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Placer por las letras: Claves para el deleite de la lectura

Sábado 12 de noviembre, 2011.
11:31 am
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Oaxaca, México.- Terreno fértil para el conocimiento y la imaginación, un libro es un conjunto de hojas de papel encuadernadas, un archivo al que se accede a través de un dispositivo electrónico, o bien el registro sonoro de alguien que lee. Es a la vez una obra, una creación, un modelo de pensamiento; un instrumento para la dicha, un carril hacia la libertad. Reza un proverbio hindú: “Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora”. En México, desde 1979 celebramos a este fiel amigo de la humanidad. El festejo se realiza cada 12 de noviembre para  conmemorar también el natalicio de nuestra gran poetiza, Sor Juana Inés de la Cruz. En el marco de este festejo el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes ofrece juicios y claves, según el criterio de voces especializadas dentro del ámbito de la lectura y los libros, para el estímulo y el placer de este ejercicio milenario que alimenta al espíritu y al corazón. “Una posibilidad de goce infinito” El Programa Nacional Salas de Lectura de Conaculta apuesta por la formación de comunidades lectoras. Desde la experiencia este exitoso programa, Socorro Venegas, directora general adjunta de Fomento de la Lectura y el libro de la Dirección General de Publicaciones, comparte sus apreciaciones sobre la importancia del libro y la práctica de leer. •    La primera conquista es que el libro se vuelva un objeto familiar, asociado al conocimiento, un mecanismo de inclusión y transformación social, y desde luego: una posibilidad de goce infinito. •    Cuando leemos tenemos la oportunidad de estar en muchos lugares, pero también de ser muchos personajes. Ésta es una enorme riqueza porque amplía nuestro horizonte de experiencias intelectuales y emocionales. •    No hay niño que rechace a una mamá que le quiera leer un cuento: a todos nos seduce sentirnos acompañados, amados, atendidos, y eso es lo que podemos transmitirles a los niños cuando les leemos. •    El brasileño Paulo Freyre decía que primero leemos el mundo, entonces, entrar en los mundos que cada libro y que cada autor propone, representa un cúmulo de experiencias que no sólo nos ayudan a descifrar nuestra realidad, sino que nos hacen capaces de transformarla. “Leer por leer” Autor de los ensayos ¿Qué leen los que no leen?, Historias de lecturas y lectores y de Si quieres…lee, Juan Domingo Argüelles, poeta crítico literario y editor, reflexiona también sobre el tema. •         Es fundamental alentar a los muchachos a que lean obras que no son canónicas, sino libros de entretenimiento que les producen un gran placer. Desde Harry Potter hasta la zaga de Stephanie Meyer, todos los temas que a ellos les interesan. •         Las nuevas formas de lectura ya no están en las páginas de los libros tradicionales. Esto ha roto con los preceptos canónicos y lo que la gente está leyendo es lo que le da la gana. •         En esta ruptura del canon hay personas que están leyendo a autores contemporáneos y que jamás han leído a Homero, a Balzac o a Tolstoi. Parecería que esto representa un gran pecado. No significa un mayor peligro porque la gente está descubriendo por sí misma el gusto por la lectura y a lo mejor llegará algún día a esos autores que constituyen lagunas dentro de su formación. •         El futuro de la lectura, como dijo alguna vez un investigador, está en el leer por leer, porque hay un placer en ello, o porque te gusta, pero no porque tienes que cumplir  con una especie de rito en el que tienes que abarcar todo un canon. •         Internet ha roto con todos los conceptos que teníamos sobre la lectura. Los muchachos, los niños, todos los nativos digitales no están leyendo libros por internet, o lo hacen muy poco. Lo que están haciendo son dos actividades antes más difíciles de ejecutar: leer y al mismo tiempo escribir, interactúan mandando y leyendo mensajes. El decálogo del lector “Nuestra manera de tratar nuestros libros, es nuestra manera de leerlos”, así lo expresa Daniel Pennac en su muy comentado y reeditado libro Como una novela (Anagrama, 1993). En la segunda parte de esta publicación, el autor francés enlista una declaración de principios fundamentales para el lector, animándolo a que haga de la lectura una práctica disfrutable a partir de la libertad en la toma de decisiones. 1.    El derecho a no leer, porque “la libertad de escribir no puede ir acompañada del deber de leer”. 2.    El derecho a saltarse las páginas, porque de lo contrario un gran peligro acecha si no se decide por sí mismo lo que se quiere leer: someterse al aburrimiento que atenta contra nuestro placer de lector. 3.    El derecho a no terminar el libro, porque no existe obligación de enfrentarnos a una historia que no nos atrapa o un estilo que nos crispa. 4.    El derecho a releer, “por el placer de la repetición, la alegría de los reencuentros, la comprobación de la intimidad”. 5.    El derecho a leer cualquier cosa, porque es válido explorar los textos “buenos” y los “malos”. Hasta que cierto día, “sin darnos cuenta, nuestros deseos nos llevan a la frecuentación de los ‘buenos’”. 6.    El derecho al bovarismo (enfermedad de transmisión textual), es decir, “la satisfacción inmediata y exclusiva de nuestras sensaciones”. 7.    El derecho a leer en cualquier lugar, porque el disfrute de las letras (el llamado de la imaginación) no se manifiesta exclusivamente en los salones o despachos; puede aparecer en cualquier rincón, sea un patio o una letrina. 8.    El derecho a hojear… “Yo hojeo, nosotros hojeamos, dejémosles hojear. Es la autorización que nos concedemos para coger cualquier volumen de nuestra biblioteca, abrirlo por cualquier lugar y sumirnos en él un momento porque sólo disponemos precisamente de ese momento”. 9.    El derecho a leer en voz alta, porque a veces se requiere experimentar “la música intempestiva de las sílabas… a partir de que la voz se mezcla, el libro dice muchas cosas sobre su lector..., el libro lo dice todo”. 10. El derecho a callarnos, porque “nuestras razones para leer son tan extrañas como nuestras razones para vivir. Y nadie tiene poderes para pedirnos cuentas sobre esa intimidad”.
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