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El amor, ¿un asunto de hormonas?

Domingo 14 de febrero, 2010.
06:00 am
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UNAM/Investigación   Oaxaca, México.- Quizá en un futuro no muy lejano, tan sólo baste aplicar una hormona para poner fin al dolor de un amor no correspondido, o un estudio genético permitirá determinar de antemano si nuestra pareja nos será fiel o se irá tras la primera cara bonita que se cruce en su camino, comentó Ignacio Camacho-Arroyo, de la Facultad de Química de la UNAM.   El investigador señaló que esto es factible porque, más allá de la poesía, los arrebatos románticos y las frases cursis bajo la luz de la Luna (o en el Messenger para los más posmodernos), “el amor es un fenómeno neurobiológico complejo e integral que involucra diferentes partes del cerebro, repercute en el organismo y proporciona una gama de sensaciones que van desde placer y gozo, hasta melancolía, obsesión y depresión”.   [caption id="attachment_43214" align="alignleft" width="189" caption="Ignacio Camacho-Arroyo, de la Facultad de Química de la UNAM"]Ignacio Camacho-Arroyo, de la Facultad de Química de la UNAM[/caption] No es raro que los adolescentes, al sentir los primeros cosquilleos del amor, se muestren más inquietos, frustrados y distraídos, y tampoco es inusual que los padres al observar tal comportamiento se limiten a decir, “es que ya se le alborotó la hormona”, pero ¿qué hay de cierto detrás de esta frase tomada directamente de la sabiduría popular?   “Mucho”, dijo Camacho-Arroyo, quien agrega que “dado que el amor es un asunto complicado, resulta difícil atribuirle a una sola hormona todo este abanico de sensaciones; sin embargo, sabemos que dos de ellas están íntimamente ligadas a estos furores: la oxitocina y la vasopresina”.   La monogamia y el secreto de la supervivencia   Desde hace tiempo se conoce el papel que desempeñan la oxitocina y la vasopresina, pero en relación con otros fenómenos; por ejemplo, se sabe que la primera es muy importante en el trabajo de parto y lactancia, mientras que la segunda, resulta esencial en la diuresis.   Sin embargo, recientemente se descubrió que ambas libran dos batallas simultáneas, pues al tiempo que colaboran en procesos esenciales para el organismo, promueven que los lazos de pareja se estrechen cada vez más, y es que estas hormonas parecen segur al pie de la letra el dicho de “tanto en el amor como en la guerra, todo se vale”.   Estudios en laboratorio han demostrado que el aumento de oxitocina y vasopresina en ratones de pradera hacen que estos animales se mantengan con un solo compañero de por vida y que sean mucho más cariñosos con su prole.   Pero, ¿por qué es importante entender cómo se vinculan afectivamente los roedores? “Porque pasa algo similar con los humanos, además de que el amor está ligado a la supervivencia de las especies. Tomemos de ejemplo el amor de pareja, que lleva a la reproducción, o el amor materno o paterno, que hace que las crías reciban mayores cuidados y, por ende, tengan mayores posibilidades de sobrevivir”, explica Camacho-Arroyo.   De hecho, Darwin argumentaba algo parecido e incluso hoy en día diversos científicos aseguran que el amor “es un asunto de vida o muerte”, como el antropólogo Sydney Mellen, quien en su libro de 1981, The Evolution of Love, indica que sólo el cariño extremo explica que los niños del hombre primitivo hayan sobrevivido a la salvaje vida del pliopleistoceno (hace dos millones de años).   “Como los hijos de los homínidos pasan por un periodo largo de dependencia e indefensión en la niñez, la formación de vínculos duraderos entre los adultos explica el éxito reproductivo de los humanos. Una intimidad fuerte y duradera entre los padres proporciona a sus vástagos una capacidad superior para sobrevivir”, argumentó Mellen.   Para seres gregarios como los hombres, el amor, la solidaridad y la sensibilidad moral están por encima del egoísmo y la predominancia del más fuerte, escribió Darwin en El origen del hombre, la selección natural y la sexual. Esta hipótesis que tiene 130 años aún se mantiene vigente, pero habremos de esperar a ver qué nos dicen los investigadores en el futuro, porque para la ciencia, todo lo que tiene que ver con el amor siempre está en constante evolución.   ¿Infieles por herencia genética?   El amor es un asunto evolutivo, pero también psicológico, biológico y químico. “En realidad se trata de un fenómeno tan complejo que involucra prácticamente todo, y a nivel hormonal funciona así: para que la vasopresina y la oxitocina actúen, deben unirse a unas proteínas llamadas receptores, y cuando esta conjunción se presenta, la actividad en todas las células cambia”.   [caption id="attachment_43215" align="alignright" width="225" caption="Ser infiel ¿genético?"]Ser infiel ¿genético?[/caption] “¿Qué se ha descubierto en relación a este tema?”, preguntó Camacho-Arroyo, a lo que él mismo respondió, “pues que la vasopresina tiene receptores específicos, y en éstos puede haber variantes. Cuando estas alteraciones se presentan, es mucho más factible que el hombre se mantenga soltero o que, si se casa, en poco tiempo establezca relaciones extramaritales o tenga severos problemas conyugales”.   Sin embargo, aunque las hormonas juegan un papel importante en la relación de pareja, eso no significa que todos estemos condenados a la tiranía de la genética, porque “los factores psicológicos e incluso los ambientales y culturales favorecen o no que una persona sea polígama, así que más que una sentencia, tener ciertas variantes de los receptores antes mencionados lo que hacen es determinar una predisposición a ciertas conductas”, aclara el químico.   La testosterona y las primeras fases del enamoramiento   Se sospecha que la proclividad a la infidelidad está ligada a las hormonas, porque así como la oxitocina favorece el apego o el desapego afectivo, hay otras que hacen que los enamorados se asemejen aunque sea un poco, como la testosterona.   Al respecto, el universitario explicó que, naturalmente, la testosterona se encuentra mucho más concentrada en los machos que en las hembras; sin embargo, diversos estudios han demostrado que el hombre, en los primeros meses de enamoramiento, muestra una clara disminución de este andrógeno, mientras que en la mujer sube.   “Esto hace que los varones modifiquen un poco su conducta y se muestren más tranquilos, mientras que las mujeres pueden estar más agresivas o alertas. Sin embargo, cuando pasa esta primera fase del enamoramiento, los niveles vuelven a la normalidad.   Los resultados, publicados la revista Psychoneuroendrochinology, sorprendieron a la comunidad científica porque durante mucho tiempo se creyó que la testosterona era una hormona eminentemente masculina, pero, como señalan algunas campañas de equidad de género, “es un asunto de hombres que también es de mujeres”.   El amor, un asunto estresante   Para Jaime Sabines, “los amorosos son los que abandonan, son los que cambian, los que olvidan”, esto porque el poeta intuía quizá, como han hecho varios científicos, que durante el enamoramiento los cambios que experimentan las personas a nivel conductual son dramáticos. Estres o desamor“Y esto no es de extrañar, porque en esta etapa los afectados experimentan sudoración, cambios en la presión arterial y ritmo cardiaco, e incluso movimientos peristálticos en el abdomen —que no es otra cosa que una forma elegante de decir ‘mariposas en el estómago’—), expuso Camacho-Arroyo.   De hecho —explicó el científico universitario—, es tanto el estrés que produce este sentimiento, que podría ser considerado dañino en algunos casos, que no sorprende que el escritor chiapaneco agregara los siguientes versos a su poema más famoso: “Los amorosos no pueden dormir, porque si se duermen se los comen los gusanos, en la obscuridad abren los ojos y les cae en ellos el espanto”.   Entonces, si el amor genera tales niveles de ansiedad —pregunta el neuroendocrinólogo—, “¿por qué se dice que enamorarse es bueno? Fácil, porque se ha visto que beneficia al organismo e incrementa la salud; además, cualquiera que haya pasado por esto sabe que a fin de cuentas, es muy motivante estar enamorado”.   Se sabe que este estrés, cuando es moderado, mantiene al sujeto optimista, alerta e incluso lo predispone a realizar muchas más actividades que antes, señaló Camacho Arroyo; y como para responderle, Sabines añade: “Los amorosos juegan a coger el agua, a tatuar el humo, a no irse”.   Sin embargo, como sucede con todo, “si el estrés es extremo, como pasa cuando las relaciones son tormentosas, el enamoramiento representa una amenaza a la salud física y a la estabilidad mental”.   Quienes llegan a estos extremos “usualmente despliegan actitudes posesivas, celosas y destructivas, y fácilmente se pierden en la depresión, melancolía y en una percepción alterada de la realidad, donde parecería que todo lo que los rodea es malo”, dijo el científico. “Los amorosos se ponen a cantar entre labios una canción no aprendida. Y se van llorando, llorando la hermosa vida”, responde el poeta.   Pociones y remedios contra el mal de amor   En La Celestina, tragicomedia del bachiller Fernando de Rojas, la protagonista es una vieja bruja que a través de encantos y un lazo robado de la cintura de una doncella, promete despertar en la inocente Melibea una irrefrenable pasión por el enamorado Calixto, pero ¿qué hay de cierto detrás de este tipo de historias?   “De hecho siempre ha habido pociones de amor”, comentó Camacho-Arroyo. Y quien lo dude, tan sólo debe darse una vuelta por el Mercado Sonora para encontrar desde hierbas como el toloache, hasta filtros multicolores o perfumes que prometen subyugar la voluntad del ser querido y hacerlo rogar por cariño.   ¿Pero tiene esto algún sustento científico? “No”, asegura el universitario, “pues aunque por ahí se venden incluso sprays con oxitocina, éstos en realidad no funcionan”.   Enamorarse a veces duele, tanto, que para concluir La Celestina, Fernando de Rojas hace decir a Pleberio, padre de Melibea: “¡Amor, amor! Dulce nombre te dieron, amargos hechos haces”. Y es por esto que, desde siempre, el hombre ha buscado sustancias para desembarazarse del llamado mal de amores.   “Este mal tiene que ver con neurotransmisores como la dopamina y serotonina, y como se sabe que fármacos como el Prozac incrementan los niveles de serotonina, se está tratando de ver si algunos antidepresivos sirven para esto.   Hasta ahora no se sabe si se puede hacer algo al respecto, pero probablemente dentro de no mucho sea posible aliviar esta afección, porque para ello sólo se necesita modificar el estado de ánimo del individuo, y para eso ya se sabe que hay diferentes medicamentos psiquiátricos”, expuso Camacho-Arroyo.   En busca de la pareja ideal   ¿Existe la pareja ideal?El amor siempre es complicado, pero Camacho-Arroyo es optimista y señala que si bien las cosas hoy se antojan difíciles, en el futuro no tendrían por qué serlo; de hecho, “se ha llegado a pensar que cuando la tecnología lo permita, para encontrar a la pareja ideal sólo bastará hacer el estudio genético de algunas variantes de receptores para determinar si el hombre o mujer son proclives a ser infieles”.   El investigador añadió que así como hoy, antes de casarse, se exigen pruebas sanguíneas, quizá en algunos años pusieran exigirse también exámenes de ADN para determinar qué tan propenso es el potencial compañero a la infidelidad. “Claro, esto es ciencia ficción, pero como su nombre lo indica, es ficción basada en la ciencia”.   Por lo pronto, y para ya no especular con lo que podría pasar en el futuro, sino para entender desde hoy cómo operan las hormonas en estos procesos, y en particular las sexuales, Camacho-Arroyo se dice dispuesto a profundizar en las investigaciones que desde hace décadas realiza en su laboratorio, e ignora cuándo esta labor llegará a su fin, “porque este es un trabajo del que estoy profundamente enamorado”.

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