Urgente aplicar políticas para atender a niñas y niños jornaleros

UAM/Investigación   Oaxaca, México.- De 200 mil jornaleros requeridos para ciclos agrícolas recientes tan solo en el estado de Sinaloa, 19 mil fueron niñas y niños de entre seis y 14 años de edad –según datos del Programa Nacional de Atención a Jornaleros Agrícolas Migrantes– pero la cifra podría ser mayor, considerando que sólo se contabilizó a los menores atendidos en los albergues de la Secretaría de Desarrollo Social. Esta situación se explica con el argumento de que el trabajo infantil en las regiones agroindustriales y en las parcelas familiares forma parte del proceso de socialización y de educación.   La maestra Norma del Río Lugo, coordinadora general del Programa de Investigación sobre Infancia de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), así como la maestra Luz María Chapela Mendoza y el licenciado Samuel Salinas Álvarez, investigadores del Proyecto Fomentar y Mejorar la Educación Intercultural para los Migrantes de la Secretaría de Educación Pública, analizaron el problema de la migración jornalera y la infancia.   [caption id="attachment_52500" align="alignleft" width="300" caption="Los niños y niñas jornaleros, un problema social urgente de atender"][/caption] Los especialistas destacaron que existe una construcción histórica que liga a la infancia con la noción de propiedad privada y patrimonio familiar, lo cual se vincula con la lógica de modos de producción de explotación, en los que el trabajo infantil forma parte del capital social de la familia.   En contraposición, el Estado evade la responsabilidad que adquirió al firmar la Convención de los Derechos de la Infancia, pues supone que la niñez es un asunto privado cuyas condiciones de vida son resultado de decisiones familiares.  Parte de este vacío que propicia la explotación, lo conforman las Convenciones Internacionales destinadas a proteger a los migrantes y su familia, pues se crean ambigüedades idóneas para la trata y el tráfico de personas.   Como definición, sostuvieron los investigadores, la infancia es una época en el curso de la vida en la que adultos y sociedad ofrecen insumos abundantes y variados para que los niños crezcan y se fortalezcan, lo cual dista mucho de suceder con un pequeño jornalero a quien se le arrebata la alegría, el entusiasmo y la fuerza de trabajo a cambio de nada.   Los menores y sus familias al emigrar se enfrentan a situaciones como la pérdida de referentes, cargas excesivas de trabajo, precariedad de los asentamientos, falta de recursos y endeudamiento, asunción temprana de responsabilidades e incertidumbre, entre otras circunstancias.   Los investigadores advirtieron que habitar un espacio migrante es construirlo con la vida misma, la imaginación y el trabajo; es acrecentar las capacidades de cada persona, su identidad consiente y su atención al otro como ser igual, sin olvidar que con su vida y movimiento construyen nuevos territorios.   Para paliar la precariedad y la deficiente o a veces nula formación escolar de los niños jornaleros, los especialistas propusieron establecer un modelo educativo alternativo y acorde con la realidad de esos pequeños.   Un aspecto importante en dicho planteamiento es programar que se lleve a cabo con otra periodicidad, ya que los niños migrantes tienen tiempos circulares de ciclos cortos formados por semanas o meses, pero “en el absurdo” se les obliga a cursar ciclos anuales.   Es preciso, apuntaron, diseñar módulos educativos sustantivos, sólidos, abiertos a la diversidad y vinculables con su realidad; es una opción para que los niños acumulen conocimientos útiles y comprobables que les permitan no acreditar un año escolar, sino el ciclo completo de la primaria.   Este proyecto requiere de educadores más proactivos y participantes que coadyuven en el proceso y permitan fortalecer la identidad de los pequeños, porque para ellos esto se convierte en el único punto de referencia