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Buscan rutas de intercambio de ofrendas zoques

Sábado 15 de septiembre, 2012.
01:26 pm
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Oaxaca, México.- Los ornamentos precolombinos de jade, ámbar, perlas, pirita y conchas, entre otros materiales, recuperados en la tumba de alto rango más antigua de Mesoamérica, descubierta en 2010 en la Zona Arqueológica de Chiapa de Corzo, en Chiapas, serán analizados por un equipo interdisciplinario de especialistas, quienes con ello buscarán desentrañar las rutas de intercambio e interacción cultural que se dieron en esa región hace 2,700 años. Este será uno de los objetivos próximos del proyecto arqueológico en este sitio prehispánico, que además permitirá determinar la procedencia y características de los miles de objetos hallados, informó el doctor Emiliano Gallaga Murrieta, director del Centro INAH-Chiapas. El carácter multidisciplinario de esta iniciativa conjunta los esfuerzos de expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Fundación Arqueológica Nuevo Mundo de la Universidad Brigham Young, Estados Unidos; y de la Universidad de San Carlos, Guatemala. Al respecto, Lynneth Lowe, coordinadora del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM y partícipe de la investigación, indicó que estos trabajos se harán con el financiamiento del Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica, de esa casa de estudios. “En la cámara funeraria se hallaron piezas hechas con jade de Guatemala, ámbar de la región de Chiapa de Corzo, obsidiana de las Tierras Altas, así como espejos de pirita y de hematita, posiblemente de Oaxaca. De manera que el hecho de tener ofrendas tan ricas indica que para este momento tan temprano —el periodo Preclásico (700 a.C.)— ya existía una fuerte estratificación social. Por lo menos Chiapa de Corzo contaba con la figura institucionalizada de un dignatario, posiblemente uniendo los poderes político y religioso de la ciudad”, explicó la arqueóloga. De acuerdo con la especialista, en la Tumba 1 de Chiapa de Corzo se hallaron aproximadamente tres mil 750 piezas, la mayor parte son cuentas de jade (más de dos mil 700). Los objetos de pirita ascienden a 45, de ámbar a 50, así como 900 perlas y varias conchas marinas, dos espejos de pirita, una espina de raya, representaciones de ojos elaboradas con obsidiana, y una veintena de vasijas importadas. El director del Centro INAH-Chiapas, Emiliano Gallaga, destacó el caso de los espejos de pirita, toda vez que hasta antes de este hallazgo, para el periodo Preclásico solo se tenían registrados espejos cóncavos de una sola pieza, denominados “espejos olmecas”. “Los dos espejos hallados en la tumba son de placas burdas rectangulares de pirita, con un soporte de estuco, formando un espejo cuadrado, de manera que son los primeros de este tipo que se registran para ese periodo”, puntualizó, al adelantar que estas piezas serán analizadas por él. Asimismo, en los próximos meses el doctor Adrián Velázquez Castro, del Museo del Templo Mayor (MTM) del INAH, realizará la identificación de especies de moluscos, dada la gran diversidad de conchas y caracoles que integraban la oblación. Por su parte, el maestro Emiliano Melgar Tísoc, también adscrito al MTM, reconocerá las técnicas de talla y de manufactura de los objetos de jade. La identificación de los tipos de este mineral estará a cargo de expertos del Instituto de Física de la UNAM. Mientras que el arqueólogo Edgar Carpio, de la Universidad de San Carlos, analizará las piezas de obsidiana. La investigadora Lynneth Lowe dijo que entre los resultados de las primeras etapas del proyecto de investigación, está la reconstrucción de las etapas constructivas del Montículo 11, pirámide en la que fue descubierta la Tumba 1. “Se han identificado cerca de 20 etapas, la más antigua se erigió alrededor de 900 antes de Cristo, y la última data del periodo Clásico (600 d.C.). Esto también es importante para comprender el crecimiento que tuvo la ciudad”. Sobre los personajes sepultados, el estudio de los restos óseos arrojó que el personaje principal de sexo masculino, tenía entre 50 y 60 años a la hora de su muerte. A él le fueron sacrificados un niño de dos meses de edad y un joven de aproximadamente 18 años. En lo que respecta a la osamenta hallada en un anexo de la cámara principal, ésta corresponde a una mujer que también debió fallecer a los 50 años. “Sabemos que este tipo de enterramiento era común en épocas más tardías, durante el periodo Clásico (200-900 d.C.), ejemplo de ello es la tumba de Pakal en Palenque o de Garra de Jaguar en Calakmul, pero aquí encontramos un antecedente demasiado temprano, sin contar el uso exclusivo de pirámides como recintos funerarios”. A más de esto —continuó Lynneth Lowe—, se ha completado el registro, reconstrucción y restauración del ajuar y de las ofrendas con que fueron acompañados los dos adultos enterrados en la Tumba 1. Dentro de dichos materiales sobresalen los atavíos elaborados en jade, piedra que era relacionada con las plantas, la naturaleza y la vida. El collar del dignatario se compone de casi mil pequeñas cuentas de 3 a 5 mm —de ahí que daba varias vueltas—, así como de pendientes en forma de cucharillas de estilo olmeca. También le fueron colocados brazaletes en la parte posterior de los brazos, pulseras, así como ajorcas en las rodillas y en los tobillos. Todos estos adornos, incluyendo el collar, se componen de mil 111 piezas de jade proveniente de distintos yacimientos, según sus características, algunos son de un verde más intenso y de mayor translucidez, y otros son de un tono más opaco. El ajuar funerario de la mujer no desmereció en riqueza. Su collar está formado con pendientes de jade que representan diversos tipos de aves acuáticas; sus pulseras dan varias vueltas y las ajorcas estuvieron dispuestas en sus pantorrillas y tobillos. De su cinturón destacan 80 cuentas de jade, una de ellas con forma de mono, entreveradas con piezas de ámbar. “Este es el caso más antiguo de la utilización del ámbar en Mesoamérica. Sabemos que las minas estaban ubicadas muy cerca de Chiapa de Corzo, y que en épocas más tardías controlaba la explotación y el comercio de esta resina fósil, pero el hecho de encontrarla en este contexto que se fecha hacia el 700 antes de Cristo, lo hace el hallazgo más antiguo de este material”. Estos hallazgos, concluyó la doctora, son evidencia de la trascendencia y complejidad de la cultura zoque, la cual no ha sido suficientemente valorada debido, tal vez, a su temprano desarrollo. Aunque después su territorio se vio restringido por el avance de mayas y zapotecas, esta civilización tuvo continuidad, de manera que hoy sigue viva.

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