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Halla INAH, evidencia de antropofagia en la cultura Xixime

Jueves 21 de julio, 2011.
06:08 pm
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  Oaxaca, México.- Luego de cuatro años de investigación en la Cueva del Maguey, en la Sierra de Durango, especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) confirmaron, mediante estudios osteológicos, que los antiguos grupos xiximes consumieron carne humana durante un ritual asociado con la guerra y el ciclo agrícola, descrito en las fuentes etnohistóricas del siglo XVII. Los investigadores concluyeron esta práctica luego de efectuar estudios de antropología física a alrededor de cuatro decenas de huesos humanos, halladas por arqueólogos en esa región, de los cuales, cuando menos 80 por ciento tiene huellas de corte y de haber sido hervidos, lo que revela prácticas de antropofagia como parte de un rito que sólo incluía a xiximes, es decir, únicamente se consumían entre ellos. José Luis Punzo, arqueólogo responsable del Proyecto de Investigación y Conservación de las Casas en Acantilado de la Cueva del Maguey —que se desarrolla desde 2007—, dio a conocer los avances de esta investigación en el primer día de sesiones de la XIV Conferencia de Arqueología de la Frontera Norte, inaugurada esta mañana en el Museo de las Culturas del Norte, en Paquimé, Chihuahua, donde más de una decena de especialistas presentarán las actualidades en el estudio arqueológico de la región. Ahí, detalló que a partir de los estudios arqueológicos del mencionado ritual, se busca recuperar “el testimonio de los indígenas que habitaron hacia el año 1450, en casas construidas en el interior de cuevas, conocidas como Casas en Acantilado, y cuya cosmovisión se perdió con la evangelización, mientras que sus actividades sólo eran conocidas a partir de cartas elaboradas por los misioneros europeos bajo la concepción cultural occidental y de la religión católica, sin tomar en cuenta lo que motivó a los xiximes a ‘alimentarse del alma’ de otro ser humano”. Punzo hizo un recuento general sobre esta investigación comenzada en mayo de 2007, a partir de que arqueólogos del INAH recibieran las fotografías de un sitio localizado en las barrancas del municipio de Pueblo Nuevo, captadas por un aficionado, donde acudieron para verificar la información; el estudio se ha desarrollado de manera ininterrumpida, con temporadas de trabajo de entre seis y siete meses por año. El sitio la Cueva del Maguey se ubica en la Sierra Madre Occidental, a 2,600 metros de altura, en un bosque de pino, dentro de las barrancas del municipio de Pueblo Nuevo, abarcando una extensión de un kilómetro lineal, dentro del cual se han encontrado vestigios de antiguas construcciones de dos niveles y hasta cuatro metros de altura, edificadas en el interior de cinco cuevas, con un tipo de arquitectura de tierra llamado bajareque, que las hace singulares. El arqueólogo José Luis Punzo comentó que la investigación ha implicado un “ir y venir de la etnohistoria a la arqueología”, que ha permitido establecer un ciclo ritual muy complejo, desarrollado por los xiximes para la siembra y crecimiento del maíz, y en el que también la cacería de venado era una pieza importante. Durante los últimos cuatro años, dijo, el equipo de arqueólogos ha descubierto alrededor de cuatro decenas de huesos humanos, principalmente largos y de coyunturas; de éstos, 80 por ciento tiene huellas de corte y de haber sido hervidos con fines de antropofagia, como se ha identificado con estudios de antropología. El investigador del INAH abundó que previo a esta exploración ya se tenía información por fuentes etnohistóricas de esta práctica en lo que hoy es la Sierra de Durango; “sin embargo, no se habían comprobado con evidencias arqueológicas; además de que para la antropología se trata de estudios sumamente delicados, porque la antropofagia suele verse con prejuicio, incluso por los historiadores. Lo importante es verlo como una cuestión fundamental en la cultura de los xiximes”. Las fuentes históricas que hacen más referencia a este ritual, continuó Punzo, son las cartas anuales que hacían los jesuitas a principios del siglo XVII, para informar de sus actividades; la más importante es la Carta annua de Hernando de Santarén, que envió en 1604 a sus superiores en México, informándoles de los grupos indígenas que encontraron en la sierra del actual estado de Durango. El jesuita hace una descripción etnográfica y su texto ha sido muy publicado desde los años 30 del siglo XX. “Encontramos más cartas que no estaban publicadas, como otra del mismo Santarén, de 1611, y las misivas del padre Alonso Valencia. Por pruebas de fechamiento de carbono 14 en los huesos recolectados, confirmamos que los xiximes habitaron en la Cueva del Maguey hacia 1450; es decir que los jesuitas los encontraron viviendo en ese sistema de cuevas.” El arqueólogo Punzo refirió que a partir de conjuntar dichos textos con la evidencia arqueológica, se ha podido reconstruir el ciclo ritual, “que es un logro para entender la cosmovisión de ese grupo, porque sólo se conocía la visión descrita por los españoles. “El ritual se llevaba a cabo para la cosecha, e implicaba la cacería de venado y la elaboración de tamales con el maíz nuevo; después de ello, los xiximes salían a la guerra, a la cual se dedicaban la mitad del año. Cuando ganaban una batalla solían llevarse el cadáver del  enemigo. “Al regresar a su localidad hacían un ritual muy complejo en el que participaba toda la población; cuyo objeto era ‘apropiarse del alma’ del otro, mediante el consumo de su cuerpo; las partes de mayor valor eran la cabeza y las manos. Es importante decir que solamente se comían entre xiximes; podían pelear contra otros grupos culturales, pero no se llevaban los cuerpos ni se los comían, sólo entre xiximes tenía lugar esta guerra ritual”. José Luis Punzo destacó que los huesos humanos eran muy importantes para los xiximes, porque les permitían renovar el ciclo del maíz: “Para volver a sembrar tenían que hacer otro ritual con los huesos de los enemigos, razón por la cual los guardaban; a través de registros minuciosos hemos podido localizar concentraciones mayores de huesos”. Además de los huesos, añadió el arqueólogo del INAH, se encontraron textiles a los que se les practicaron pruebas microscópicas, y encontraron técnicas de manufactura desconocidas, por ejemplo, que los elaboraban junto con plumas de guajolote y cabello humano para que las prendas fueran más calientes, debido a que en la sierra las temperaturas alcanzan los 30 grados bajo cero. También se descubrieron más de mil olotes, a los cuales se les extraerá ADN para estudiar el componente genético del maíz prehispánico. Asimismo, a nivel de superficie, encontraron madera, granos, cordelería, lítica, cerámica, huesos de animales, garras de jaguar y dientes de cocodrilo. A través de las exploraciones minuciosas realizadas, Punzo destacó que sobre el suelo hay tal cantidad de materiales arqueológicos que no ha sido necesario excavar, sino que toda la exploración se ha realizado a nivel de superficie para no alterar los contextos, que son únicos. “A partir de dichos vestigios lo que más se ha estudiado son las actividades cotidianas que pudieron haber desarrollado los xiximes, a través del registro minucioso de la arquitectura y de los objetos in situ sabemos dónde llevaban a cabo sus labores, como cocinar, descansar, de tallar en lítica, y confirmar que hubo antropofagia.”    “Ha habido un trabajo enorme a nivel de investigación, registro y conservación, en el que han sido apuntaladas y restauradas todas las casas, y se les ha dado mantenimiento para mantenerlas preservarlas.” Cabe mencionar que en la ceremonia inaugural de la XIV Conferencia de Arqueología de la Frontera Norte, estuvo la directora del Centro INAH-Chihuahua, Elsa Rodríguez García; el presidente municipal de Nuevo Casa Grandes, Luis Fernando Cobos, y el coordinador del foro académico, Eduardo Gamboa. La XIV Conferencia de Arqueología de la Frontera Norte se lleva a cabo el 21 y 22 de julio en el Museo de las Culturas del Norte, en la Zona Arqueológica de Paquimé.
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