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Se cumplen 125 años del nacimiento del poeta Ramón López Velarde

Sábado 15 de junio, 2013.
10:11 am
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Oaxaca, México.- Este 15 de junio se cumplen 125 años del nacimiento de Ramón López Velarde, su obra, de acuerdo al destacado historiador, editor y humanista mexicano José Luis Martínez, es un legado cada vez más vivo y entrañable, cada vez más rico y persuasivo que algunos podrán amar por el aroma que cautivó de la provincia; porque retrató de forma perfecta la esencia de México o simplemente por su gusto por la poesía y prosa que con viejas palabras crea mundos mágicos y accesibles a todos los que desean descubrir con las mismas los secretos guardados en el corazón.
Los inicios
Ramón López Velarde nació en el pueblo de Jerez, Zacatecas el 15 de junio de 1888. Murió en la Ciudad de México el 19 de junio de 1921 por neumonía y pleuresía a causa de un largo paseo nocturno realizado después de una visita al teatro y una cena, en que pretendió, sin abrigo, oponerse al frío de la ciudad.
Sus primeros años pasaron en su pueblo natal. De 1900 a 1902 estudió Humanidades en el Seminario Conciliar de la Ciudad de Zacatecas, después pasó al Seminario Conciliar de Santa María de Guadalupe de la Ciudad de Aguascalientes y, posteriormente, al Instituto de Ciencias de la misma ciudad. En 1908 ingresó a la Escuela de Leyes del Instituto Científico y Literario de la Ciudad de  San Luis Potosí. Por esos años empezó a colaborar en revistas y periódicos de provincia.
Para el escritor, editorialista, académico y especialista en poesía mexicana moderna Guillermo Sheridan, Ramón López Velarde fue un escritor multifacético, que desde que empezó a escribir, trató de crear sujetos verbales que no son solamente una proeza expresiva, sino también el mapa perfectamente realizado de la forma en la que una conciencia se relaciona con el mundo.
“Fue un escritor que vio a la poesía como un misterio del lenguaje para acceder a las grandes verdades y a su propia conciencia. Pero también como un vehículo asombroso para penetrar en las complejidades del amor, el erotismo, la sexualidad, la memoria, la naturaleza del olvido, la sustancia de la que está hecha la nostalgia y el deseo”, detalló en entrevista con Conaculta.
Mientras que para la doctora Silvia Hamui Sutton, profesora de Literatura Hispanoamericana del Siglo XX en la FES-Acatlán, se trata de un poeta multidisciplinario que oscila entre el ideal y la realidad enfrentando sus demonios, sus amores, sus pérdidas y las incongruencias de la existencia, que encausa en el universo de las palabras.
“Un escritor que desde su escritura poética y crítica en reseñas, ensayos y artículos políticos, aunados a la diversidad de sus temas: la psicología del poeta, los prejuicios morales, las situaciones políticas, históricas y sociales, revela las inquietudes y cuestionamientos de cada etapa de su vida”, detalló la profesora.
Se trata de un hombre, que de acuerdo al maestro en Letras Mexicanas, profesor de Literatura Mexicana en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y secretario académico de la Licenciatura en Lengua y Literatura Hispana en la misma facultad, Israel Ramírez, era de los pocos autores que eran bien queridos y aceptados en el medio literario.
“El cual podría definir como un peatón, como una persona a la que le gustaba caminar y que ve muchas cosas por donde pasea, las cuales retrata en sus obras poéticas. Es un escritor con un sentido agudo de la vista y de la perfección que lo convierten en una persona atenta a su acontecer”, reveló el maestro.
En 1910 Ramón López Velarde conoció a Francisco I. Madero, simpatizó con sus ideas y fue su amigo, aunque se adhirió a su causa y colaboró como secretario, no siguió el movimiento revolucionario. En 1911 obtuvo el título de abogado y ejerció como juez en la localidad de El Venado, en San Luis Potosí.
Para 1912 llegó a la Ciudad de México y se estableció definitivamente en 1914 para publicar en periódicos y revistas poemas, realizar periodismo político y escribir ensayos breves y crónicas.
Escribió para medios de San Luis Potosí, Aguascalientes, Guadalajara y Zacatecas como El Debate, Bohemio, Nosotros, El Regional, Pluma, Lápiz y El Eco de San Luis Potosí. En la Ciudad de México colaboró para La Nación, El Nacional Bisemanal, Vida Moderna, México Moderno, Revista de Revistas y Pegaso cuya dirección compartió con Enrique González Martínez y Efrén Rebolledo.
En los nueve años que residió en la capital del país, también ocupó puestos burocráticos y docentes, entre ellos, profesor de literatura en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Escuela de Altos Estudios, hoy Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
“Como poeta –añadió Sheridan– fue esencial, fastuoso y al mismo tiempo enormemente íntimo. Un hombre que revitalizó y energizó la lengua castellana que se habla en México como quizá nunca lo hizo algún otro poeta moderno. Como reseñista, fue alguien que polemizaba bien, batallador y enérgico, destacando como reseñista de música, de artes plásticas y ya más adulto, también realizando reseñas que defendían el derecho y la voz del poeta para ser él mismo”.
Guillermo Sheridan, autor de Un corazón adicto: la vida de Ramón López Velarde, considerada la más completa biografía del poeta, destacó que sus artículos políticos son curiosidades históricas que tienen importancia para los historiadores, a raíz de los estudios que se hacen ahora de la historia de la Revolución Mexicana, ya que López Velarde fue militante del Partido Católico Nacional que es el partido que postula a Francisco I. Madero a la presidencia.
“Y como periodista, que ahora se llamaría periodista cultural, López Velarde fue un ser complicado y de contradicciones. Lo que más me gusta de su periodismo son las crónicas que escribió sobre la Ciudad de México que son enormemente hermosas y están bien escritas, ya que levantan un registro muy acucioso de la temperatura social y civil del centro de la Ciudad de México que él vivió y recorrió minuciosamente”.
Obras completamente erotizadas
Para el poeta, ensayista, editor y director de la editorial El Tucán de Virginia, Víctor Manuel Mendiola López, la poesía mexicana de Ramón López Velarde es de gran trascendencia en las letras mexicanas porque es, hasta ahora, el primer poeta moderno y el único autor con una hondura humana tan insoslayable como insuperable, “ya que volvió la complejidad, la dificultad y la hondura intelectual en un hecho que cualquier lector culto o inculto, puede comprender”.
Por lo que se refiera a sus aportaciones, de acuerdo a Israel Ramírez estas se pueden ver desde tres múltiples líneas: el descubrimiento en la literatura mexicana de lo que es el mundo de la provincia mexicana; el trabajo de recuperación y clausura de un molde poético que se escribe para alabar a la patria a través de La suave Patria.
Y la reformulación de un lenguaje modernista al que se le añaden registros léxicos, lo mismo religiosos que coloquiales, lo que hace que su lenguaje sea al mismo tiempo uno que parece ser hablado o  que construye una retórica de lo hablado.
“Estos elementos convierten a López Velarde en un poeta que tiene una leyenda que lo sitúa como un autor nacionalista. Como el poeta nacional por antonomasia que ha dejado en el olvido otro de los tintes de su escritura, es decir, la letra de un poeta de tinte plenamente amoroso que habló siempre del amor, del deseo y de las atmósferas donde se sucede la rememoración de la madre”.
Para Guillermo Sheridan, Ramón López Velarde renovó el lenguaje de la poesía y creo puertas hacia los grandes enigmas espirituales. De ahí radica la importancia de su trabajo, ya que dio origen a diversos versos que retrataron de forma excelsa el mundo del amor, del deseo, del olvido y de la memoria creada por alguien que lo vivió de manera intensa.
“Son 100 poemas o menos los que integran la obra de López Velarde, los cuales pueden conocer los lectores que quieran acercarse a un trabajo que es acogedor, enigmático y muy sonoro, como una especie de gran sinfonía que a veces es mucho más íntima.
“En este sentido, su aportación es que logró escribir muy buenos poemas que lo convirtieron en un eslabón esencial dentro de la gran poesía mexicana del siglo XIX, es decir, entre Amado Nervo y Manuel José Othón con la generación siguiente de Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen y José Gorostiza, que a su vez son el eslabón que llevan a la generación siguiente: la de Octavio Paz y Efraín Huerta”.
El primer libro de Ramón López Velarde fue La sangre devota (1916), editado por Revistas de Revistas, el cual contiene la originalidad del tratamiento de la provincia con una emoción que se ajustaba al intento de afirmación nacional que trajo consigo la Revolución de 1910. Además de que habla de experiencias sensuales y espirituales en el ambiente familiar y religioso de la provincia.
“Es un libro –añadió Israel Ramírez– en el que descubrimos cómo el escritor se interesa por un espacio mexicano que había sido poco tratado en las letras: el campo y las parcelas de sembradío. Una obra donde vemos reflejado el espacio de los pequeños poblados y comarcas que no se podrán identificar más que en la obra de López Velarde”.
Para Víctor Manuel Mendiola es un texto donde se observan los temas centrales del trabajo de López Velarde: la tierra, la infancia y su primer amor, que son al mismo tiempo, un viaje, intelectual y humano a la profundidad del hombre moderno.
“Es un texto donde vemos como López Velarde es un prosista fuera de serie, tanto en la prosa crítica como en la prosa de invención. Un hombre cuya obra es diáfana y compleja, franciscana y polígama, caracterizada por ser poliédrica, irregular y compleja, pero además, profundamente crítica, tanto en un sentido humano como literario”.
Su segundo libro fue Zozobra (1919), en donde se perciben los matices de una evolución espiritual limitada por los signos astrológicos de López Velarde: el León y la Virgen, carne y espíritu, pecado y virtud, religiosidad y erotismo, sensualismo y sentimentalismo, ya que es una etapa de su vida en donde es un hombre soltero quien a pesar de ser amado por muchas mujeres, ninguna lo acompaña constantemente.
En este sentido es un texto donde López Velarde recoge con intenso dramatismo y enternecedora sinceridad el dualismo moral entre el erotismo y la religiosidad.
Es una poesía –añade Guillermo Sheridan– enormemente erotizada “en donde estamos hablando de un hombre para el que el amor era también el nombramiento del mundo, el enamoramiento de las palabras. Es una poesía deseante y deseosa, hecha de avidez, palabra que se repite obsesivamente en su literatura. Es la obra de un hombre que convierte al amor en un instrumento de conocimiento propio y del mundo, por eso es el trabajo de  un poeta enormemente sexual.
“De un poeta que explora esencialmente el mundo a partir de su deseo, del deseo de la mujer, una mujer que es además una conductora y una guía hacia la revelación, inclusive hacia la resurrección que para mí es el tema esencial de su poesía. De un poeta que inventario su alma como muy pocos y que nos conduce a ese inventario para que aprendamos sobre nuestra propia alma”.
Para Israel Ramírez, se tarta de un libro donde se observa una fusión de múltiples metalenguajes, líneas de escritura y registros léxicos que no tenían antecedentes en la literatura mexicana, “en donde López Velarde nos muestra palabras y un léxico extraído de su gran conocimiento y su gusto por el mundo de lo sagrado y eclesiástico.
“Una obra que pone en marcha la suma de palabras sacadas de temáticas bíblicas, como de sermón, de iglesia, más los temas del amor y del deseo que conjugados en un verso, nos entregan una posibilidad de rastrear en él una incipiente tradición de ruptura con el verso medido y modernista, lo que hoy entenderíamos como verso libre”.
Mientras que para Silvia Hamui es un texto que refleja una nostalgia y perspectiva de lo cotidiano, del mundo del instante, que adquiere relevancia cuando se aleja de las manos, el cual se puede palpar al adentrarse, por ejemplo, en los poemas: Que sea para bien... o El viejo pozo, en donde se observa cómo los versos conducen a ese pasado irrecuperable y efímero.
“O podemos escuchar el eco del zenzontle que lleva al poeta a sueños de antaño: ‘He vuelto a medianoche a mi casa, y un canto/ como vena de agua que solloza, me acoge...’, pues bien sabemos que recordar es ir en búsqueda de la memoria entremetida en la imaginación que, al recuperar eso que creemos nuestro, lo reinventamos para hacer de lo ausente algo presente.
“Asimismo, es una obra en donde nos podemos detener en otra modalidad de su poesía: ese desdoblamiento del yo, en  el que se abre la conciencia al tiempo real. Así, escuchamos versos como: ‘Soy el mendigo cósmico y mi inopia es la suma/ de todos los voraces ayunos pordioseros / mi alma y mi carne trémulas imploran a la espuma/ del mar y al simulacro azul de los luceros [...]’, en los que el yo lírico se confronta consigo mismo, con ese otro que no se acaba de completar”.
Su tercera obra está representada por La suave Patria, su poema más conocido, escrito en ocasión del primer Centenario de la Consumación de la Independencia de México, el mismo año de su muerte (1921), que fue publicado en el libro póstumo El son del corazón (1919-1921-1932). Se trata de un poema que se vuelve un intérprete lírico y épico del pueblo al representar en una serie de imágenes los perfiles más asentados de México.
La suave Patria es un poema que recibió muchos análisis, entre ellos el realizado por Víctor Manuel Mendiola, quien editó un libro sobre dicho texto, en donde expone cómo además de ser un poema largo, de gran aliento, es, en contra de lo que se pensó por mucho tiempo, beligerantemente crítico.
“Y cuando digo crítico, lo digo en dos sentidos: en primer lugar, es un texto crítico de los caudillos, de la violencia, de la Revolución y de Álvaro Obregón, es decir, de crítica histórico social. En este poema, López Velarde criticó de una manera imprevisible, precisamente a la patria.
“En segundo lugar porque es una crítica del lenguaje de la poesía. López Velarde al transformar el lenguaje íntimo en un lenguaje épico con sordina, lo sometió a una tensión que no se conocía en la literatura mexicana. Yo hice la edición de La suave Patria fascinado por el espíritu crítico, altivo y rebelde que se refleja en el de López Velarde”.
Reconocimiento póstumo
Algunas de las obras que López Velarde realizó en poesía aparecieron publicadas por primera vez en periódicos y revistas, y después fueron recogidas póstumamente en diversos libros: El son del corazón (1932), El minutero (1923), El don de febrero (1952) y Prosa política (1953).
En 1935 Xavier Villaurrutia publicó el primer intento serio de comprensión y selección: Poemas escogidos de Ramón López Velarde. En 1944 Francisco Monteverde edita una plaquette de La suave Patria y Arturo Rivas Sáinz publica en Guadalajara El concepto de la zozobra, primer libro destinado íntegramente al estudio de la obra del poeta.
Así año tras año, se han editado diversos libros que realizan estudios y divulgan sus obras –algunas olvidadas– e incluso que exhiben por primera vez algunos de sus borradores.
Entre estos textos se encuentran: Ramón López Velarde. Obra poética, una edición crítica coordinada por José Luis Martínez y editada en 1998 en la Colección Archivos 36 por el Conaculta.
En voz de José Luis Martínez: “un texto que intenta reunir y ordenar todos los textos poéticos hasta ahora conocidos de Ramón López Velarde, así como ofrecer, en el aparato crítico –un estudio preliminar, una explicación de fuentes, una cronología bibliográfica y sus notas textuales– una síntesis de lo que hasta hoy sabemos de López Velarde.
“Y de los juicios más importantes que sobre su personalidad y su obra se han escrito, durante algo más de 80 años. Así pues, en esta edición se juntan y se aprovechan los trabajos de los principales investigadores precedentes, gracias a los cuales nos es posible conocer y comprender más cabalmente la obra en verso de López Velarde”.
También encontramos Novedad de la patria, texto que aborda la obra cumbre de Ramón López Velarde: La suave Patria, la cual es explicada por Felipe Garrido. Este es un volumen editado por la Dirección General de Publicaciones del Conaculta en 2009 en la Colección Summa Mexicana.
Es un texto que en letras de su autor, “habla sobre Ramón López Velarde, uno de los poetas que más quiero y me gustaría que, después de leer este libro, también el lector lo quisiera y lo siguiera leyendo. Un escrito que muestra cómo La suave Patria es una visión personal, una idea diferente de lo que la Patria es para Ramón López Velarde.
“Y en donde el poeta hablará de ella con los versos para demostrar que la Patria es lo que llevamos dentro. Se trata de un poema que hay que leer con cuidado, línea por línea, en voz alta. Que si no entiendes en la primera lectura, no importa; sólo déjate ganar por su música. Eso es ya comenzar a comprenderlo”.
Además de Ramón López Velarde: El inteligente ejercicio de la pasión, texto coeditado por el Conaculta y el Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde en 2001, en donde participan diversos escritores: Benjamín Valdivia, Sofía Ramírez, Arturo Villalobos, Francisco Rosas, Elvia Navarro, Juan Antonio Caldera Rodríguez, Maritza M. Buendía, Rodrigo Figueroa, Gonzalo Lizardo y Juan José Macías.
Un volumen que de acuerdo a Juan Domingo Argüelles, encargado de la presentación del mismo, “es un libro que reúne diez acercamientos de un igual número de autores jóvenes, que sirven como prueba fehaciente de que López Velarde sigue vivo, quienes dialogan con la obra de un joven cuya muerte temprana lo hizo vivir entre nosotros joven para siempre.
“Desde diferentes perspectivas y con diversos intereses aspiran a ser una revelación que resulta de la lectura de los poemas y prosas de Velarde. Además de presentar diez acercamientos a la vida y obra de quien, lo mismo en la poesía que en la prosa, logra una originalidad que, de tan íntima, de tan personal que es, no admite discípulos ni retornos”.
Mientras que el Fondo de Cultura Económica ha editado La suave patria y otros poemas texto publicado originalmente en 1965 y que en 2010 fue presentado en versión electrónica.
Se trata de una selección de la obra poética de Ramón López Velarde acompañada por un ensayo-prólogo de Octavio Paz. Aquí se antologan poemas de los libros Primeras poesías (1905-1912), La sangre devota (1916), Zozobra (1919) y El son del corazón (1919-1921; 1932).
También se encuentra La Suave Patria publicado en 2008 por Ediciones Tecolote, un libro en donde cada imagen y cada verso “son una declaración de amor a la patria”. Un texto que en 40 páginas exhibe el poema La Suave Patria de Ramón López Velarde, ilustrado con el pincel costumbrista del pintor Jaime Saldívar, que presenta, tal como lo afirma Carlos Fuentes en el prólogo del libro "...las grandezas pequeñas y las pequeñas grandezas de nuestro país".

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23/12/2013 | 10:00 pm | lilia
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