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El Mercado de Abasto o el desmadre cultural organizado

Lunes 24 de noviembre, 2014.
09:30 am
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Por Renato Galicia Miguel Oaxaca, México.-“¿Qué se necesita para ser escritor?”, la pregunta  del “vendedor ambulante de piratería” que en las mañanas completa el gasto picando fruta para el desayuno que venden a empleados de comercios, locatarios, tianguistas y marchantes del día, es el clímax del cuarto Festival Cultural Abasto de Letras. El inesperado aunque anhelado logro de la edición, inverosímil clic entre poetas y supuestos iletrados, aquellos que la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem) nunca registraría dentro de los que leen tres libros al año en el país. Hechos, no estadísticas, que demuestran un clic que, sin embargo, no es la excepción ni en el festival ni, mucho menos, en el Mercado de Abasto._MG_0577 Los poetas del foro instalado en el estacionamiento del “DIF Central de Abasto” se deshacen en respuestas a la pregunta: “nada, empezar a escribir, descubrirse; para iniciar, tener vocación, la lectura”. Después, mezcalito en mano, departiendo con la banda de periodistas y escritores que normalmente sólo transitan en los círculos culturales  del Defe y el Centro Histórico de la capital oaxaqueña, el vendedor ambulante de 40 años responde en confianza a la pregunta de si escribe o le gustaría: “no estaría mal intentar”, comenta como si nada. Sabines abarrotero, Murakami capitán de un club de jazz: ¿poeta vendedor ambulante de piratería?   La mona y los migrantes en tránsito: “I love you” Moneando con una mano y el libro en la otra, el joven drogo, migrante experimentado que parla el inglés playero, ha tomado el poemario de la mesa de fiestas sin mantel que sirve como estante de ventas durante la presentación de un libro en el Abasto de Letras, y repite: “quiero ver al autor”, “quiero ver al autor”, “quiero ver al autor”. Lo estruja, lo abre: “Mahra Ramos”, murmura, pasa las páginas  compulsivamente, encuentra, lee: “El reloj de arena tiene curvas de mujer”… “I love youuuuuu”, grita. Drogo lector que manoteando, moneando, cantando, intimidando, recitando: “El reloj de arena tiene curvas de mujer”, y gritando: “I love youuuuu”, abandona el foro. Luego, el poeta ambulante, que ha pasado media tarde oyendo poesía, baila al son de Víctor Martínez y su  guitarra con el teporocho del “amilagrado corazón”, inminente personaje de otros versos de Mahra en “Casa de muñecas” (Editorial Pharus); después, se va a dar la última ronda de ventas del día. Sin despegar el ojo del espontáneo y neto  performance underground del drogo lector y el poeta ambulante,  Jesús Rito García, escritor, director de la editorial Pharus y uno de los organizadores del Abasto de Letras  expone logros y retos del festival: las 40 actividades de la cuarta edición,  entre talleres ‒los de poesía y cuento de Raúl Renán y Juan Antonio Ascensio incluidos‒, lecturas, charlas, presentaciones de libros, pláticas de ciencia y metodología de la enseñanza y más. Participación desinteresada, sin cobrar un solo quinto, de poetas, músicos, talleristas y comerciantes que respondieron a la convocatoria abierta y libre lanzada en julio pasado. Presencia de lleno de los comerciantes, incluso dejando de lado por cuatro días sus prioridades de venta, y la de sus hijos en los talleres y las actividades culturales diversas. Difusión  del “mercado como un centro cultural más dentro de todo el espectro de espacios del ramo en la Ciudad de Oaxaca”. El  quitarle la mala fama por la delincuencia, pues, sin olvidar que el principal reto sigue siendo que confluyan dos polos opuestos, los artistas, intelectuales  y sus públicos del Centro Histórico y los comerciantes y clientes del Mercado de Abasto. El choque intercultural de sectores sociales poco o nada preparados para encontrarse en tiempos de globalización, aun cuando los intereses coincidan, del que habla Néstor García Canclini. Y también el logro específico del Abasto de Letras 2014: la presencia del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) a fin de visibilizar a los migrantes en tránsito que cada vez confluyen más aquí. Los de Centroamérica, principalmente, y los oaxaqueños que regresan de Estados Unidos y necesitan dinero para llegar hasta sus pueblos. [caption id="attachment_136281" align="alignright" width="300"]Foto:www.59mm.mx Foto:www.59mm.mx[/caption] El coordinador de Componentes del PNUD-México, Erick Hernández, explica que la Ciudad de Oaxaca y en especial el Mercado de Abasto se han convertido en focos de los migrantes en tránsito, por lo cual se vuelve indispensable generar conciencia de que circulan por aquí, que buscan trabajo para sobrevivir y no son delincuentes, que es necesario que los locatarios puedan involucrarse en redes de protección, que hay que fortalecer la capacidad de albergue de la asociación civil Centro de Orientación del Migrante (Comi) de Oaxaca de Juárez ‒ubicado en callejón Guadalupe Victoria s/n, atrás del Soriana de avenida Madero (http://comioaxaca.org.mx/site/; teléfono: 01 951 51 6 90 04) ‒, uno más de los existentes en Tapachula y Arriaga, Veracruz; Ciudad Ixtepec, Oaxaca; Distrito Federal, Tamaulipas, Coahuila, toda la ruta del migrante que se ha diversificado, que se ha esparcido por el país entero. Migrantes que ya no abordan a “La Bestia”, ese tren maldito, sino que vienen caminando mil kilómetros y les falta otro tanto y más, quizá mucho más, porque se desvían por caminos y veredas una y otra vez. Personas con una condición física mayor al de un atleta profesional que arriesgan la vida tres o cinco veces más que si viajaran en ferrocarril y autobús. Algunos vienen de Ecuador y Cuba, precisa Erick Hernández, pero la mayoría son de países centroamericanos: Honduras, Guatemala, Nicaragua y El Salvador, de donde emigran porque el crimen organizado les cobra 400 pesos por semana por dejar vivir a sus familias. Entre 150 mil y 400 mil migrantes que al año  cruzan la frontera con México con la idea de llegar al sueño americano que al final se vuelve pesadilla.   Para las malpasadas, cultura y aceite de caguama El poeta ambulante sale del foro del Abasto de Letras rumbo al paradero de autobuses: “Cuarteleees, Centro Normaaal, Hospitales, Volcanes Jardineees”. Cruza a la acera de enfrente, camina entre los puestos. Aroma de  tacos de longaniza y trompa, remedios del merolico en los altavoces: “aceite de caguama para todas esas malpasadas, abusos, excesos, desveladas”, en mezcla con la música grupera y los pregones de todo mercado. En el Mercado de Abasto hay 11 mil locatarios fijos y otro tanto igual de tianguistas y vendedores informales, estima Martha Acevedo, comerciante y organizadora del mencionado festival. Si se toma en cuenta que alrededor de ellos giran y dependen familias de entre tres, cinco o más miembros que también conviven constantemente ahí, la cifra crece de forma significativa. Y si se suman los clientes habituales, que en días de plaza aumentan de manera notable, la multitud se torna indefinida en diversidad y cantidad. Son comerciantes, tianguistas y visitantes de colonias aledañas, de pueblos de los Valles Centrales e incluso de las regiones de Oaxaca, el Istmo o la Mixteca, o de otros estados del país, Puebla o Veracruz. Hay diversidad cultural. Los clientes son de esta capital, de comunidades cercanas y lejanas, de países como Alemania, Francia o Estados Unidos. Martha Acevedo estudió psicología, pero no acabó la carrera. Su padre y su madre son comerciantes. Les tocó el paso del tianguis de alrededor del mercado 20 de Noviembre a la Central de Abasto. Allá tenían un casetita de canastos, pero aquí el giro de su papá fue de relojero. Ella llegó a los ocho años, creció entre el comercio y un día su papá le proporcionó un espacio para perfumería y regalos que Martha amplió a la venta de mochilas, por su gusto por la escuela y los niños, seguramente. De eso han transcurrido 38 años. También es bibliotecaria de la Biblioteca Pública Central “Margarita Maza de Juárez”. Lleva casi 30 años ahí, últimamente promoviendo el fomento a la lectura, labor en la que se ha especializado tomando talleres, cursos, diplomados. Hace 13 años, un tanto impulsada por su vocación y otro por su hija y su hijo que entonces eran pequeños, fundó en el Mercado de Abasto una biblioteca de consulta y préstamo a domicilio y una sala de lectura donde hoy asisten 35 o más niños al día, amén de locatarios y empleados de ellos de todas las edades. Y, vía el contacto que realizó el escritor Luis Manuel Amador, en 2011 unió esfuerzos con Jesús Rito para crear el Festival Abasto de Letras. A la Central de Autobuses de Segunda Clase de Oaxaca Antequera S.A. de C.V, el poeta ambulante la recorre por rutina, pues ella se ha convertido en una especie de elefante blanco pobre: sus destinos se los arrebató la modernidad de las vagonetas de las calles más cercanas al centro de la ciudad. Los autobuses Fletes y Pasajes siguen, también las salidas a Tapachula, Mazatepec, Istmo, El Camarón, Matías Romero, ¿quién viajará desde aquí a Querétaro, La Piedad, Mazatlán?, Juquila, Sola de Vega. La gente de huarache y ropa barata espera, el lic de novela costumbrista de Manuel Payno platica animado. Es atmósfera rulfiana esta central camionera: “¿por qué se ve esto tan triste? Son los tiempos, señor”. Sale de la Central Antequera S.A. de C.V., el poeta ambulante. Cruza hacia el mercado, entra por la “Zona Húmeda”. Se lee, se oye, se ve, se huele, se siente, se colman los sentidos. Juguería “La Naranjita”, pollo fresco, refresquería y nevería “Lupita”, bolsas, herramientas chinas,  faldas de mezclilla de a cien, arbolitos navideños de plástico, loza, ¿a cuánto sale el (la) sartén?; el de teflón a 85 y el de peltre también, perros, gallinas, guajolotes, conejos, cuyos, palomas, hules, horquetas de madera, plástico o fierro, ocotes, petates, canastas, huaraches, cerillos, rastrillos, veneno para las ratas, moscas y cucarachas, tlayudaass, gel, cremas, frutas en bolsa, “calentador para el agua”, ¿quiere blandas? El Mercado de Abasto está dividido en giros de “Zona Seca” y “Zona Húmeda”. La primera incluye ferretería, ropa, zapatos, mochilas y artesanías; la segunda, carnicerías, juguerías, cafeterías, panaderías, comedores. Los tianguis y los días de plaza de martes, viernes y, sobre todo, sábados,  de frutas, verduras y yerbas son de “propios” que vienen de los Valles Centrales: Ocotlán, Etla, Zaachila, Tlacolula, pero también del Istmo de Tehuantepec o la Mixteca. Expenden las empanadas y memelas, las guías, las flores, el chocolate-atole, los cocos, los chapulines, la barbacoa de chivo,  la caña, el pescado fresco, la carne asada en el mercadito de humo. Aquí perduran las visiones del tianguis tlatelolca que describieron Hernán Cortés,  Bernal Díaz del Castillo ‒por cierto, éste pseudónimo de aquél, según hipótesis actual de Maurice Duverger‒ y Fray Bernardino de Sahagún; los relatos de Antonio García Cubas y Luis González Obregón sobre los mercados de la Plaza Mayor de la Nueva España y del El Volador en el siglo XIX; las vivencias escatológicas, por demás ricas culturalmente hablando, de un D. H. Lawrence  recorriendo el 20 de Noviembre allá por 1924; y los estudios  de Bronislaw Malinowski y Julio de la Fuente de los mercados de Oaxaca a mitad del siglo XX. Un universo histórico en resistencia cultural ante el “régimen mundial de alimentos”: colonial de 1870 a 1930; mercantil, de 1950 a 1970, y corporativo de 1970 a la fecha, según datos de la antropóloga social Charlynne Curiel, adscrita al Instituto de Investigaciones Sociológicas de la UABJO, quien ofreció, en la Casa de la Ciudad, la charla “Mercados y proyectos para los productos alimentarios locales de Oaxaca”.   El Abasto de Letras y los hijos del segundo patio El poeta, músico y promotor cultural Óscar Tanat es, también, hijo del Mercado de Abasto. Su padre, relojero de oficio, fue fundador de dicha Central. Y ahí sigue, a pesar de la avalancha del teléfono celular que desplazó el uso del reloj. Creció aquél entre patios, pasillos, locales y puestos; estudió el kínder ahí, “era al que madreaban todos los recreos”. Inevitablemente, fue Tanat quien bautizó al festival como Abasto de Letras. Participó en la organización de las ediciones del primer y segundo año, al tiempo que leía “poemas para trastocar” tipo  “Manual estructural de brujería cósmica mundana” y “burdelería porno lexicológica y anales de poesía”. En el tercer encuentro nada más presentó la ahora desaparecida revista “El Jolgorio Cultural” y en  la presente ocasión hizo lo propio con “El Comején”, renacida publicación de la Biblioteca Pública Central, que dirige Ruth Orozco. “El  Abasto de Letras, el cual está imbricado con el (anti) movimiento literario poscorrientista del grupo que gira alrededor de la editorial Pharus ‒cuenta‒, nació por dos motivos: porque era necesario  un festival cultural en la Central que estuviera fuera de lo oficial y porque resultaba indispensable acercar a su gente a otro tipo de dinámica, una que rompiera con su cotidianidad”. Y al igual que el poscorrientismo, “el Mercado de Abasto y el festival son una mezcla y confluencia  de todo, de cualquier cosa, del pescado, la carne, la fayuca, la fruta, todo el desmadre; la literatura, la música, el performance, los talleres; los escritores, los comerciantes, las audiencias cultas, los clientes habituales; del mixe, el zapoteco y el mixteco; de los ‘güeros’ de Nueva Zelanda o Australia; del drogo lector y el poeta ambulante. Un desmadre cultural organizado; una forma coherente de vivir y hacer comercio”. También un mecanismo de supervivencia con sus problemas de delincuencia, cholos y  alcohólicos, pero sobre todo de peligro de extinción: “mis padres hicieron su casa con las ganancias de sus locales; hoy, un prima mía que también es comerciante en la Central me  platica que a veces vende a cuentagotas, de ocho de la mañana a ocho de la noche, 80 pesos al día”. El niño lector Noé Camacho Méndez tiene nueve años de edad. Desde los cinco hasta ahora ha asistido a las cuatro ediciones del Abasto de Letras. Hoy incluso ayuda ya en la logística, trae los tamales de cortesía con la esmerada atención del comerciante avezado y escucha poesía como experto, pero sin blof. Igual que la primera vez. “Por ahí andaba corriendo, dando lata en los foros durante una lectura de textos para niños leímos un cuento del escritor Francisco Hinojosa”, platica Jesús Rito: “le dije que se calmara, que escuchara; “si estoy escuchando”, respondió. “A ver, dime de qué trató el último cuento; del dragón y el hombre con su armadura”, precisó. Hijo de la comerciante Aleida Méndez y de Jaime Esteban Camacho, un ex cholo que dejó de serlo “porque tiene responsabilidades que cumplir con su familia”, Noé Camacho Méndez representa también el inesperado, inverosímil y quizá aún inadvertido máximo logro del festival cultural de marras: el clic entre un hijo del segundo patio del Mercado de Abasto y el Abasto de Letras.   (galiciamiguel@yahoo.com.mx)

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