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Los proyecto son formas nuevas para afrontar el presente: Teodoro González de León

Miércoles 19 de septiembre, 2012.
05:14 pm
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Oaxaca, México.- Teodoro González de León confiesa que la arquitectura representa su secreto personal de la juventud, pues después de tantos años entregado al oficio, la sigue viviendo con la misma pasión de cuando comenzó.

“Mi perspectiva ha cambiado seguramente con el paso de las décadas, uno va aprendiendo, evolucionando, pero la energía, el interés, la pasión continúa siendo la misma, me siento afortunado de poder sentir eso”.

El arquitecto mexicano, decano de varias generaciones de creadores y constructor de algunas de las obras más trascendentes de nuestros espacios urbanos e infraestructura cultural nacional, recibirá este miércoles 19 de septiembre la Medalla Bellas Artes por su amplia trayectoria.

“Para mí es un privilegio recibir este galardón después de 65 años de trabajo, sobre todo porque muchos músicos, pintores, escritores y gente del medio académico han sido distinguidos con él, por ello me llena de satisfacción que se tome también en cuenta a quienes nos dedicamos a la arquitectura”.

Con una obra tan vasta, muchos se podrían sorprender cuando el arquitecto afirma tener un proyecto preferido entre todo su catálogo: “Mi proyecto preferido, debo confesarlo, es el que estoy realizando en este momento, es decir el del presente, siempre ha sido así, dedico toda mi energía a lo que estoy haciendo, por eso siempre tengo un edificio consentido, el último”.

González de León se asombra de que en el mundo contemporáneo las personas habiten la arquitectura, sean envueltos por ella todos los días, pero pocos la tomen en cuenta y se detengan a ver la belleza de un edificio.

“George Steiner decía que una de las materias que más hacía falta en la educación contemporánea en el mundo era precisamente la de arquitectura, pero no para hacerla, sino para entenderla. Es muy profundo lo que él dice, porque si en las primarias y secundarias se enseñara cómo es el espacio público, el privado, los edificios, tendríamos ciudadanos que vivirían mejor haciendo suyo el espacio”.

Considera que ese saber usar el espacio a través de la educación es un sueño que se han planteado muchos especialistas en el tema con respecto a la educación y la arquitectura.

“El niño debe entender el espacio de su propia casa, de ahí puede desprenderse incluso el conocimiento de que cada rincón, puede ser su autorretrato, ese es el chiste del espacio, el vernos reflejados en él”.

En las eternas crisis, cambios, logros, avances y retos que viven los países, dice, la arquitectura ha demostrado a lo largo de la historia de la humanidad ser la mejor máquina del tiempo, pues es la que a fin de cuentas perdura.

“Hacer un edificio es algo muy laborioso, un proyecto tarda tres, cuatro, cinco años, pero también dura más, y en ello también radica la responsabilidad del arquitecto, quien debe estar consciente de que aquello que hace se quedará”.

Después de muchas décadas, sigue convencido de que la gran riqueza de la arquitectura es la eterna búsqueda de los volúmenes en la luz, aunque confiesa que en esa cruzada él sigue sin estar satisfecho.

“Nunca lo estoy, en ningún proyecto quedo cien por ciento satisfecho, pero uno tiene que decir en cierto momento se acabó, porque el seguir perfeccionando es algo infinito, uno debe saber cuándo cortar, porque en realidad nunca se acaba”.

Confiesa que en el diseño de su obra existe la influencia de músicos, pintores, escritores: “Uno no sabe cómo lo va a influir cierta pieza musical, a veces encuentro puntos de conexión entre la música y la arquitectura por el simple hecho de que se desarrollan en el tiempo, es decir, la arquitectura se vive en el tiempo, no es algo estático, sin embargo, al tratar de explicar cómo influyen otras artes en este oficio, uno nunca queda satisfecho con las respuestas, es un misterio”.

González de León asegura sentirse contento de vislumbrar un futuro luminoso para su profesión con las nuevas generaciones de arquitectos que están surgiendo en el medio.

“Me parece una nueva generación muy preparada, que está realizando trabajos de gran calidad, lo que sí, me abstengo de decir nombres, pues no quisiera omitir a nadie”.

Recuerda cuando, en la primera mitad del siglo XX, el Centro de la ciudad fue muy lastimado y se demolieron palacios y edificios bellísimos en pro de abrir nuevas avenidas, calles y edificar oficinas.

“Todo eso se terminó hasta los años 50, cuando José Iturriaga dijo que nos estábamos acabando el Centro y que había que hacer una delimitación de ese espacio, sin embargo, la destrucción de los 30 y 40 ya había ocurrido”.

Este fenómeno de la falta de una cultura de preservación, explica, no ocurrió sólo en México, sino en otras partes del mundo, pues incluso en París se tuvo que frenar el daño al patrimonio.

“Una pérdida de un edificio histórico o un monumento es una cosa lastimosa, pero más aun si se sustituye su espacio con una porquería. Lo que se hace nuevo, no debe ser más débil que lo que había, ése es el gran problema".

En este sentido, mencionó el reto que se plantean naciones con una gran riqueza patrimonial como México para preservar sus construcciones antiguas y, al mismo tiempo, seguir desarrollando nuevas, con miras al futuro. González de León considera que este planteamiento es más una obligación.

“Contemplar el pasado nos sirve para tener una perspectiva y educarnos, pero también debemos ocuparnos del presente, por ello, debo confesar, no pienso mucho en el futuro, cada proyecto para mí es una manera de afrontar el presente”.

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