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Entrelazar plumas, arte milenario para la guerra en Mesoamérica

Martes 14 de junio, 2011.
11:24 am
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Karina MORENO/INAH Oaxaca, México.- “El trabajo artístico con plumas —cuyo nombre en lengua náhuatl es amantecayotl— se originó en las culturas mesoamericanas desde 1300 a.C. como un arte para la guerra, el cual en manos de sus artistas —conocidos como amantecas—, transformó su temática guerrera a religiosa y ornamental a partir de la llegada de los españoles en el siglo XVI. Dicho arte se continuó haciendo en México hasta nuestros días con gran éxito a nivel mundial. Uno de sus actuales exponentes es el artista Eliseo Ramírez, quien se dedica a crear obras de arte plumario desde hace 18 años y elabora piezas importantes como la reproducción de chimallis –nombre que recibían los escudos de guerra durante la época prehispánica– que estaban construidos con varas de otate unidos con gruesos lazos y cubiertos con mantas, sobre las cuales se colocaban las plumas de vistosas aves o cuyo simbolismo estaba relacionado con la nobleza o la fuerza, por ejemplo las águilas. Son pocas las piezas prehispánicas de arte plumario que aún se conservan y resguardan en México, entra las más significativas están dos chimallis —uno de ellos incompleto— que debido a su delicado estado de conservación ya no son exhibidos. Estos se encuentran en los museos nacionales de Historia “Castillo de Chapultepec” y de Antropología, ambos adscritos al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Don Eliseo RamírezOtro importante chimalli que se ha conservado es el llamado Xicalcoliuhqui —de origen mexica—, el cual se encuentra en el Museo Regional de Werttenberg, en Stuttgar, Alemania. Esta maravillosa pieza, que data de entre el año 1520 a 1550, mide 70 cm de diámetro y está decorada con grecas que posiblemente representan al inframundo o a Ehécatl, dios del viento. Eliseo Ramírez elaboró, en 2001, una reproducción de 32 cm de diámetro del Xicalcoliuhqui. Para ello, unió dos capas de vara entrechapada con hilo de algodón y las cubrió con manta sobre la cual pegó diferentes plumas, entre ellas de calandria y halcón, circundando con plumaje de pato y, pendiendo de éste, otras más de perico. Un arte milenario El amanteca Eliseo Ramírez, comentó en entrevista sobre el origen de esta técnica plástica que surgió en las culturas prehispánicas asentadas en este país. Entre el canto de periquitos australianos y canarios, y el volar de sus plumas por todo el patio, el maestro Ramírez nos recibió en su hogar en la comunidad de San Mateo Xalpa, Xochimilco. A unos cuantos pasos de la puerta de entrada, se ubica un cuarto donde el amanteca realiza el proceso de limpieza, secado y peinado de las plumas que recolecta. Casi enfrente de este espacio se localiza una habitación muy pequeña, cuyas grandes ventanas, permiten que goce de perfecta iluminación que es extremadamente necesaria, pues aquí es donde el maestro da vida a sus obras llenándolas del color y textura de las plumas. Fue en esa misma habitación donde nos platicó sobre el origen del arte plumario, del cual la manifestación más antigua hasta hora registrada se encuentra en una cabeza olmeca (del 1300 a.C.) con una pluma tallada en la parte frontal como elemento ornamental. Posteriormente, esta técnica fue trabajada por teotihuacanos, mayas, toltecas y purépechas, aunque la mayor producción se dio durante el esplendor mexica (1486-1502 d.C.)”, declaró en entrevista el amanteca Eliseo Ramírez. “Durante toda la época prehispánica –añadió– el arte plumario fue utilizado para la elaboración de escudos, penachos, armas y atuendos guerreros debido a que el plumaje de las aves tenía un simbolismo protector ya que se relacionaba con diferentes deidades, entre ellas Ehécatl, dios del viento, y Quetzalcóatl o serpiente emplumada que está vinculado con lo terrenal y con el cielo.  “Además, los escudos de guerra o chimallis elaborados con varas de otate amarradas y plumas como relleno y entrelazadas, fungían realmente como instrumentos de protección en los diversos enfrentamientos corporales que los grupos mesoamericanos tenían entre sí, e incluso los resguardó de los ataques con espadas por parte de los españoles conquistadores”. Es importante decir, que este oficio artístico también estaba íntimamente relacionado con el culto religioso, el poder y la pureza, es por ello que los únicos grupos sociales prehispánicos que podían portar plumas en sus tocados o vestimentas eran gobernantes, sacerdotes, nobles y mujeres. Éstas últimas, indistintamente a la clase social a la que pertenecieran, podían usar el plumaje de pájaros blancos –que significaba pureza– ya fuera como muñequeras o en sus huipiles de uso tradicional durante las celebraciones de boda. Como complemento adornaban su rostro con margaritas que adherían a su cara con miel. El arte plumario tenía mucho valor entre las culturas mesoamericanas, por ello, por ejemplos los mexicas cuando sostenían una guerra con algún otro pueblo y sometían a su población, buscaban a los amanteca para capturarlos y, al tenerlos en calidad de esclavos, exigirles la elaboración de prendas y armas con este material. Además, las plumas también eran utilizadas dentro del comercio como objeto de pago e intercambio, según lo muestra el Códice Mendocino. “En el caso específico de las plumas de quetzal –comentó Eliseo Ramírez– servían como tributo entregado por el pueblo de Cuetzala, Puebla, a los mexicas”. El maestro Eliseo Ramírez aseguró que durante esta época las culturas prehispánicas manejaron dos técnicas de elaboración: el entrelazado y la punta de pluma. La primera consistía en unir, a manera de tejido, las diversas plumas con las telas; mientras la segunda, en irlas poniendo sobre una base con mucílago –obtenido de los bulbos de orquídeas machacados– a manera de pegamento cuyo nombre era tzauhtli. También comenzaron a utilizar algunos pigmentos naturales como el zacatlaxcalli, la grana cochinilla y el muitle o azul añil, los cuáles no eran de uso frecuente, ya que con facilidad se iban perdiendo pues estaban hechos a base de agua y al exponer las plumas pintadas al sol perdían su color con el tiempo. “Para obtener la diversidad de plumas empleadas en las piezas de arte plumario prehispánico, durante el esplendor mexica  –época de mayor producción de esta plástica artística– bajo el reinado de Moctezuma Xocoyotzin se creó un espacio llamado totocalli o casa de las aves –que se localizaba en lo que hoy es el Convento de San Francisco, en La Alameda y calle Madero– donde conservaban pájaros con plumas variadas en tonos, brillantez y texturas que los amanteca recolectaban a partir de la pérdida natural del plumaje de las aves”, indicó el maestro Ramírez. Además detalló: “entre los pájaros que mayor uso tuvieron para este fin destacan quetzales, águilas, colibríes, cotingas azules, cardenales, mulatos, garzas, guacamayas, patos y pavos.  Todas éstas también fueron utilizadas por los artistas mexicas como modelos para plasmar imágenes en piedra, cerámica, oro y barro”. Cabe decir, que entre los mexicas existía una escuela para aquellos que deseaban ser amantecas. En éstas se les adiestraba sobre las estaciones del año y su relación con la muda del plumaje de las aves, los distintos tipos de colorantes naturales, los diferentes tipos de pájaros, las variantes de orquídeas y por tanto de adhesivos, y la recolección y tratamiento de las plumas. Asimismo, los amantecas contaban con un barrio propio, cuyo nombre era Amatlan, hoy San Miguel Amatlan, que según informó el maestro Ramírez se encontraba en lo que hoy es Azcapotzalco, donde los artistas desarrollaban esta técnica plástica. Pocas son las obras plumarias que daten de la época prehispánica y se conserven hasta nuestros días, ya que durante la Conquista y la época Colonial los españoles destruyeron gran parte de las piezas, y otras tantas sufrieron un deterioro rápido porque la pluma es un material orgánico que perece sino se tienen los cuidados adecuados. Es por ello que la información sobre este arte durante la época prehispánica, se ha obtenido a través del Códice Florentino –donde se aprecian amantecas retratados pintando la pluma o haciendo trajes de guerreros– y representaciones en piedras de basalto, objetos de cerámica, oro, plata, barro y obsidiana. A la llegada de los españoles… A la llegada de los españoles las temáticas y los materiales empleados en el arte plumario cambiaron: las piezas con plumas ya no fueron más para la guerra, únicamente conservaron su simbolismo sagrado y protector y se utilizaron para realizar imágenes católicas. “Cuando los españoles llegan a México consideran al arte plumario como una belleza plástica –por primera vez se le reconoce como arte– por lo que encargan a los amantecas la producción de escudos, penachos, abanicos y cuadros religiosos con esta técnica, con la intención de sacarlos del país rumbo a Europa y Asia para exhibirlos en cortes y sitios eclesiásticos, por esta razón gran cantidad de piezas novohispanas de plumaria forman parte de colecciones españolas, francesas, o italianas”, detalló Eliseo Martínez. Durante la época colonial la plumaria –técnica ciento por ciento prehispánica– se fusionó con el pensamiento y costumbres occidentales, entonces se comenzaron a elaborar cuadros con temáticas católicas y de uso ornamental, lo cual es meramente de la cultura occidental. “Es importante decir, que la continuidad del arte plumario con simbolismo religioso responde a la necesidad de los españoles por llevar a cabo la conversión espiritual de los pueblos conquistados”, dijo el amanteca Eliseo. “Por otra parte –agregó- durante el siglo XVIII se implementó el uso del óleo en rostros y manos de vírgenes y cristos, mientras que en la decoración de sus ropas se siguieron empleando plumas. Además, los amantecas dejaron de utilizar el mucílago de orquídea como pegamento –debido a la gran demanda de producción de obras– e integraron la cera, la cual trajeron los españoles a México”. En ese sentido, el maestro Ramírez ha tratado de recuperar la técnica original de plumaria haciendo rostros y manos –tanto de retratos, vírgenes y santos– con plumas y no con óleo u otro tipo de pintura. Durante el 2007 realizó una obra religiosa titulada La Inmaculada Concepción, la cual está hecha completamente con plumas de periquito, pato, canario, flamenco y cotinga azul. La original es un camafeo del siglo XVIII cuya imagen se puede apreciar en el libro El arte plumario en México. Arte plumario contemporáneo La técnica del trabajo plumario fue evolucionando hasta nuestros días. Hoy se sigue realizando en nuestro país bajo las temáticas de paisaje, arquitectura y retrato; y es un arte que tiene un gran éxito a nivel mundial, principalmente en Estados Unidos, Japón y en varios países europeos. La técnica más utilizada actualmente es la de punta de pluma –en la cual se sigue ocupando la cera como adhesivo– ésta consiste en sobreponer plumas sobre una base ya sea de madera, cobre, piel, algodón, vidrio, tela o distintos papeles. También se emplean pigmentos con fijadores fuertes que dan colores homogéneos y específicos a las plumas, aunque sin duda, a las obras sin tintes se les considera de mayor calidad. Para el maestro Ramírez la plumaria es “un arte maravilloso que tuve la dicha de aprender de la maestra María Olvido Moreno, a quien conocí en el Museo Nacional de Artes hace más de 18 años. Desde entonces me apasioné de mi trabajo y hasta este momento he realizado alrededor de 73 piezas, de las cuales varias he vendido a extranjeros, museos, instituciones o particulares”, comentó Eliseo Ramírez. Este artista ha expuesto varias de sus obras en museos como: de la Ciudad de México (2004), de las Culturas de Oaxaca (2003), Casa de Juárez (2003), de Antropología de Xalapa (2006), de Culturas Populares (2009), Dolores Olmedo (2010), y el SERFIN (1999). Así como en el Hospital Ángeles del Pedregal (2002), Club Deportivo Monte Sur (2004), Centro Cultural y Social de Veracruz (2006), Secretaría de Comunicaciones y Transportes (2006), Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía del INAH (2006), Centro Cultural José Martí (2007), entre otros. Además, ha dado conferencias –cuyo tema ha sido el arte plumario en nuestro país– en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales Iztacala (2002), en la Casa de la Comunidad en Zonhoven, Bélgica (2003 y 2008), Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (2003); y en los museos Soumaya Plaza Cuicuilco (2004), Franz Mayer (2004), de Sitio de Monte Albán (2005), Regional de Huajuapan de León (2006), Nacional de Artes Populares (2007), de Antropología de Toluca (2008) y Dolores Olmedo (2010), por mencionar algunos. Eliseo Ramírez precisó que hoy día las principales aves cuyas plumas se emplean en esta técnica plástica son faisanes (de diversas clases y colores), pericos australianos, canarios, loros, avestruces, guajolotes, patos, gallinas y gallos de pelea. “Para trabajar una obra de plumaria, antes es necesario llevar a cabo un proceso de recolección y limpieza de plumas. En mi caso, tengo amigos en aviarios que me van juntando el plumaje que mudan sus pájaros; yo hago lo propio en casa, voy reuniendo las plumas que tiran mis aves, después las lavo, desodorizo, desparasito, desengraso, y peino –una por una- para posteriormente clasificar en frascos y poder utilizarlas”, abundó el amanteca. Refirió también que realizar una pieza lleva alrededor de dos meses, sin contar el proceso de limpieza y recolección de plumas dos veces al año, que es la temporalidad en que los pájaros mudan su plumaje. “Los principales estados que aún producen arte plumario en México son Michoacán, Veracruz y el Distrito Federal que en total tienen alrededor de 50 amantecas trabajando. Una vez que las obras son terminadas, muchas de ellas son adquiridas por diversos países europeos y, principalmente, por Japón”, señaló Ramírez. Algunas obras del amanteca Eliseo, originario del Distrito Federal, son En un rincón del Dolores Olmedo y Niña con pavo, las cuáles realizó en el 2011 y 2008, respectivamente. En la primera incluyó plumas de codorniz, pavo, gallina y perico. En la segunda colocó –sobre arte papel Oaxaca– de guajolote, cardenal, canario, pavo real y perico. En este momento trabaja en dos obras antagónicas en sus temáticas, pero que están bajo la misma técnica artística. Realiza, desde hace dos meses, una copia en plumas de la obra al óleo Preparando la siembra,  del pintor americano Pablo O´Higgins, la cual está integrada por una base de arte papel Oaxaca y plumas de perico, pavo real, halcón, codorniz, pato teñida, cardenal, gallo y periquito australiano. Por el contrario, la segunda pieza hace referencia a una representación de Quetzalcóatl encontrada sobre una lápida del templo de la serpiente emplumada en Xochicalco, Morelos, cuya antigüedad data del 700 al 900 d.C. La pieza que él hace está en telar rústico de Mitla, sobre la que ha colocado plumas de gallo de combate y de perico, además de caracoles cortados –que eran usados por los prehispánicos para representar al dios Ehécatl–, y tela de algodón. Actualmente, el maestro Eliseo Ramírez exhibe su arte y el proceso de desarrollo de éste a través de un espacio titulado Observando al amanteca, el cual tiene lugar todos los domingos – de 11 a 14 horas, hasta el 19 de junio– en el Museo Nacional de Arte, donde se encuentra la primera parte de la exposición El vuelo de las imágenes. Arte plumario en México y Europa, con más de 170 obras prehispánicas, novohispanas y contemporáneas de esta plástica artística.
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