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El cine en la Revolución disociado de la música

Jueves 17 de junio, 2010.
02:53 pm
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  Artemisa MEDIZÁBAL C/Conaculta Oaxaca, México.- Tras señalar que la Asociación Mexicana de Estudios Fonográficos cuenta con un acervo que reúne 720 mil canciones que documentan el periodo de 1895 a mediados del siglo XX, los investigadores de la música popular Pablo Dueñas y Jesús Flores y Escalante, afirmaron que el cine de la Revolución estuvo disociado de la música de la época y que tuvo que recurrir a las composiciones por pedido para acompañar los filmes, lo que ha provocado grandes confusiones en torno a la autenticidad de muchas de las piezas.      Participantes en la mesa La música en el cine de la Revolución, con la que llegó a su fin el ciclo Cine y Revolución. Conversando con los expertos, celebrado en el marco de la exposición Cine y Revolución que se presenta en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, los especialistas señalaron que si bien la música fue un elemento indispensable para ese género y así adquirió carta de naturalización en el gusto del público, gran parte de ella fue escrita por encargo, de tal manera que no es auténtica ni corresponde a la época.      [caption id="attachment_59861" align="alignleft" width="300" caption="Pablo Dueñas y Jesús Flores y Escalante, analizaron la música en la Revolución"]Pablo Dueñas y Jesús Flores y Escalante, analizaron la música en la revolución[/caption] Participaron en la mesa además el compositor Antonio Fernández Ross, el investigador Hugo Lara –quien fungió como moderador de la mesa- y el documentalista musical Emilio Hernández.      Como ejemplos de caso, los investigadores se refirieron al Corrido villista, escrito por Enrique Cortázar y musicalizado por Juan S. Garrido, para la cinta El tesoro de Pancho Villa; años más tarde surgieron otras piezas como El siete leguas, escrita por Graciela Olmos, La Bandida, al igual que Carabina 30-30 y el Corrido de Rosita Alvírez, las que se ha pretendido hacer creer que tuvieron su origen en las filas de los revolucionarios.      Hernández refrendó la importancia de la música para el género y si bien reconoció que la mayoría de las canciones tuvieron su origen en el corrido, los compositores las reinterpretaron con toques nacionalistas, para acoplarlas a las producciones y que posteriormente fueron retomados por cinematografías de otros países que abordaron el tema.      Añadió que en este mismo esquema, el cine mexicano solicitó música por encargo que sirvieron como temas para filmes, mucho antes de la creación de organizaciones gremiales como Salón México, en la que no participaron los grupos que en ese momento estaban en su pleno apogeo, como fue el caso de la danzonera de Acerina.      Por otra parte, Dueñas y Flores y Escalante se refirieron a los hallazgos que han arrojado sus investigaciones en torno de la música derivada del movimiento de 1910, aludieron a uno de los íconos de la época, La cucaracha, pieza que cantaban las huestes villistas dedicada a Victoriano Huerta; por otra parte, indicaron que Las pelonas, Jesusita en Chihuahua y Cielito lindo, eran las preferidas por  Pancho Villa y que formaban parte de su estrategia para conquistar mujeres.        Agregaron y aquí también se sumaron Fernández Ross y Lara,  que en la cinematografía mexicana hay infinidad de malas películas de todas las épocas, pero que si se hiciera el experimento de separar la música de las cintas,  se podría hacer una grabación que sin duda se convertiría  en una joya sonora.      Esto, porque el cine mexicano está sumamente cargado de música, debido a una concesión dada al Sindicato de Músicos y que sobrevive hasta ahora, en que se consignó que en toda película nacional debe haber música.      “Así, podemos de pronto ver una escena en que un apuñalado aparece cantando; o el caso de Nazarín, para la que Luis Buñuel había decidido no incluir música, situación que fue descubierta por los filarmónicos de entonces y lo obligaron a dar marcha atrás. Pero en un acto de soberbia, los puso durante 45 minutos a grabar los típicos redobles de tambores de las fiestas populares de Calanda, España, de los cuales uso un brevísimo fragmento para cerrar la película”, refirió Emilio Hernández.      Por su parte, Antonio Fernández Ross habló de la ambientación sonora que hizo para la exposición Cine y Revolución, en la que echó mano principalmente de los diálogos y los sonidos incidentales de los filmes.      Después de haber revisado el material acopiado en la Fonoteca de los Estudios Churubusco, a cargo de Emilio Hernández, en ese procedimiento de escarbar y recolectar, se encontró con verdaderas joyas que enaltecen nuestro Séptimo Arte.

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