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"Ixcanul", primera película guatemalteca que compite en la Berlinale

Sábado 07 de febrero, 2015.
10:01 pm
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Berlín. Ixcanul es la primera película guatemalteca que compite en la Berlinale, y seguramente sea también el primer drama rodado en una lengua maya que opta al mayor premio de un festival de clase A. Pero, aparte de ese mérito, la ópera prima de Jayro Bustamante logró este sábado conmover a la crítica con su crudo retrato de la discriminación que sufren los indígenas. En kaqchikel, una de las lenguas mayas habladas en el país centroamericano, Ixcanul significa volcán. Y es que el imponente Pacaya planea sobre toda la película pues, al otro lado -previo paso por México- se encuentra un mundo que produce tanto miedo como atracción: Estados Unidos. La coproducción mexicana El ardor, de Pablo Fendrik, formó parte de la Selección Oficial como Proyección Especial Allí es adonde quiere huir Pepe, el joven recolector de café al que María (María Mercedes Coroy) seduce para escapar del matrimonio que han arreglado para ella sus padres. Sin embargo, Pepe abandona la comunidad antes de la cosecha, dejando a la joven embarazada. Y para colmo, una serpiente venenosa muerde a la futura madre, poniendo en peligro las vidas de ambos. "Yo viví en la comunidad kaqchikel hasta los 14 años y pasaba todas mis vacaciones en una plantación de café", explicó hoy Bustamante durante la presentación a los medios. Un día llegó a sus oídos la historia de una mujer maya cuyo bebé le había sido robado con la connivencia de los servicios de salud, y decidió que tenía que poner en imágenes ese sentimiento de impotencia. No fue fácil. "Siendo mestizo, no me sentía listo para hablar del tema indígena", cuenta este realizador que ya recibió una mención de Cine en Construcción en San Sebastián por este trabajo. "No quería caer en nada caricaturizado ni visto con ojos desde afuera. Pero paradoxalmente, tras estudiar en Europa tuve más valentía". El resultado es una película honesta, que retrata sin caer en dramatismos la discriminación que siguen sufriendo los indígenas en Guatemala -pese a ser la población mayoritaria-, y que sacude al espectador con una aplastante denuncia. Todo ello con un lenguaje visual sin artificios, dando voz a quienes normalmente no la tienen. "Me siento feliz, porque como mujer indígena nos han tomado en cuenta", dijo en español y entre los aplausos del público la actriz María Telón, que da vida a la carismática madre de la protagonista. "Estoy orgullosa de ser guatemalteca y maya", añadió su hija en el filme, la debutante Coroy. En un festival con una fuerte presencia femenina, la tercera jornada no fue una excepción: el choque entre la cultura indígena y el caótico y occidentalizado mundo de la gran ciudad dio paso al contraste entre la alta burguesía francesa y sus sirvientes con una nueva revisión de "Diario de una camarera". Sin embargo, la novela de Octave Mirbeau que ya versionaron Jean Renoir y Luis Buñuel fue recibida esta vez con frialdad por la crítica del certamen: no convenció la clásica puesta en escena de Benoît Jacquot, y tampoco ayudó la ausencia de Léa Seydoux, que se encuentra rodando la nueva entrega de la saga "James Bond". Jacquot, que ya había fichado a la magnética actriz francesa para "Adiós a la reina", intentó defenderse alegando que las humillaciones sufridas por esta atractiva doncella "no conforman precisamente una película alegre". Sin embargo, y pese a la impecable Seydoux, es precisamente la falta de climax dramático lo que falla. Por último, la tercera mujer del día tenía nombre español: "Victoria". Y está encarnada por Laia Costa, la joven actriz que saltó a la fama con la serie "Pulseras rojas" y que ahora debuta como protagonista en este canto a la juventud, la noche y el "carpe diem" que firma el alemán Sebastian Schippel. Tras ver frustada su carrera como pianista, Victoria es una española que llega a Berlín dispuesta a empezar de cero. Allí conoce a cuatro chicos que exprimen cada minuto sin ataduras, riéndose de todo y saltándose todas las normas, "y se enamora de esa manera de vivir", explica Costa en entrevista con dpa. Schipper filmó las dos horas y 20 mintutos del metraje en una maratoniana y única toma, "un rodaje muy punky" -como describe la actriz-, que posee el mérito de capturar la espontaneidad y frescura de sus jóvenes protagonistas. Una original propuesta que, aunque no entusiasmó, tampoco pasó desapercibida.

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