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Si no se comprende a Porfirio Díaz, no se entiende al México actual: Palou

Miércoles 16 de junio, 2010.
12:21 pm
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    Por Mario CASASÚS/El Clarín de Chile   Oaxaca, México.- En entrevista con Clarín.cl Pedro Ángel Palou (1966), habla de la ruptura que hizo en la tradición latinoamericana de novela del dictador al escribir: Pobre Patria mía (Planeta, 2010) basada en las memorias de Porfirio Díaz durante el exilio forzado por la Revolución de 1910. Familiarizado con el género de novela histórica, después de publicar: Zapata (2006), Morelos (2007) y Cuauhtémoc (2008), Palou decidió romper la cronología lineal y revalorizar los aportes culturales del Porfiriato, desde la fundación de la Universidad Nacional, hasta la literatura naturalista del siglo XIX. Por otra parte, conversa de las producciones: Unidos por la historia y Los alimentos terrenales, mientras enfatiza la crítica al festejo oficial del Bicentenario.   [caption id="attachment_59655" align="alignright" width="176" caption="La visión de Pedro Ángel Palou sobre Porfirio Díaz"]La visión de Pedro Ángel Palou sobre Porfirio Díaz[/caption] MC.- Miguel Ángel Asturias publicó: El Señor Presidente (1946), Gabo: El otoño del patriarca (1975), Carpentier: El recurso del método (1974) y Roa Bastos: Yo el Supremo (1974). ¿Por qué escribiste la antinovela del dictador Porfirio Díaz?   PAP.- Tienes toda la razón Mario, hay un género literario en Latinoamérica que es la novela del dictador, yo pude recurrir a ese género –que incluso llegó a su parodia maravillosa con Maten al león de Ibargüengoitia-, pero me interesaba contar la historia en primera persona, yo sabía  que tenía que estar contada por Porfirio Díaz, que el único que podía enjuiciarse era él mismo, que lo tendría que hacer desde la distancia del exilio, desde el dolor, la pérdida y la derrota, pero también desde los triunfos simbólicos, no hay que olvidarnos que le dan la espada de Napoleón en Austerlitz, que lo recibe el Káiser Guillermo II de Alemania y que los reyes de España le brindan grandes recepciones. Quería pensar a un Díaz muy viejo, que sobrepasó la esperanza de vida de la época, él se siente eterno, piensa que puede durar muchos años, se pregunta si tenía fuerza para enfrentar la Revolución de 1910 –yo lo pienso con seriedad y creo que sí pudo vencer en 6 o 7 meses, reagrupando al ejército, había importado fúsiles, la mayor dificultad sería Pascual Orozco, porque Francisco Villa todavía no era el gran militar que dirigió la División del Norte-; bien lo dices se trata de una antinovela del dictador.             MC.- Habías publicado una trilogía de los grandes idealistas derrotados militarmente: Zapata (2006), Morelos (2007) y Cuauhtémoc (2008); ¿por qué la apuesta a narrar la vida del derrotado por la Revolución que no quiso enfrentar y a la vez satanizado por la historia oficial? PAP.- Si no entendemos a Porfirio Díaz no entendemos a este país, son 40 años de la vida independiente de México, 40 años cruciales para la modernización del país, en todos los sentidos –salvo el político-, hasta ese momento había vivido en Guerra civil, cuando Porfirio Díaz derrota a Lerdo de Tejada en 1876 llevábamos ya 66 años de Guerra civil, de guerra fraticida, de intervenciones, habíamos perdido la mitad de nuestro territorio, para Díaz una justificación de la mano dura no es la guerra, sino la paz. Le tocan 3 décadas del crecimiento económico a nivel internacional y con su gabinete sabe administrar esa bonanza, la hacienda mexicana no es la versión caricaturesca que dibujó la historia oficial, sí había tiendas de raya y maltratos contra los campesinos, pero también había haciendas con experimentos sociales interesantes, de educación colectiva, de reparto de utilidades. Decidí escribir sobre Díaz porque era una época mal estudiada, muy mal vista, en el imaginario del mexicano –como lo dices en la pregunta- Porfirio Díaz es el gran villano.      MC.- Hablas de los homenajes que recibió Porfirio Díaz durante su exilio en Europa, sin embargo también recibió el reconocimiento en Latinoamérica: Rubén Darío asistió a las festividades por el Centenario de la Independencia de México en 1910 y José Martí solicitó audiencia a Porfirio Díaz en 1894, ¿qué valoración hacían los escritores y poetas del continente sobre el Porfiriato? PAP.- Era muy bien valorado, no es gratuito que Tolstoi hubiera dicho: “Porfirio Díaz héroe de la paz, prodigio de la naturaleza”, para el mundo lo que Díaz había hecho con México era impensable, cómo es que en tan pocos años un país con 90% de analfabetos lograra tal éxito y desarrollo, la lectura en Latinoamérica le daba todo el mérito a Porfirio Díaz; el problema siempre fueron los excesos, el progreso para todos pero comenzando por el poder.       MC.- En las omisiones del Bicentenario, poco se menciona la fundación de la Universidad Nacional de México en 1910, ¿es el mayor aporte cultural del Porfiriato? PAP.- Yo creo que sí, con el tema de los científicos –que se llamaron así como partido político-, se nos olvida que son muchos años de trabajo con Justo Sierra y Gabino Barreda, finalmente se trae el positivismo a México para incorporar lo más moderno para concebir la ciencia, la educación, la tecnología, la invención científica y el desarrollo económico. Gabino Barreda había sido discípulo de Augusto Comte y junto a Justo Sierra refundan la Universidad y crean el Ministerio de Educación; a Justo Sierra lo quema su participación con Victoriano Huerta, como a Federico Gamboa, pero sin duda Justo Sierra es el gran renovador de la Universidad Nacional -hace poco en la UNAM, durante una clase Gonzalo Celorio se enojó conmigo, decía que la Universidad no era un proyecto de Porfirio Díaz, según Celorio la Universidad fue posterior, qué difícil que al interior de la UNAM no se valore a Díaz, antes era la Real y Pontificia Universidad de México-; son los años en que Manuel Acuña estudia medicina, habría que pensar en el México porfirista, en esa generación de entre 17  y 21 años que hicieron una sociedad modernísima, que discutían todo lo que sucedía en el mundo sin Internet, sin complejo de culpa. En 1909, Alfonso Reyes, José Vasconcelos y otros convocaron a la Sociedad de Conferencias –que hoy llamamos el Ateneo de la Juventud-, es la época de las grandes revistas, de la renovación de la plástica, con Tablada ilustrando por primera vez libros entre escritores y pintores, estoy hablando de una efervescencia que se nos olvida, como si la Revolución hubiera nacido de un país obscuro y lo hubiera pintado de colores, resulta que México ya tenía colores, más bien la Revolución durante 10 años puso en paréntesis lo que se había generado institucionalmente. Si Porfirio Díaz hubiera renunciado después del Centenario de la Independencia y hubiera convocado a elecciones libres hoy sería el héroe de México.   MC.- Entremos a la estructura de la novela, ¿cómo seleccionabas a los personajes históricos con los que dialogaría Porfirio Díaz? [caption id="attachment_59656" align="alignleft" width="300" caption="La época porfiriana, muestra de la modernidad de México ante el mundo"]La época porfiriana, muestra de la modernidad de  México ante el mundo[/caption] PAP.- Un poco por simpatías, y porque me servían para mostrar las filias y fobias de Díaz; me interesaba la muerte de Ramón Corral para ver la pugna con José Yves Limantour, muchísimos personajes quedaron fuera –tu bisabuelo por ejemplo- por el tamaño de la novela, porque no es una reconstrucción de los días de Díaz en el exilio, es el pretexto narrativo del horizonte desde donde Díaz puede ver el pasado, pero si te fijas en la estructura, está narrada en el presente para instalarse en el recuerdo más viejo –infantil hasta llegar al militar- de manera que el lector fuera armando en triadas la vida de Porfirio Díaz sin que yo se la contara cronológicamente. En mis otras novelas históricas la cronología lineal me había servido de mucho, esta vez intenté evitar la linealidad.       MC.- Un parteaguas fue el ejercicio novelístico al inaugurar la serie “Charlas de café”, donde tú –Pedro Ángel Palou- como personaje de ficción, entrevistas al Libertador José María Morelos, ¿esa experiencia te ayudó para describir a Porfirio Díaz de forma distinta a tus anteriores novelas históricas?  PAP.- Fíjate que sí, cuando me invita José N. Iturriaga a la colección Charlas de café, al principio me daba temor porque ya había novelado a Morelos, ¿y ahora qué hago?, no podía repetir la novela, por otro lado el tamaño del ejercicio de 70 a 80 hojas máximo me obligaba a una contención, es la primera vez que intenté la primera persona, en Morelos es distinto hay más distancia, finalmente hay una burla porque es un fantasma, y aquí –con Porfirio Díaz- yo sí quería que la novela tuviera una altura tonal, me sirvió mucho la lectura de las memorias que Díaz le dicta a Matías Romero, incluso después hubo un segundo tomo: Rectificaciones a mis memorias –imprimía tirajes de 100 ejemplares para sus amigos-, ahí leí que este Díaz autoconstruido quiso ser sacerdote y no pudo, quiso ser abogado y no pudo, termina siendo un gran militar, a pesar de perder dos revoluciones: La Noria y Tuxtepec, como si siempre que se enfrentara al “padre Juárez” no pudiera, sino hasta la muerte de Benito Juárez es que puede llegar al poder, esa parte simbólica quería rescatar.   MC.- La altura tonal se percibe en la presentación que hace “de sí mismo” el dictador Porfirio Díaz –un poco poética-, y el epílogo con cursivas es distinto al lenguaje cotidiano de las memorias del exilio… PAP.- Quería que el lector entrara como en las oberturas de las grandes sinfonías, que después del tono entraran los personajes, la obertura tiene la función de introducir en música, pero también de resumir lo que vamos a escuchar en toda la obra; las primeras páginas en cursivas es la biografía completa de Díaz, para que el lector hiciera presente a Díaz –nunca está muerto en la novela- un poco como el “Orsini” en la novela Bomarzo de Mujica Lainez; no me interesaba la ucronía para que Porfirio Díaz nos juzgara –como en las últimas 60 páginas de Noticias del Imperio de Fernando del Paso-, lo que pretendí es que el lector hiciera contemporáneo a Díaz, y eso lo podía lograr si todo estaba narrado en primera persona, con el tono salmónico del texto religioso.   MC.- Hemos conversado de la satanización del dictador, ¿todavía hay prejuicios en la lectura de los escritores del Porfiriato?, por ejemplo: Federico Gamboa, Joaquín Casasús, Manuel Payno, Victoriano Salado Álvarez e Ignacio Manuel Altamirano  PAP.- Incluso hay una miopía tan grande que uno de nuestros mejores conocedores del siglo XIX, José Emilio Pacheco dijo: “el siglo XIX es el más corto de nuestra historia, sólo duró 10 años”. Creo que hay que revalorar el período, porque emerge con tal fuerza lo que en la tradición literaria mexicana se llama La novela de la Revolución, que nos hace olvidar el naturalismo. Conversando hace poco con un novelista que yo admiro mucho –Enrique Serna quien por cierto no quiere regresar a escribir novelas históricas-, Enrique me decía: “yo soy un naturalista, estoy convencido que la novela otorga conocimiento, la novela es otra forma de razonar”. La novela de la Revolución se comió a todos los narradores anteriores, por decir que entre Payno y Azuela no hubo una generación de narradores naturalistas; es curioso porque volviendo a Enrique Serna su novela El seductor de la Patria está escrita epistolarmente, es una novela epistolar a la usanza de los naturalistas, sin mediación del narrador para mostrar la realidad de la época.   MC.- Hace tiempo que quería preguntarte, ¿por qué tu feroz crítica sobre el escritor Ignacio Manuel Altamirano? PAP.- No era una crítica particular a Ignacio Manuel Altamirano, sino que la generación de Altamirano no entiende el componente indígena, para ellos es el símbolo de la barbarie, es supersticioso, guadalupano, no le interesa el progreso, hay descripciones permanentes en la obra de Altamirano en donde el indígena es visto como el lastre del país, una visión que compartía con Benito Juárez –teniendo ambos ascendencia indígena-, niegan el pasado colonial porque hay que irse al pasado remoto: los aztecas, mayas, etcétera, pero el indígena de a pie no es visto, para ellos es el remanente de todo lo malo. Esta visión fue un salto al vacío que nos costó muchísimo, la Revolución mexicana está basada en la idea de la construcción del mestizo como raza y símbolo del país, el mestizo ya no es indígena, es la raza cósmica de José Vasconcelos.         MC.- ¿Esta visión se repite en el Porfiriato al punto de justificar los crímenes en contra de las comunidades indígenas? PAP.- Hubo 31 rebeliones indígenas durante el Porfiriato, ninguna demanda de justicia social pudo entenderla el dictador, de ahí la severidad del “mátenlos en caliente”, la revuelta indígena más trágica para Porfirio Díaz fue en Juchitán Oaxaca, donde muere descuartizado su hermano Félix Díaz.   MC.- ¿A qué atribuyes el interés y las altas ventas de tu novela Pobre Patria Mía? PAP.- Nunca pensé que Porfirio Díaz tuviera tal rating, es obvio que si escribes una novela sobre Emiliano Zapata tendrás el interés de todo mundo, pero Díaz es un enemigo público. Lo atribuyo a la necesidad que tenemos los mexicanos de recontarnos la historia, por eso la reimpresión de la biografía de Porfirio Díaz escrita por Paul Garner no pudo llegar en mejor momento, estoy convencido que este año la figura de Díaz va a replantearse, hoy sabemos que El Ángel de la Independencia se comenzó con 9 años de anticipación al Centenario, qué visión de país, Díaz le puso rumbo, pero no neguemos la hipoteca social que construyó ese rumbo; hoy no tenemos la más remota idea de qué país queremos, ni a dónde vamos.   MC.- En ese sentido, ¿participarás en las “festividades” oficialistas del Bicentenario? PAP.- Yo me voy del país antes de que comience el empacho (risas), me voy en julio, creo que habrá un empacho porque desde el principio se trabajó muy mal, no se trata de un empacho por lo histórico, el gobierno nunca entendió para qué íbamos a conmemorar la Independencia y la Revolución. El traslado de los huesos de los héroes de la Independencia es el síntoma inequívoco de que no tenemos rumbo, querer construir un panteón laico a estas alturas, sacar los restos óseos y exhibirlos como reliquias religiosas, tampoco es una idea original; si querían despertar polémica: tráiganse los restos de Díaz desde París y exhumen a Iturbide de la Catedral para enterrarlo en El Ángel de la Independencia, entonces sí habría un replanteamiento de la historia. Paul Garner –a quien tú me hiciste el favor de contactar- se queja de la excesiva politización de la historia mexicana –lo dijo en una entrevista que tú le hiciste-, parece que después de 100 años el ciudadano todavía no existe en la partidocracia, para los partidos políticos existe el votante como cliente de la mercadotecnia electoral, no hay debate público, lo único que tenemos es el programa de televisión “Aburramos México”  o “Durmamos a México” (risas) o esta cosa espantosa que no tiene forma que llaman: “Iniciativa México”, donde gente muy valiosa que ha trabajado por el rescate de los bosques en Juchitán será tocada por el mismo rasero de un surfista o de una top model, para los medios de comunicación de “Iniciativa México” la pretensión es uniformar: todo vale igual, entonces nada vale nada. Qué poco seria es la pantalla cuando uniformiza, lo interesante sería que en la pantalla de televisión discutiéramos en qué no nos parecemos. Es trágico que 100 años después del Porfiriato sigamos sin tener ciudadanos, el proyecto más trunco es el de Francisco I. Madero, él basaba toda su idea en la responsabilidad civil, es increíble que hubiera más debate en 1913 que en 2010 y para colmo se nos está por morir Carlos Monsiváis, otro síntoma de este país, el único intelectual que había contribuido en un espectro inédito –de lo popular hasta la defensa de los huelguistas de Cananea- no hay más intelectuales que estén dispuestos a jugar ese papel público.   MC.- ¿Y Carlos Montemayor? PAP.- Montemayor lo hizo desde el lado del intelectual muy formado, pero sólo para unos cuantos temas, el indígena como lingüista y defensor, también lo hizo como novelista en Guerra en el paraíso, cuando cambia su interés en la poesía grecorromana por la guerrilla de Lucio Cabañas y abrió el debate social en sus artículos de La Jornada. En cambio a Monsiváis lo asiste la ironía como forma del conocimiento, es el único capaz de burlarse de sí mismo, eso le daba una altura moral para burlarse de los otros y mirarlos con el escalpelo de la ironía. Los intelectuales mexicanos o están en el silencio absoluto o simplemente están metidos en los medios de comunicación repitiendo lugares comunes.   MC.- Ahora que mencionas el papel del intelectual en los mass media, ¿cómo organizaron el debate del programa Unidos por la Historia?, cuéntanos el detrás de cámaras… PAP.- Había una escaleta, nos poníamos de acuerdo en la conversación que iniciaba entre Felipe Pigna y yo sobre un tema central, por ejemplo: Las Resistencias, Las Doñas, etcétera; el programa está estructurado en una libre asociación de ideas, no hay cronología y dependíamos de los entrevistados, uno de los mejores -para mí- fue Eduardo Galeano, excepcional como siempre, lo decía todo con juegos de palabras: “nuestro olores y nuestros dolores, nos fundaron, pero nos fundieron”. Hacíamos los “copetes periodísticos” y se adecuaban para que tuvieran la continuidad con lo que había dicho el entrevistado, no podías obligar a decir algo al entrevistado, pero sí podías editar tu texto de presentación y colocarlo en el bloque para que conservara la coherencia discursiva. Parte de la cualidad del programa es la flexibilidad de la posproducción, habíamos hecho blue screen, hay muchos elementos de animación digital, eso lo compaginamos al final. Lo que sí habíamos pautado son los países a los que íbamos y qué grabábamos en cada locación, nos divertimos mucho desarrollando el programa, nos hicimos muy buenos amigos Felipe Pigna y yo.   MC.- ¿Entonces no lo conocías personalmente? PAP.- Lo conocí en Cartagena, en el 80 cumpleaños de García Márquez, y ahora escribiremos un libro –Felipe Pigna y yo- que se llamará “Historias incorrectas de América Latina”, son pequeños encuentros o desencuentros que los lectores puedan contar por las noches con sus palabras, ninguna anécdota tendrá más de una página y media, serán 400 anécdotas, por ejemplo, el encuentro de Carlos Gardel con el entonces Sargento Perón, la llegada a México de Augusto César Sandino para entrevistarse con Obregón que al final no le hizo caso. Pensamos en este nuevo libro haciendo el programa de History Channel. Con Felipe Pigna tenemos una visión muy parecida de Latinoamérica.   MC.- Finalmente, ¿le tomaste un gusto especial a la entrevista después de Los alimentos terrenales y Unidos por la historia? PAP.- Ahora viene una segunda versión del programa en Canal 22 (CONACULTA TV-México), saldrá en septiembre, octubre y noviembre, invitamos a todo mundo, comenzamos con la novela: Hidalgo. Entre la virtud y el vicio de Eugenio Aguirre y terminamos con Luis Barrón y su libro: Carranza. El último reformista porfiriano. Grabamos 15 nuevos programas de Los alimentos terrenales con historiadores y novelistas –por ejemplo nos acompañarán Pedro Salmerón, Francisco Martín Moreno, Alejandro Rosas y Enrique Serna-, ya me siento más suelto entrevistando mientras cocinamos con los invitados.   http://www.elclarin.cl/index.php?option=com_content&task=view&id=21454&Itemid=7238

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28/12/2010 | 01:39 pm | lilia
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