Lilia TORRENTERA G.
Oaxaca, México.- Celestino Alonso Álvarez, Inspector de la Gran Logia Regular York de México, llamó a privilegiar un Estado social sobre el Estado penal que ha prevalecido en los último 18 años en Oaxaca a fin de transitar hacia la paz y una democracia moderna.
Al participar como el orador principal, en la ceremonia realizada por la Respetable Gran Logia York de México para rendir homenaje a Don Benito Juárez en el 205 aniversario de su natalicio celebrada en el Paseo El Llano, Alonso Álvarez sostuvo que como nunca, hoy se tiene la oportunidad de cambiar el rumbo en el actuar gubernamental.
Por ello, dijo que si se quiere paz, se deberá de observar de manera universal e indivisible los derechos humanos, igualdad, libertad, justicia; los sociales: educación, salud, vivienda, seguridad pública, régimen de propiedad de tierras y aguas; derechos agrarios y comunales; principios del régimen laboral, así como las garantías en materia de economía.
Ante Joseph Jiménez Aguado Cervantes, Venerable maestro de la Logia “Esfuerzo de la Virtud 81” número 9 y el presidente municipal de la ciudad de Oaxaca, Luis Ugartechea Bagué, expuso que si quiere paz, se precisa de un crecimiento económico se debe dar carácter de obligatoriedad a los aspectos de sustentabilidad como fórmula para generar riqueza y reducir la desigualdad en su distribución sin perder de vista la sustentabilidad del crecimiento.
Así también señaló el urgente el tránsito de una democracia asistencialista a una moderna de verdadero desarrollo social en la que no exista una sociedad ocupada todo el tiempo, en la lucha por la sobrevivencia diaria.
A la ceremonia asistieron también Efraín Morales Sánchez, miembro del Cónclave de la Gran Logia Regular de Inglaterra; Carlos Guzmán Gardeazabal, miembro Cónclave de la Gran Logia York de Inglaterra; Enrique Cortés Guzmán, Gran Diácono de la Gran Logia Regular York de México y; Humberto Pérez Mariscal, Segundo Diácono de la Gran Logia Regular York de México.
A continuación el discurso integro de Celestino Alonso
“La sumisión a los principios constitucionales y a las resoluciones que emanan de cada poder, en el círculo de las facultades, es la principal garantía del orden público y la única que puede encontrarse para la conservación de las Instituciones”. Benito Juárez García.
El conocimiento puede envejecer pero la sabiduría siempre permanece, su pensamiento es vigente.
Todo acto de los órganos del Estado debe encontrarse fundado y motivado por el derecho en vigor, esto es, el principio de legalidad demanda la sujeción de todos los órganos estatales al derecho, en otros términos: todo acto o procedimiento jurídico llevado a cabo por las autoridades debe tener su apoyo estricto en una norma legal en sentido material, la que a su vez debe estar conforme a las disposiciones de fondo y forma consignadas en la Constitución. En este sentido, el principio de legalidad constituye la principal exigencia de todo Estado de Derecho, punto toral de origen.
Cierto es que las instituciones, al ser éstas, las que gestionan el uso de los instrumentos y realizan los valores de la ideología, deben de transformarse para dar respuesta a las demandas de una sociedad cada vez más expuesta a los impactos de un proceso globalizador que en su lado negativo, señala Bauman, lleva el debilitamiento de los vínculos humanos y languidece la solidaridad; que ha venido excluyendo las posibilidades de una seguridad existencial colectivamente garantizada y, en consecuencia, no ofrece alicientes para las acciones solidarias en un medio cada vez más incierto e imprevisible.
La inseguridad y la incertidumbre nacen de la sensación de impotencia; parece que hemos dejado de tener el control como individuos; como grupos y como colectivo para decidir la dirección y el propósito de nuestras acciones. Concluyo cita.
También es cierto que las instituciones entran en un estado de contradicción cuando en ellas permean expresiones de dominio y corrupción, pero no nos equivoquemos y caigamos en el maniqueísmo juzgando las bondades y vigencia de nuestras instituciones a la luz de los actos de quienes han estado al frente de ellas.
Los tiempos exigen objetividad, serenidad y consenso, destacando en este último punto el que se alcance para la resolución de conflictos.
Por lo anterior al abordar los temas sobre reformas del Estado o en su caso reformas constitucionales, en un medio en donde el poder está cada vez más alejado de la política, es preciso recordar las palabras de Marco Tulio Cicerón: “El poder y la ley no son sinónimos, la verdad es que con frecuencia se encuentran en irreductible oposición”.
Un pensamiento que no es seguido de una acción es ineficaz; pero actuar sin pensar también es ineficaz.
Si queremos paz preocúpate por la justicia, aseveraba la sabiduría antigua y, hoy en día, sin más pretensiones que las características de los tiempos modernos, agregaría, preocuparse también por la seguridad ciudadana y la prevención colectiva frente a la desgracia individual.
En los últimos 18 años hemos privilegiado la formación de un estado penal sobre un estado social. Es tiempo de enmendar el rumbo.
Si queremos paz observemos de manera universal e indivisible los derechos humanos, esto es; las garantías individuales: igualdad, libertad, justicia; los sociales: educación, salud, vivienda, seguridad pública, régimen de propiedad de tierras y aguas; derechos agrarios y comunales; principios del régimen laboral, así como las garantías en materia de economía.
La observancia universal de los derechos humanos es fundamental, ya que ésta nos da como resultado la conciliación de las libertades individuales con la protección colectiva a la que he hecho referencia.
Si queremos paz, necesitamos crecimiento económico cuidando los aspectos de sustentabilidad; generar riqueza y reducir la desigualdad en su distribución sin perder de vista la sustentabilidad del crecimiento. El 90% de la riqueza está concentrada en el 1% de la población; en Oaxaca el 31% de la población ocupada genera el 10.1% del valor de los bienes y servicios producidos en la entidad.
Privilegiemos la cooperación sobre la competitividad. La competitividad es el fin, la cooperación es el medio, es el proceso.
La pobreza tiene orígenes claros. Estas dos vertientes deben construirse mediante la creación de condiciones que permitan a los individuos desarrollar sus capacidades.
Cito a Galtung: “La violencia está presente cuando los seres humanos se ven afectados de tal manera que sus relaciones efectivas, somáticas y mentales están por debajo de sus relaciones potenciales; el potencial de relaciones está dado por los conocimientos y los recursos de que disponemos.
Necesitamos transitar de una democracia asistencialista a una de verdadero desarrollo social y ante la escases de recursos financieros relacionada con la ausencia de crecimiento económico tiene que definirse una asignación presupuestal entre esas dos líneas que sea socialmente aceptable y haga posible el tránsito. Privilegiar el asistencialismo pone en riego la sostenibilidad del poco crecimiento económico; privilegiando el crecimiento económico se pone en riesgo la paz.
En este bosquejo de trazo de arquitectura se propone la formación de una democracia constitucional moderna, cito a Sartori: basada en el consenso, enriquecida y alimentada por el disenso, por la discrepancia en un pluralismo que asegure la paz intercultural; que transite de la intolerancia a la tolerancia; de ésta al respeto del disenso y después de este respeto a creer en el valor de la diversidad. Concluyo la cita.
La democracia para ser cabal demanda la observancia universal e indivisible de los derechos humanos; no podemos pensar en una cabal democracia mientras existan ciudadanos ocupados todo el tiempo en la lucha por la sobrevivencia diaria; bajo estas condiciones es poco probable que se dé una libertad de conciencia.
Construyamos la laicidad como aquella que tiene por principal objetivo la defensa de todas las libertades y derechos individuales y sociales que se han generado en la época moderna.
Benito Juárez, dice Roberto Blancarte: es sin lugar a dudas, el fundador del estado laico en México. La propia ley Juárez, que comenzó por extinguir tímidamente el fuero eclesiástico en el ramo civil, aunque dejándolo subsistir en materia criminal, sería el inicio de una serie de medidas que permitirían el establecimiento de instituciones civiles para la construcción del estado moderno.
Juárez habría de establecer las bases para un modelo diferente de laicidad, cuya esencia sería distinta a la simple prolongación del patronato o a la aniquilación de la Iglesia.
Juárez buscaría la constitución de una república donde no hubiese más que una sola y única autoridad: la autoridad civil del modo que lo determine la voluntad nacional, sin religión de estado.
Lograr la armonización de las libertades, en el respeto de los derechos de cada quien, es la función, la gran tarea y el enorme reto de la laicidad.
Finalmente, del pasado que nos describe diamantinamente López Velarde en su Suave Patria a los retos del presente aquí esbozados y los sueños sobre el futuro, construyamos un México y un Oaxaca pensando en las generaciones por venir; construyamos sobre las premisas de que la verdad nos hará libres siempre y cuando dejemos a la verdad en libertad.