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Tributó Sinfónica de Oaxaca raíces musicales de Colombia

Lunes 10 de mayo, 2010.
04:38 pm
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Fortino TORRENTERA O.   Oaxaca. México. No sé si fue la sangre latina, nuestra hermandad tropical o la fluidez en la dirección del maestro Ricardo Jaramillo, pero la noche de este domingo, la Orquesta Sinfónica de Oaxaca hizo bailar a su pueblo en un tributo a la vasta raíz tradicional de Colombia.   “Por primera vez se toca esta música de Colombia fuera de nuestro país” dijo el director asistente de la Orquesta Filarmónica de Bogotá al lograr conectar con el tempo y talento de nuestros músicos oaxaqueños en esta velada que el Teatro Macedonio Alcalá guardó entre los mejores momentos de sus 100 años.     [caption id="attachment_53821" align="alignleft" width="300" caption="Se hermanaron raíces colombianas y oaxaqueñas bajo la batuta de Ricardo Jaramillo."]Se hermanaron raíces colombianas y oaxaqueñas bajo la batuta de Ricardo Jaramillo.[/caption] No era para menos, el joropo, el bambuco, el currulao, la gaita, el pasillo, el paso llanero, la deliciosa Gaita, pero en especial el pasodoble y la cumbia, prendieron hasta los técnicos del teatro que tras bambalinas proyectaban sus sombras que se contoneaban con cada de uno de estos exquisitos ritmos.   Desde la primera pieza del maestro Milciades Garavito con un arreglo para orquesta de Blas Emilio Atehortúa, “San Pedro en el Espinal”, se escuchó a una sinfónica. La precisión y armonía que se alcanzó entre los músicos y el director era admirable.   Otro bambuco, pero éste fiestero, fue ofrecido por el maestro Jaramillo, “El Barcino” de Jorge Villamil y el arreglo de Armando Velásquez, seguido del pasillo del compositor chileno, Terig Tucci y arreglo de Fernando León “Edelma”.   Antes, el director explicó que este compositor nunca conoció Colombia, sino en bares de Chile para prendarse de este género que originalmente es tocado con guitarra, tiples y bandolas).   Vino entonces un paseo llanero, llamado así porque nace en el oriente del mar verde donde persiste la vaquería y da nombre a este género como llanera, el cual se ejecuta con arpa llanera, un cuatro y capachos (un tipo de maraca).   “Luna roja” es el título de este paseo llanero que compuso Jorge Villamil, donde hace una acuarela de las puestas de sol en el llano del oriente de Colombia, pieza que fue muy ovacionada por los asistentes, donde además había niños de brazo y pequeños, todo atentos y admirando el sonido que la sinfónica local alcanzó.   Podían verse los rostros de alegría, los cuerpos de los músicos moviéndose inevitablemente ante el pulso de estas piezas; pero excepcional fue el director.   Con una conducción suave, sostenida, Ricardo Jaramillo prácticamente terminó bailando pues era ineludible llevar la batuta al ritmo que estos géneros imponen, aquí no caben las tibiezas, es la entrega y la emoción de escuchar nuestra música latina. Su movimiento era compartido por los músicos que disfrutaron tanto el concierto como los asistentes que acompañaban con las palmas cada una de las piezas.   Y es por ello que se cita a los arreglistas, pues es un trabajo espléndido de transcripción de verdaderas joyas de la tradición musical colombiana; arreglos que sostienen su esencia sin complicaciones, empleando con certeza cada sección, cada voz de los instrumentos.   Si bien las piezas de esas figuras inmortales tienen su belleza, la estructuración sonora de los arreglos permitió a la orquesta dejar ver una faceta de gran talento con rítmicas percusiones, afianzadas cuerdas y alientos, como los lucidos metales donde el maestro Indalecio Martínez, confirmó el genio musical oaxaqueño.   Me hizo imaginar la posibilidad de que tengamos el gusto de que la Sinfónica de Oaxaca tenga temporadas de fin de semana con repertorios más aptos al tamaño de esta Orquesta, donde se aproveche cada uno de los talentos que la forman.   Así lo demostraron con otra pieza, un ejemplo de excelente manufactura como es el joropo “Carmentea” de Miguel Ángel Martín, donde de un género que parte de un armonioso baile zapateado, la orquesta recupera el sonido fandanguero de este joropo.   Para cerrar la parte de música india de Colombia, el maestro Jaramillo ofreció un pasodoble que nos identifica por arraigada  afición taurina. Este género se cultivó en la zona cafetalera de Colombia, en la ciudad de Manizales, centro intelectual y de gran prestigio por su actividad teatral, dio inspiración a José María Asins para componer “Feria de Manizales” con el arreglo de Isauro Pinzón.   Tras un breve intermedio, se interpretó música negra de la Costa Atlántica de Colombia, abriendo con el Currulao “Mi Buenaventura”, dedicado a esa ciudad del reconocido compositor Petronio Álvarez y los arreglos de Blas Emilio Atehortúa.   El director invitado hizo hincapié que en el mundo la cumbia que se conoce no es la más original, sino de una parte pequeña de la franja donde se ha desarrollado ese género que tiene hondos significados para Colombia.   “Además de que hay una cumbia actual, existe la más bella que es la cumbia antigua que se tocaba con tres tambores, gaitas (una especie de flauta) y maracas, la cual se bailaba con un pie pues los esclavos tenían grilletes y sólo podían moverse en una pierna”.   Primero “La Piragua” y luego “Navidad negra”, ambas cumbias nacidas del talento de José Barros y los arreglos de Francisco Zumaqué que recupera la esencia de la pescadería de esa zona de Colombia.   El presentó un paseo vallenato conocido como “Matilde Díaz”, explicando que el vallenato es música de juglares, pues con ella se divulgaban sucesos, era el periódico de la Costa Atlántica, historias reales que parecen ficción.   Continuó “Prende la vela” un mapalé tradicional del inmortal, Lucho Bermúdez que incluso interpreta “El gran silencio”, ahora con el arreglo para orquesta de Ricardo Hernández.   Ya con público bailando en los pasillos, vino “Tolú”, una gaita también del maestro Lucho Bermúdez donde destacó un solo del trompetista oaxaqueño Indalecio Martínez.   Cerrando el programa “Yo me llamo cumbia” de Mario Gareña que fue ovacionada de pie por los asistentes que hicieron regresar en dos ocasiones al director.   Por la entrega del público oaxaqueño, emocionado dijo el maestro Jaramillo: “No es por echar cepillo –por adular-, pero en Colombia amamos a México” y elevó la batuta para ofrecer a las madres en su día “Pachito eché” de Alejandro Tobar.   El público no dejaba ir al director colombiano con aplausos, por lo que ofreció nuevamente “Tolú”, lo que nuevamente se trocó en ovaciones, especialmente cuando la madre del director subió a darle un abrazo y la orquesta cerró este emotivo concierto con las mañanitas dedicadas a las madres del mundo.

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