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Entrega Congreso facsimil del Códice Borgia al INAH

Martes 06 de septiembre, 2011.
05:04 pm
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  Oaxaca, México.- El universo de joyas documentales que resguarda la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH) se enriquece con la reciente donación de la edición facsimilar del Códice Borgia, manuscrito del siglo XIII, elaborado en los límites de Oaxaca y Puebla, de cuyo contenido variado resalta su carácter adivinatorio. A decir de los especialistas es un tonalámatl, es decir, un libro de augurios basado en el calendario ritual de 260 días de Mesoamérica. Considerado uno de los documentos pictográficos mexicanos más valiosos, el Códice Borgia es conocido también como Manuscrito de Veletri o Códice Borgia Messicanus I, cuyo original se resguarda en el Fondo Borgia de la Biblioteca Apostólica Vaticana, en Roma, Italia, como parte de un corpus documental mexicano. El facsímil, editado por la empresa española Testimonio Compañía Editorial, fue donado en días recientes por la LXI Legislatura de la Cámara de Diputados, a través de la diputada Laura Margarita Suárez González, presidenta del Consejo Editorial del órgano legislativo, al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta); el ejemplar estará disponible para consulta de los investigadores. Julieta Gil, directora de la BNAH,  detalló que el documento original consta de 40 hojas hechas en piel de venado, 38 de ellas tienen ilustraciones, mientras que la primera y la última están en blanco y sirven de cubiertas al antiguo documento. Está plegado en forma de biombo, y al extenderse alcanza 10.34 m. Cada hoja es un cuadrado de 24 cm de ancho por 25 de alto, y su lectura se realiza de derecha a izquierda. El contenido de este manuscrito va desde consejos medicinales, ciclos agrícolas y  festividades, hasta augurios, profecías sobre matrimonios y prácticas rituales vinculadas con la cosmovisión mesoamericana. Miguel Ángel Gasca, titular del Proyecto de Digitalización de Códices de la BNAH, señaló que este documento tiene información en ambos lados, y en tiene plasmados personajes importantes de la cosmogonía prehispánica, como los dioses Ehécatl, del viento; Mictlantecuhtli, de la muerte, y Tonatiuh, del sol. Se ignora la manera en la que el códice llegó a Europa, pero se sabe que fue adquirido en la segunda mitad del siglo XVIII por el cardenal italiano Stefano Borgia, por quien recibe su nombre. Posteriormente, el prelado lo donó a la Sagrada Congregación de Propagación de la Fe, y luego pasó a formar parte del Fondo Borgia de la Biblioteca Apostólica Vaticana, en Roma. La donación de este facsimilar se hizo junto con un estudio de Juan José Batalla Rosado, profesor del departamento de Historia de América de la Universidad Complutense de Madrid. A este análisis le han precedido investigaciones de gran relevancia, como la primera realizada por el antropólogo alemán Eduardo Seler, a principios del siglo XX, así como K. Anton Nowotny, Ferdinand Anders, Jansen Maarten y Luis Reyes. Julieta Gil comentó que la investigación de códices requiere de la participación de gran cantidad de especialistas en colores, texturas, restauración, arqueología, etnohistoria, que contribuyan con datos específicos a la lectura de este tipo de documentos. “Se trata de nutrirse de las distintas investigaciones y aportar datos nuevos”. Añadió que el interés de la biblioteca nacional del INAH es brindar a los investigadores las herramientas necesarias para que puedan profundizar en el estudio de los códices, a través de la edición de estos facsímiles. “Esta colección de reproducciones está en constante crecimiento, se integra de  ediciones hechas en los años 80 por el Fondo de Cultura Económica, así como de ejemplares recientes de muy buena calidad, como las del Códice Tro-Cortesiano y la Relación de Michoacán, publicados también por la misma editorial que hizo el Códice Borgia, además de los facsimilares de los códices Cholula y Colombino, hechos por el INAH”. Asimismo, la titular de la BNAH comentó que aparte de los facsimilares, la biblioteca resguarda también códices originales del periodo colonial, que ya están digitalizados para facilitar su consulta. Finalmente, Julieta Gil refirió que la gran ventaja de editar facsimilares de documentos históricos, como los códices, es su consulta y estudio sin recurrir a los originales, que se custodian con mucha delicadeza para evitar su deterioro. “El contacto con un facsimilar es muy motivante, el poder tocarlo y desplegarlo, estudiarlo, es algo invaluable para un investigador”.
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