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Hambre en tarahumaras, por destrucción de su terrotorio

Sábado 28 de enero, 2012.
01:06 pm
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Oaxaca, México.- Kuira bá rarámuri (hola, qué tal, gente), es el saludo convencional que hace eco en aquellas profundas barrancas y elevadas cumbres al norte del país. “Los rarámuri son un pueblo de enorme complejidad cultural, que no construyen pirámides, ni implementan métodos de dominación, tampoco son muy dados a hablar, porque la lógica de su cultura no está en el valor de la palabra, sino en su caminar”, explicó José del Val Blanco, director del Programa Universitario México Nación Multicultural (PUMC) de la UNAM. El etnólogo universitario, con experiencia de trabajo en la región, consideró que cada año las condiciones de vida en ésta se complican por la constante depredación de la zona, que se acentúa por la sequía atípica que azota al país desde el 2010. “El problema que tenemos es que su territorio fue devastado; la estructura boscosa de la sierra, de esos enormes árboles, de 50 a 60 metros, ha sido arrasada. Vuela uno por encima de esa área y sólo se notan pequeños manchones, el resto son árboles resembrados por empresas papeleras”. Además, el saqueo maderero de la zona ha modificado el metabolismo ecológico del suelo, con los consecuentes efectos adversos en los animales que tradicionalmente consumen, abundó. “Los tarahumaras no desean necesariamente tener un proyecto de desarrollo, no les interesa; es decir, ellos tienen una forma de vida y exigen un poco de respeto a la misma”, indicó del Val Blanco. “Lo que sucede, explicó, es que existen concesiones mineras muy importantes en varias zonas y les argumentan que la tierra tiene esa vocación productiva, pero no es así, porque ellos son los dueños de ella y deben determinan qué es lo que quieren”. Garantías constitucionales Jurídica y constitucionalmente, México es un país pluricultural, sustentado en los pueblos originarios que tienen derecho a su desarrollo y autonomía propios. El Estado debe garantizar mínimamente las condiciones de alimentación, salud y educación de los indígenas en su conjunto, señaló el director del PUMC. “Son casi 80 mil seres humanos, tenemos que respetar su propiedad. No es a partir de la admirable voluntad filantrópica como se resolverán los problemas de los pueblos indígenas de México. Lo que tiene que hacer la sociedad civil no es suplir al Estado, sino exigirle que les cumpla sus derechos constitucionales, porque tiene los instrumentos y los recursos para que no ocurran estas crisis”, subrayó. Ha sido insuficiente el esfuerzo por garantizar los derechos de este sector de la población. La ahora nombrada Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), antes Instituto Nacional Indigenista (INI), lleva por lo menos 50 años de operar en la sierra y no ha implementado en esta emergencia bancos de alimentación o clínicas perfectamente localizables a los que pudieran acudir los rarámuri en situaciones complejas. Esto refleja la carencia de políticas públicas comprometidas, de largo aliento, dirigidas a este sector particularmente vulnerable de la población. “Pero no sólo es en Chihuahua, hay condiciones similares en la montaña de Guerrero, en ciertas zonas de Chiapas, en San Luis Potosí; en suma, existen siete u ocho zonas con las mismas características de urgencia”, alertó. “Pies que vuelan” “Como el primer linaje de las estrellas, como hijos de los “Que Caminan Arriba”, los rarámuris trazan sus recorridos celestes y ayudan a sostener el mundo con voluntad firme”, escribe Carlos Montemayor en su libro Pueblo de Estrellas y Barrancas, quien a decir de Del Val, nos acerca de manera precisa a la dimensión cultural de los tarahumaras, tan distante de nosotros. “Su cosmovisión es muy rica y muy poderosa, ellos no sólo están dentro de la naturaleza, en el cosmos, sino son el sustento del mismo. En su caminar se halla el movimiento cósmico del Sol y la Luna, y si ellos se detienen, el mundo se acaba”, enfatizó. Asimismo, el etnólogo explicó que son hombres de una fortaleza singular, sólo basta analizar sus formas de cacería. “Si alguien dice “cansan al venado”, quiere decir que si lo van a cazar van a caminar y correr tras él durante tres días hasta que el animal cae exhausto”. Sin embargo, el argumento de la fortaleza no debe ser utilizado por las autoridades como excusa para no resolver de forma inmediata las causas de su miseria y minimizar la importancia de tomar acciones al respecto. Para ejemplificar la densidad cultural, recordó que en 400 años sólo se ha ordenado a un rarámuri como sacerdote católico. “¡A los tarahumaras no los convence ni la Iglesia!, que ha podido persuadir a muchos otros grupos”. Asimismo, el director del PUMC, mencionó que entre los tarahumaras lamentablemente puede haber suicidios, como en cualquier otro grupo humano; pero su estructura ritual no lo concibe porque altera el ciclo de transformación que realizan después de la muerte para convertirse en estrellas. Se suicidan los individuos, no los colectivos, concluyó.
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