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Protejamos nuestras culturas e identidad para fortalecernos: Ugartechea

Lunes 09 de enero, 2012.
10:18 pm
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Oaxaca, México.- El descubrimiento de la Tumba Siete de Monte Albán, se verificó el nueve de enero de 1932 a las 16 horas, el relato pormenorizado de este hecho sin precedentes para la arqueología americana, está recogido en la magna obra  que su descubridor, Alfonso Caso, publicó en 1939, 37 años después del hallazgo. Con motivo del LXXX aniversario del suceso, el nueve de enero, en el salón de Expresidentes del Palacio Municipal se llevó a cabo la presentación del libro ¨Cómo se encontró la Tumba 7 de Monte Albán. LXXX Aniversario de su descubrimiento 1932-2012¨  de la autoría de Alfonso Caso y que relata los pormenores de la misión arqueológica. El acto contó con la presencia del presidente municipal, Luis Ugartechea Begué; la regidora de Turismo y Patrimonio Cultural, Dulce Alejandra García Morlan; la regidora de Cultura, Deportes y Fomento Educativo, Amanda Eugenia Avendaño Castellanos Cházari y Miguel Ángel Cruz González, director de la Zona Arqueológica de Monte Albán. Fue Cruz González quien hizo la primera intervención; el funcionario agradeció, a nombre de Nelly Robles, delegada del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la invitación y reconoció la iniciativa del Ayuntamiento de Oaxaca para la difusión del  trabajo arqueológico en la entidad. El director  de la Zona Arqueológica de Monte Albán manifestó que el nueve de enero de 1932 constituye un marcador temporal en la arqueología mexicana y que hoy, a ochenta años de distancia, se abren nuevas interrogantes sobre el contexto de la tumba, construida alrededor del año 600 después de Cristo por manos zapotecas y reutilizada en el último periodo de la gran ciudad, cuyo rango abarca del año 900 al mil 500 de nuestra era. Un hallazgo de este tipo demanda investigación continua y reinterpretación a la luz del trabajo interdisciplinario que incluye a arqueólogos, biólogos, antropólogos e historiadores, entre otros, ya que estas personas pueden actualizar y ampliar la información  con los avances tecnológicos del nuevo milenio. Las áreas sobre las que gira el proyecto actual de investigación de la rica ofrenda de la Tumba Siete, agregó, incluyen los análisis bioantropológico, de aspectos de fauna silvestre e iconográfico. ¨El INAH asume con responsabilidad, la tarea de proteger Monte Albán, en coordinación con las autoridades que salvaguardan nuestro patrimonio histórico¨, finalizó. Por su parte, Luis Ugartechea, afirmó que esta publicación del Municipio de Oaxaca, honra la figura señera de Alfonso Caso y su célebre descubrimiento que puso a México y a Oaxaca en el panorama de la arqueología mundial, resaltó que su gobierno aprovecha la conmemoración para refrendar la convicción de que defender el patrimonio cultural es defendernos a nosotros mismos. ¨Debemos proteger nuestras culturas e identidad para legarlas y fortalecernos; de esta manera contribuiremos a la construcción de un país que reconoce la diversidad en su Historia y es, por lo tanto, más incluyente, equitativo y democrático¨. El Edil agregó que el célebre descubrimiento en la antigua capital de los zapotecos tuvo un efecto social benéfico para Oaxaca, que en 1932 estaba prácticamente destruida por los terremotos de enero del año anterior y la moral de sus habitantes se hallaba disminuida; en ese contexto, el que saliera a la luz el fantástico tesoro de la Tumba Siete y el que se organizara uno meses después, en abril, el Encuentro Racial que se transformaría en la Guelaguetza de los Lunes del Cerro, significó mucho para la reconstrucción del tejido social de la ciudad. ¨A ochenta años del suceso, tenemos que preguntarnos qué vamos a hacer para levantar a una sociedad que sigue crispada y dolida, ¿qué haremos, siguiendo el ejemplo de las personas que vivieron en esta ciudad hace casi un siglo?¨, concluyó. El libro presentado en esta ocasión, corresponde al Prólogo y el Capítulo II, así como una selección de fotografías  del libro ¨El Tesoro de Monte Albán¨,  Segunda Edición Commemorativa del 450 Aniversario de la ciudad de Oaxaca, editado por Bancomer S.A. , en México, en 1969 . El  volumen relacionado con la Tumba Siete, se publicó por separado en las Memorias del Instituto Nacional de Antropología e Historia, y se apartó de las publicaciones de las otras tumbas, por ser esta de un interés especial, ya que fue  construida por zapotecos  y reutilizada por mixtecos El texto referido está dedicado a la memoria de María Lombardo, compañera de vida y de profesión de Alfonso Caso. En él, se comenta que el propósito de la expedición en Monte Albán en 1931, era obtener datos acerca de la escritura y el calendario de los zapotecos, así como profundizar a través de la exploración de la tumba, conocimientos relativos al vestido, el trabajo de lapidarios y orfebres y la religión de zapotecos y mixtecos; también era importante el intento de hacer una cronología e iniciar el estudio de las relaciones entre los pueblos de Oaxaca y las culturas del altiplano, así como los mayas de Yucatán y Chiapas. La exploración de la glífica zapoteca ya había sido comenzada desde 1928 por Alfonso Caso en otros puntos del Valle de Oaxaca, pero era esencial subir a la antigua capital de los zapotecos y mixtecos. El relato del maestro es emocionante, nos da los pormenores de una misión difícil pero apasionante y va más allá de los datos técnicos, en momentos se antoja como un novela de aventuras, pero su apego a la realidad vivida es estricto. En la Introducción, se menciona que se conocía la leyenda de que en Monte Albán había un gran tesoro, a pesar de la inexistencia de registros que dieran fe de que el origen de algunos objetos de oro provenientes del Valle de Oaxaca, estuviera en la mítica urbe. El nombre zapoteco de Monte Albán se desconoce, pues, a la llegada de los españoles, el lugar ya no era una ciudad ni un centro ceremonial y se encontraba en ruinas desde hacía mucho tiempo, sin embargo, en el siglo XVII se tiene evidencia de que el lugar se llamaba Monte Albán, hecho que Caso atribuye al apellido del propietario del enorme terreno. Algunos españoles, desde el siglo XVI, obtuvieron concesiones reales para la exploración de tumbas, equiparables a las de las minas. El Capitán Figueroa, fundador de San Ildefonso Villa Alta, inicialmente encomendado a la conquista de la región oaxaqueña, quedó manco e impedido a realizar tareas militares, por lo cual exploró las tumbas de Monte Albán y obtuvo muchos tesoros, los cuales perdió, junto con la vida al embarcarse en Veracruz, rumbo a España. Para las personas especialistas en arqueología, las tumbas intactas son de gran valor, no solo material y artístico, sino científico, pues la información que proporcionan los objetos depositados, se pierde cuando estos se descontextualizan y aíslan, por eso la gran hazaña del nueve de enero de 1932 es de suma importancia para conocer múltiples aspectos de la vida y la muerte de los antiguos habitantes de Oaxaca. La tumba fue explorada por María Lombardo, Martín Bazán y Juan Valenzuela, además de  Eulalia Guzmán, quien acudió una vez extraído el tesoro y colaboró en la preparación de los materiales para su exposición. Alfonso Caso, en el libro, agradece especialmente a los peones que hicieron una humilde pero indispensable colaboración en la exploración de la Tumba Siete  y encomia su honradez, ya que por sus manos pasaron materiales preciosos que fueron puestos ahí, siglos antes, por sus antepasados. Mencionarlos, dice  Caso, ¨es un placentero deber¨. El relato del momento que inmortalizaría a Caso y a todo su equipo es apasionante, en sus propias palabras: ¨A las cuatro de la tarde, del día 9 de enero, pudimos levantar una de las piedras que formaban la bóveda de la segunda cámara de la tumba, y por la estrecha abertura que quedó, usando una lámpara eléctrica, pude observar un cráneo humano y junto a él dos vasos, uno de los cuales me llamó poderosamente la atención, pues parecía barro negro extraordinariamente pulido. Era la copa de cristal de roca, que se veía negra por la tierra que contenía¨. Quitamos entonces la otra piedra, que formaba ángulo con la primera y que dejó una abertura suficiente para poder penetrar. Sin embargo, la abertura era tan estrecha que creía no poder bajar, y rogué entonces a Juan Valenzuela que descendiera a la tumba. Alumbrándose con la linterna eléctrica bajó Valenzuela y no pudo contener sus  exclamaciones de asombro ante la riqueza de lo que veía¨. Más adelante el maestro comparte la experiencia de algo que solo unos cuantos privilegiados pueden ver, una ofrenda intacta, una cita con la historia profunda de México: ¨Al iluminar la tierra de la tumba se veía brillar ésta por las perlas, las cuentas de oro y las innumerables plaquitas de turquesas que formaron en un tiempo ricos mosaicos, que fue imposible recuperar o reconstruir por más que mi primer cuidado fue ver si podía salvar aunque fuera una parte, o por lo menos poder descubrir el dibujo que tenían¨. Once horas después a las tres de la mañana del 10 de enero de 1932, el equipo entró por el acceso principal de la tumba, después de un titánico trabajo de remoción de piedras y recuperación de urnas. Se escribía una página importante de la arqueología mexicana. Lo que siguió fue exhaustivo: trabajo de hasta 14 horas diarias durante siete días para catalogar estrictamente todos los elementos encontrados y proceder al estudio de los objetos y los huesos, estudios que son constantemente revisados hasta hoy. Para el Ayuntamiento de Oaxaca de Juárez es un honor y una obligación contribuir a la preservación de la memoria de hechos como este, que forman parte de la grandeza de Oaxaca y el país entero
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