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Rescata INAH osamentas zoques con más de 2 mil años de antigüedad

Viernes 15 de julio, 2011.
11:51 am
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Alicia RUBALCAVA/INAH Oaxaca, México.- En el municipio de Berriozábal, Chiapas, investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) realizaron el salvamento arqueológico de tres osamentas de filiación zoque con más de dos mil años de antigüedad; los especialistas identificaron a un hombre y una mujer de aproximadamente 38 y 42 años de edad, y un bebé con seis o siete meses de gestación, que pudieron conformar una familia de elite durante el apogeo de esta milenaria cultura. El arqueólogo Víctor Manuel Ortiz, investigador del Centro INAH-Chiapas, indicó que este entierro ayudará a delimitar el área que ocuparon los antiguos zoques en el Valle del río Grijalva, territorio que habitaron desde el periodo Preclásico hasta el Posclásico (200 a.C. - 1521 d.C.), y donde se han detectado gran cantidad de montículos que aún no se exploran. Los restos óseos se hallaron durante el rescate arqueológico realizado en un predio particular en el Barrio de San Andrés, del municipio de Berriozábal, después de que el dueño del terreno encontrara un conjunto de huesos al realizar excavaciones para hacer una fosa séptica. Las osamentas se hallaron en diciembre de 2010, y recientemente se obtuvieron los primeros resultados de los estudios hechos por el INAH, con los que se han determinado algunos aspectos de la identidad de los individuos. “Al momento de hacer el rescate arqueológico, encontramos el entierro alterado, pues las osamentas ya habían sido movidas de su posición original, lo que nos dificultó el primer análisis. Sin embargo, a partir de fragmentos de cerámica encontrados y dos vasijas completas que acompañaban los restos, pudimos determinar que estos pertenecen a individuos de la cultura zoque”, explicó el arqueólogo. “La cerámica localizada es característica de la cultura zoque, que habitó a lo largo y ancho del Valle del río Grijalva —desde lo que hoy es el pueblo de Pichucalco, al norte de Chiapas, hasta Comitán, al sur del estado—; lo cual refiere que hubo intercambio comercial o asentamientos zoques en esa área, pues la alfarería fue una de sus principales actividades, e incluso esta cultura debe su nombre a este oficio, que traducido al español significa ‘manos sucias’, en alusión a los constantes procesos que llevaban a cabo para crear diversos utensilios de cerámica cocida”, abundó el arqueólogo Víctor Manuel Ortiz. El investigador del Centro INAH-Chiapas añadió que también por el tipo de cerámica encontrada, se ha determinado preliminarmente la posible antigüedad de los restos óseos, los cuales quizá datan de entre 200 a.C. y 400 d.C. —época de esplendor de los zoques—, es decir, podrían corresponder a los periodos Preclásico Terminal (200 a.C.-200 d.C.) o Clásico Temprano (200-400 d.C.), pero aún falta realizar pruebas de carbono 14 para determinar la temporalidad exacta de las osamentas. Los restos óseos de las osamentas adultas —que corresponden a un hombre y una mujer de entre 38 a 42 años de edad— son: radios, cúbitos, húmeros, clavículas, omóplatos, falanges, fémures, tibias, peronés, algunas costillas y vértebras, ambas mandíbulas y los cráneos fracturados e incompletos. Respecto a la osamenta del infante, únicamente se hallaron: una clavícula, un radio, un húmero y un cúbito. De acuerdo con el antropólogo físico Javier Montes de Paz, del Centro INAH-Chiapas, es posible que los huesos restantes se deshicieron dada su fragilidad, y por efecto de la desintegración del cuerpo de la madre, pues quizá el niño aún se encontraba en su vientre, con apenas seis o siete meses de gestación. Asimismo, el antropólogo comentó que a partir de un segundo análisis realizado a los restos óseos en abril de este año, se cree que los individuos pudieron pertenecer a la élite de la cultura zoque o a grupos de alto estatus, “pues las osamentas poseen ciertos rasgos culturales, que eran propios de los individuos de alto rango de esta antigua civilización, como la deformación craneana y la limadura de los dientes”. Al respecto, Montes de Paz, destacó que “se detectó un rasgo físico relevante, el hundimiento óseo en el occipital o parte inferior trasera del cráneo (lesión suprainiana), que es la huella principal que deja el uso de tablas o cerámica en la cabeza para comprimirla, y con ello provocar la deformación craneal”. Además, con estos primeros estudios se lograron determinar algunos rasgos patológicos de los personajes, como el cierre del orificio auricular (exostosis auditiva) en el individuo varón, que pudo ser consecuencia de la realización constante de actividades acuáticas, o debido a un proceso infeccioso severo u otitis. El antropólogo físico Montes de Paz abundó que también se han identificado huellas de procesos osteoartríticos en las vértebras, particularmente desgastes, como consecuencia de las actividades que realizaron los individuos. Actualmente, los huesos son resguardados en el Centro INAH-Chiapas, bajo el cuidado del arqueólogo Víctor Manuel Ortiz y el antropólogo Javier Montes de Paz, quien adelantó que posteriormente se realizarán estudios de ADN para determinar si existe una filiación biológica entre los individuos encontrados, y con ello confirmar o descartar la hipótesis de que se trate del entierro de una familia nuclear.
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