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Julio Pimentel, autor del primer diccionario latino-español hecho en México

Martes 17 de mayo, 2011.
03:24 pm
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UNAM/Investigación Oaxaca, México.- Es un latinista eminente, traductor literario, lexicólogo, etimólogo, editor crítico de textos clásicos latinos y de documentos latinos escritos en México, autor del primer diccionario latino-español hecho en nuestro país y segundo en Latinoamérica, y en especial, experto en la obra de Cicerón. Es Julio Pimentel Álvarez, designado investigador emérito del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL). Para él, “esto de las ideas, del pensamiento, no tiene patria ni está limitado por el tiempo”. Por eso, aquel orador y filósofo clásico, piensa y dice, trasciende su época y su espacio. ¿Quién no ha escuchado en alguna ocasión: “Errar es propio de cualquier hombre, de ninguno, sino del necio, perseverar en el error”? (Cuiusvis hominis est errare, nullius nisi insipientis in errore perseverare). La frase es de Cicerón, está en uno de sus discursos políticos, dijo el universitario. Mucho de su pensamiento, aseguró, “anda por ahí”. Se le encuentra en la antigüedad misma, también en la Edad Media o el Renacimiento, en todas partes. “Siempre ha sido uno de los autores antiguos romanos más leídos, de los más comentados y hasta de los más criticados”. Desde que era un estudiante de bachillerato y desde su ingreso a la Facultad de Filosofía y Letras (1966) se inclinó por ese autor. “Leía sus textos, me gusta mucho su estilo, su manera de escribir; por algo se le considera uno de los prosistas más grandes de todos los tiempos y es el gran maestro de retórica, de oratoria”. Pero de la obra de Cicerón, a Julio Pimentel no sólo le gusta cómo está escrita, sino lo que está escrito, y califica sus discursos como bellísimos y de interés aún fuera del ámbito de la literatura, pues para la historia y la política, también son ilustrativos. “Me agradan sus cartas, de estilo simple, pero informativas de la época y, sobre todo, me gustan sus Tratados Filosóficos por su contenido”, insistió. Pimentel Álvarez estudió la licenciatura en Letras Clásicas, y se decidió por ella, porque antes había estudiado latín y griego, y desde entonces, le gustaron ambas lenguas, pero de forma principal la latina. En 1968 fue invitado por la Coordinación de Humanidades, aunque no sabe cómo o por qué, a tomar el Pre-seminario de traducción latina, el cual, por supuesto, cursó. Así, sin concluir la carrera, recibió el nombramiento de “investigador a contrato”, que debía renovar cada año. En esa época, conoció al humanista Rubén Bonifaz Nuño, quien lo acogió como a su hijo académico. “Asesoró mis tesis de licenciatura, maestría y doctorado, y poco a poco, avancé”. Con la licenciatura concluida recibió el nombramiento de medio tiempo, y poco después, el de tiempo completo. “Por años, el maestro Bonifaz fue mi asesor como investigador, aprendí de él y le debo mucho; siempre me estimuló”. Pero llegó el momento en que su mentor le dijo que era tiempo de emprender el vuelo solo, y “me mandó a volar”, según recordó. Ya antes, había comenzado a dar clases en la Escuela Nacional Preparatoria. Ocurrió el mismo día que ingresó a la Facultad como alumno. “Pensaron que era apto para enseñar auque no tuviera el título. Era bastante joven”. Luego fue docente en el Colegio de Ciencias y Humanidades, desde los inicios de esa entidad. Después, gracias a Bonifaz Nuño entró a la Facultad a impartir cátedra y, “desde entonces, estoy ahí y en el Instituto de Investigaciones Filológicas; en 1985, obtuve nombramiento de investigador Titular C de Tiempo Completo”. Aunque por aquellas épocas disfrutaba tanto de la investigación como de la docencia, en los últimos años prefiere lo primero por razones de salud. No obstante, a pesar del cansancio continúa con las enseñanzas del latín. El emérito consideró que la actual es una época de crisis en ciertas áreas, y que se le da mucha importancia a la tecnología; alguien es importante según lo material (no las ideas) que produzca. Y así se han sofocado las letras clásicas y, en general, las humanidades. Sin embargo, dijo, noto una especie de renacimiento, porque los pensamientos, que mueven al mundo, se “defienden”. En la actualidad, trabaja en dos proyectos: una obra de Cicerón llamada Las leyes, como siempre, con un estudio introductorio, una edición crítica del texto latino, traducción y notas, que podría concluir este año. Y la Retórica Cristiana (Italia, 1579) de Diego Valadés, misionero franciscano en la Nueva España, formado en tierras mexicanas, donde se ordenó sacerdote y varios años después fue enviado a Roma; aquí, escribió ese libro para contribuir a la educación de nuevos misioneros: les dice qué deben saber y, a su vez, cómo enseñarlo. Por último, dijo que ser nombrado emérito de la UNAM “es un honor muy grande, que valoro, que aprecio mucho. Lo siento como una ocasión para refrendar mis sentimientos de gratitud hacia una institución que me ha dado muchísimo”.
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