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La tradición del Fandango de la Artesa en la Costa Chica

Miércoles 14 de enero, 2015.
11:42 am
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Oaxaca, México.- Históricamente era conocido como fandango, y su declive devino hacia mediados del siglo XX; sin embargo, a principios de los ochenta del siglo pasado, el lingüista Miguel Ángel Gutiérrez Ávila encontró en San Nicolás Tolentino, Guerrero, una vieja caja de madera con terminaciones zoomorfas y preguntó a los nativos qué era. Una artesa, respondieron.   inahartesaAllí supo que el fandango de artesa era la costumbre de bailar sobre una plataforma de madera con extremos labrados con formas de cabeza y cola de animales vinculados a la ganadería (caballo, toro o vaca), en fiestas de las comunidades afrodescendientes de la Costa Chica de dicho estado.   A partir de ahí, a finales de los ochenta y principios de los noventa, se apoyó en el movimiento llamado de la Tercera Raíz para promover su rescate ya no como fandango, sino como baile de artesa. No obstante, cuenta Carlos Ruiz Rodríguez, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la primera grabación de un baile de artesa fue realizada en los años 90 por Gabriel Moedano, etnomusicólogo de la Fonoteca del INAH especializado en dicha región guerrerense.   Emparentado con todas las tradiciones fandangueras del país (son huasteco, arribeño, jarocho, calentano), sobre todo de costas, el fandango de artesa tiene antecedentes coloniales; su común denominador es el canto versado, la música, la comida y la bebida, pero sobre todo el baile sobre plataforma de madera, sea tarima en el caso del Golfo, o artesa (caja de madera de una pieza) en el Pacífico.   El referente más antiguo del fandango data de inicios del siglo XVIII; sin embargo, se desconoce cuándo surgió la artesa, “pero evidentemente son tradiciones que datan de la época colonial”, acota Ruiz Rodríguez. “Cuando empecé a ir a la Costa de Guerrero en 1999, lo primero que pregunté fue de dónde venían los sones de artesa; qué quería decir ‘artesa’, ya que es la única plataforma zoomórfica labrada de esa manera en México”.   Don Melquíades Domínguez, privilegiado por atesorar conocimientos que no tiene la mayoría de la gente, comentó que la artesa tenía dos antecedentes: uno derivó de los esclavos africanos, en su mayoría cimarrones (esclavos huidos), aunque muchos fueron vaqueros de estancias ganaderas españolas. El otro se relaciona con las figuras del caballo, el toro, la vaca, que asociaban con el antiguo español, quien no había podido domarlos.   Después de verificar lo dicho por don Melquíades, el investigador realizó la reconstrucción histórica y encontró que muchas tradiciones músico-dancísticas de dicha costa tienen que ver con la ganadería.   “Oralmente ellos conservan su historia en lo que cuentan, pero también en las escenificaciones músico-dancísticas. De esa manera representan, recuerdan y rehacen la historia, la tienen presente. Por eso son importantes. Todas las demás tradiciones tienen antecedentes y significados relativamente similares”.   inahartesa2El fandango de artesa, cuenta Carlos Ruiz, fue practicado en San Nicolás Tolentino, Guerrero; El Ciruelo, Oaxaca, y en Cruz Grande, lugar muy cercano a Acapulco; pero esta tradición es más antigua en toda la región, desde Cacalotepec hasta Acapulco.   En la Costa Grande realizaban lo que llamaban fandango de tabla, que era prácticamente lo mismo, pero la artesa no tenía forma animal en su acabado. Hecha también de una sola pieza, se acompañaban de instrumentos y repertorios parecidos.   En El Ciruelo la instrumentación tradicional consistía en guitarra y algo que le decían “tambor” (caja cuadrangular con membrana de chivo encima, antes fue de venado), al que golpeaban con un palo y la palma de la mano. También incluían violín y, antiguamente, en lugar de guitarra usaban el bajo quinto, parecido a la guitarra pero con más órdenes de cuerdas, más baja y casi del tamaño de una persona adulta.   En Cruz Grande el conjunto instrumental era el arpa, que antiguamente se tapeaba pero después se hizo un cajoncito al que golpean con un pedazo de canto, una piedra, un guijarro o una madera; también percuten con una mano y con la palma en vez de tamborear en el arpa.   En el caso de San Nicolás, la dotación instrumental era guacharrasca, violín, la voz y un cajón de madera recubierto con piel de venado que se tocaba en piso, además del zapateo sobre la artesa.   En su origen, todo el repertorio era espontáneo. Se hacían cosas de memoria, pero lo que más se valoraba era la improvisación. Ahora ya no, todo son coplas memorizadas.   De acuerdo con Carlos Ruiz, a las personas mayores de 70 años les tocó ver y participar del fandango; los adultos de entre 40, 60 y 70 años lo presenciaron una o dos veces en su niñez cuando asomaba el declive, ahora los jóvenes sólo saben de su existencia por narraciones de sus padres o abuelos.   Hoy el fandango de artesa está resurgiendo en un contexto distinto, mediante investigaciones de antropólogos en la región y a través de actividades organizadas por el INAH junto con los institutos de cultura y las comunidades. Con esta labor, la tradición es conocida por los jóvenes y saben de su importancia.   Más que un rescate, es un resurgimiento, ya que se presenta como una tradición distinta y en otro marco. “Sigue siendo una tradición, pero ya no en términos de la primera mitad del siglo XX”, concluye Carlos Ruiz.

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