy haciendo) en otro libro sobre lectura y ética o, para decirlo mejor, la Ética de la lectura. Ya casi terminé en un nuevo libro de poesía, que me ha llevado más de cuatro años, y no tengo prisa por publicarlo”   

 

MC.- ¿Cuándo recobraste la conciencia sobre los Defectos de la crítica literaria?

JDA.- En realidad, la crítica literaria siempre ha sido un género bajo sospecha. Stephen Vizinczey, el gran escritor húngaro de lengua inglesa, la denomina “la política de la literatura”. Yo siempre me he sentido más un divulgador literario o un fomentador de la lectura que un crítico literario. Hago crítica, según el convencionalismo con el que se conoce a la reseña y al comentario de libros desde una perspectiva de valoración personal, pero mi interés es compartir con los lectores o mi entusiasmo o mi decepción. No creo que haya otro modo de hacer una crítica que tenga un cierto sentido de la ética si no es con la sinceridad, que, de todos modos, tampoco escapa a los prejuicios favorables o desfavorables respecto de la obra comentada. Lo que sí hay que evitar es que la crítica se convierta en autoritaria y en autoritativa, esa especie de rencor profesional de personas que sin escribir novelas dicen cómo debe escribirse una novela y que sin haber escrito un buen poema en su vida, sentencian cómo debe escribirse la poesía. Además, por otra parte, están, dentro de la política de la literatura, los propagandistas y publicistas de sus amigos, compadres, cónyuges y parroquianos, que sólo hablan bien de sus compinches -independientemente de los méritos o fallas de sus obras-, e invariablemente mal de los autores que no pertenecen a su secta. Todo esto es muy aburrido y absurdo. Aunque sea tan trillado, el lugar común es más sabio: son los lectores y el tiempo los que determinan el valor de una obra. Por muchas reseñas elogiosas que se le regalen a un libro pésimo, éste no dejará de ser pésimo; por mucho silencio o detracción que se acumulen sobre un buen libro, esto no conseguirá destruirlo. En realidad, los críticos y los que pasan por críticos tan sólo son lectores que tienen el privilegio de poder poner por escrito sus opiniones para darlas conocer en un periódicos, una revista, un suplemento o un libro. Críticos realmente excepcionales, con calidad literaria más allá de las obras que critican, son tan raros que parecen fenómenos. “No presten atención a lo que los críticos dicen —sentenció el compositor Sibelius—. Nunca se ha levantado una estatua a un crítico”.

 

MC.- ¿Qué tipo de crítica literaria se hace en Latinoamérica?, ¿evalúas otras tradiciones por encima de la crítica a la mexicana?

JDA.- Creo que, en general, la crítica es parecida en todas partes. Hay buenos lectores de literatura que desean compartir su entusiasmo, y hay una enorme cantidad de Rubemprés, salidos de las ilusiones perdidas de un medio literario convenenciero y falso que sólo se dedican a trepar -o a lo que ellos creen que estar “arriba”-, mediante lo que suponen es el máximo caché de la cultura: figurar en las tertulias y en los medios. La tradición crítica no es diferente en ninguna parte. Los malos críticos han sido abundantes en todo tiempo y lugar: Balzac los retrata; Wilde los satiriza; Hazlitt los aborrece y Montaigne les tiene compasión. Por eso prefiero hablar de buenos lectores que sean capaces de entusiasmarse por lo que leen y contagiar ese entusiasmo, y no de perdonavidas que creen que, con su agria existencia, le hacen un favor al mundo y a la literatura.

 

MC.- ¿La poesía es el génesis de todo?, ¿y la lectura es la biografía de cada uno?

JDA.-         La poesía es, por excelencia, el género literario más personal. Hay quienes creen, con muy poca imaginación, que la poesía es ficción y palabrería. Les falta fantasía para comprender que no hay poeta si no hay autenticidad en lo que se escribe. El poeta habla de sí mismo porque es la persona a la que más cerca tiene de sí, pero a la vez habla de todos y con todos cuando acierta. Son los casos, lo mismo de Borges que de Neruda; lo mismo de Paz que de Sabines. Y el mismo Borges, muy libresco, es siempre autobiográfico en su poesía.

 

“Por otra parte, la lectura es una suerte de re-conocimiento en lo que leemos. No leemos nada más un libro; nos leemos en él, nos re-conocemos, nos identificamos. De otro modo, más vale tirar el libro a la basura y hacer otra cosa. Don Quijote nos importa porque nos retrata o nos refracta, lo mismo Emma Bovary, Aureliano Buendía o el personaje que agradece las cosas del mundo en el ‘Poema de los dones’. Los libros los escribimos también los lectores de algún modo, y esto no quiere decir que dos lectores lean las mismas cosas en un libro. Los libros de literatura no tienen jamás verdades absolutas ni únicas. Sólo los malos críticos académicos, autoritarios y autoritativos creen que los libros tienen respuestas verdaderas únicas: las suyas”

 

MC.- Eres autor de los libros: ¿Qué leen los que no leen? (2003) y del Antimanual para Lectores y Promotores del Libro y la Lectura (2008); ¿de qué forma afectan al lector la eliminación de suplementos literarios y los híbridos de la Sección Cultura con Espectáculos?

JDA.- En mis libros sobre lectura reflexiono sobre los cambios de paradigmas del acto de leer o de las múltiples experiencias de lectura. En realidad, la lectura no sólo es de libros y no únicamente de letra impresa. Está también la lectura de las tecnologías electrónicas y, por supuesto, la lectura diaria de los periódicos impresos y en red. Ahora, en relación con la eliminación de suplementos literarios y de la conversión, en los diarios, de secciones de Cultura en páginas o secciones Culto-Sociales lamentables, todo esto demuestra que lo que les interesa en general a los medios no es la cultura ni la educación de las personas, sino el dinero sin importar la calidad de lo que se vende. Las páginas Culto-Sociales están llenas de chismes incluso cuando se refieren a la literatura y al arte. Da lo mismo saber de un escritor y su preferencias culinarias que de un actor de cine y sus problemas con el fisco. Es todo de una memez repulsiva. Pero todo eso deja mucho dinero que la cultura no provee.

 

MC.- En 1987, publicaste una extensa entrevista con Emmanuel Carballo, ahí noté un desaire al periodismo por parte del crítico literario; en tu caso ¿planeas las entrevistas con un perfil periodístico?, ¿por qué permanece tu interés en editar entrevistas?

JDA.- Yo creo que no debemos caer es en ambiciones contradictorias y cómicas. Están los periodistas que quieren hacer únicamente “Literatura” en los periódicos, y están los escritores que se esfuerzan por parecer “Periodistas” en sus libros. Los primeros para sentirse más “Cultos”. Los segundos, para mostrar que ya son “Cultos” pero que se bajan al nivel de la calle a explotar temas vendibles, aunque no dicen jamás que escribieron un libro con tema “periodístico” porque lo que querían era vender muchos ejemplares y sacar una buena plata. Yo pienso que cada entrevista tiene que hacerse en función de la personalidad de los entrevistados. Sigo cultivando la entrevista y pienso que se trata de un género (el género del diálogo) que lo mismo utiliza herramientas literarias que periodísticas. Yo lamento muchas veces leer entrevistas a grandes escritores en los que el entrevistador perdió la oportunidad de preguntar cosas esenciales, sobre la vida y la escritura, a cambio de asediar al entrevistado con preguntas sobre asuntos coyunturales y “espectaculares”. Son entrevistadores más interesados en sacar la “Nota” que en mostrar la humanidad del escritor. Son los que sueñan tener enfrente a García Márquez y a Vargas Llosa para preguntarles por qué se liaron a golpes y por qué lastimaron su amistad, y el que lo consiga saldrá dando alaridos de felicidad porque tendrá “Nota” para el escándalo. Yo sigo cultivando el género de la entrevista con aquellos escritores que me interesan y cuyas palabras me parece importante compartir con los lectores. Recientemente hice una nueva y extensa entrevista al gran y querido Alí Chumacero, en sus 91 años. La anterior data de hace 17 años. Pronto la publicaré en La Jornada Semanal, y verá el lector que lo que nos dice Alí es importante para la vida y para la poesía, y sin ninguna importancia para el chisme culto-social.    

 

MC.- La Comisión de Libros de Textos Gratuitos publicó tu antología: Literatura hablada (2003), ¿has pensado difundirla en un blog?, ¿cuál es tu postura sobre los e-books?

JDA.- Es un libro que me sigue gustando, obviamente más por las respuestas de los entrevistados que por las preguntas del entrevistador. Es un libro que pienso ampliar no sé cuándo exactamente, pero hay ya material para ello. Admiten la ampliación, y los materiales ya existen, las entrevistas con: Alí Chumacero, Emmanuel Carballo, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, Álvaro Mutis, Eduardo Lizalde, Sergio Pitol, Vicente Leñero, Hernán Lara Zavala, Efraín Bartolomé, etcétera. Yo converso con los escritores para conocer mejor su obra, y para compartir con los lectores ese mejor conocimiento; no para darles noticias chismosas espectaculares. Ojalá que pronto pueda animarme al blog que dices. Hay blogs espléndidos, en medio de un enorme mar de majaderías. Respecto de los e-books, yo creo que la lectura no es solamente de impresos o de libros tradicionales. Los e-books, los blogs y todas las formas de escritura y lectura que hay en Internet son experiencias valiosas. Hay que terminar de una buena vez con la falsa mitología pseudocultural de que el libro tradicional es un ente sagrado. Los libros y, en general, los escritos, son importantes por su contenido, no por su soporte. Un libro lo mismo soporta a Thomas Mann que a Hitler.  

 

MC.- En Latinoamérica surgieron una serie de Editoriales Cartoneras, donde los niños y pepenadores al confeccionar sus libros se apropian de la lectura, a bajos costos; ¿has estudiado la posibilidad de importar un proyecto que ponga los libros a un precio económico, al tiempo que los niños se involucren en su reinterpretación?

JDA.- Hay varios proyectos interesantes en América Latina sobre la apropiación de la lectura en medios deprimidos o desfavorecidos económica, cultural y educativamente. En mis viajes a Medellín, por ejemplo, he tenido la oportunidad de conocer algunos con parecidas intenciones al que tú me describes. Pienso que este es un terreno poco explorado en México. La lectura no debería ser simplemente un discurso político (como lo es, en general), sino una búsqueda de oportunidades para aquellos que jamás han tenido la oportunidad de leer. Cuando se habla de fomento y promoción de la lectura, de lo que en realidad se habla muchas veces es de programas políticos que nos quieren hacer creer que se hace mucho cuando se hace poquísimo. Cuando estas políticas están regidas por la OCDE no hay mucho que se pueda esperar.  

 

MC.- ¿En qué nuevo libro trabajas?, ¿poesía?, ¿crítica?, ¿o debutarás con una voz narrativa?

JDA.- Hace unas pocas semanas salió en España mi libro La travesía: Antología ultramarina, 1982-2007, que recoge cinco lustros de poesía. Lo publicó la Editorial Renacimiento de Sevilla, en su colección Azul. Estoy feliz con esta edición. Trabajo también (y siempre lo estoy haciendo) en otro libro sobre lectura y ética o, para decirlo mejor, la Ética de la lectura. Ya casi terminé en un nuevo libro de poesía, que me ha llevado más de cuatro años, y no tengo prisa por publicarlo. Y, respecto de la narrativa, no me atrevería a ello. Hace años destruí, antes de publicarla, mi primera y ridícula incursión en la novela. Y no se perdió nada. Algo habría perdido si la publicaba.

 

MC.- En tu ensayo, Malísimos buenos poetas (2009), dices: “Lo que sucede es que los ególatras leídos, los egoístas inteligentes y los bárbaros y zoquetes ilustrados nunca dejan de sorprendernos”. ¿Tiene alguna dedicatoria implícita?

JDA.- No, no hay dedicatoria ni explícita ni implícita contra nadie. Hablo incluso de los defectos que yo mismo padezco o he padecido. En mis orígenes fui muy petulante, y esa pedantería cultural que tanto me disgusta no me es ajena. Trato, por supuesto, de evitarla, y creo que lo he conseguido en buena medida. La ética para mí es importante porque no creo que un escritor pueda tener más virtudes que sus obras. Todos los libros se parecen a sus autores, porque son parte de su pensamiento y su sentimiento. Hitler no hubiera podido escribir el “Poema de los dones” y Borges, por más que se hubiera esforzado, tampoco habría conseguido escribir: Mi lucha. Lo que sucede es que también hay términos medios más o menos confusos y poco definidos. Los autores sobre los que Elena Poniatowska dice: “Buenos escritores y malos bichos”. Prefiero una buena persona que no escriba nada a un mal bicho que escriba más o menos bien o decorosamente. El decoro lo prefiero más en el alma que en la escritura. Y tampoco pierde uno demasiado con esos malos bichos que tampoco son Dante o Quevedo, y conste que Quevedo pudo ser un mal bicho.

 

MC.- Finalmente, aseguras que Neruda es “uno de los poetas más vitales y uno de los más pródigos lectores y autores de libros”; por otra parte, el 18 de julio de 2004 titulaste un ensayo: El siglo de Pablo Neruda. ¿Cómo reaccionarias si te dijera que el copyright de Neruda se invierte con lo peor del pinochetismo, y que en nombre de Neruda se aplican Leyes Antiterroristas en contra de comunidades indígenas?

JDA.- Mario, ¿ves por qué te digo que la ética es importante tanto como la estética? Incluso, una estética sin ética no sirve para nada, sino para hacer peor el mundo. Esto que me dices, del uso de Neruda me parece terrible, y lo leí precisamente en tus reportajes. “¿Oyen los muertos lo que los vivos dicen luego de ellos?”, se pregunta Luis Cernuda, y él mismo se responde que ojalá nada oigan, pues ha de ser un alivio ese silencio interminable. La cultura, la lectura y aun la alta escolaridad no nos salvan de ser unos canallas. Y hay que estar atentos todo el tiempo de lo que somos capaces de hacer en nombre de nuestra probada cultura y nuestro reconocido prestigio. La gente no comete delitos y canalladas por no saber leer y escribir; los comete por una pobreza de espíritu, al igual que la pueden cometer los pobres de espíritu muy leídos y escribidos, muy cultos y, presuntamente, muy gentiles. Es cuanto puedo decir.

 

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