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El libro debe ser, un territorio libre de imposiciones: Sergio Ramírez

Lunes 23 de febrero, 2015.
07:47 pm
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Notimex Oaxaca, México.- Puede ser que un libro no cambie el mundo, pero sí que lo haga con quien lo escribió y lo leyó, porque la imaginación es un poder soberano, afirmó Sergio Ramírez, escritor nicaragüense, al recibir el Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en Idioma Español. sergioramirez6 Durante una ceremonia encabezada por el presidente Enrique Peña Nieto en el Museo Nacional de Antropología (MN), el autor de cuentos, novelas, ensayos y testimonios, como “Cuentos”, “Tiempo de fulgor”, “De tropeles y tropelías” y “Charles Atlas”, entre otros, se dijo agradecido por el galardón. De igual manera, habló sobre la figura del escritor mexicano Carlos Fuentes, de la violencia en Centroamérica y de que México ha sido un país acogedor de autores latinoamericanos, además de que destacó que esta nación es su mentor literario. En su discurso de agradecimiento, Ramírez señaló que un libro debe ser para un escritor un territorio libre de imposiciones, de la cobardía, de la censura y la pretensión de imponer verdades.
La verdad siempre estará sujeta a revisión, porque la creencia se vuelve inmóvil y la inmovilidad significa muerte tanto como la homogeneidad del pensamiento”, señaló el autor centroamericano, para quien la literatura no existe para convencer a nadie sobre credos y propuestas ideológicas, sino para hacer preguntas.
“Los escritores latinoamericanos somos cronistas de hechos, y debemos registrarlos, imponerlos a la luz pública, iluminarlos; somos testigos privilegiados de las ocurrencias de la vida cotidiana trastocada por la violencia (y) el miedo a la inseguridad”, dijo.
Somos testigos de carne; mi oficio es levantar piedra, como decía José Saramago al señalar que no es mi culpa si debajo de esas piedras lo que encuentro son monstruos que quedan al descubierto; el escritor no es otra cosa que un cazador de monstruos”, expresó.
Ante integrantes de la comunidad cultural, de la viuda de Carlos Fuentes, Silvia Lemus, y de funcionarios del gobierno mexicano, Ramírez indicó que tanto el autor de “La muerte de Artemio Cruz” y el argentino Julio Cortázar fueron quienes le abrieron en la adolescencia el camino de la escritura.
Y quienes, cada cual desde el territorio de su imaginación, dueño de una obra distinta, ejercieron en mi generación un magisterio sin preceder.
“Con la misma convicción sentimental, México es mi segunda patria y aunque nunca ha vivido en esta tierra de tantos contrastes, donde los portentos de la realidad desafían tantas veces a la imaginación, han sido innumerables los viajes a lo largo de 50 años.
México es mi patria, pues desde que Juan Rulfo me enseñó que la desolación de Comala era también la de América Latina; desde que conocí la orfebrería que es la prosa de Alfonso Reyes; desde que penetré en los laberintos de la poesía de Xavier Villaurrutia y de Octavio Paz y desde que me hice de la amistad entrañable de tantos autores mexicanos, he repartido su mundo de invención”, señaló.
Sobre esta segunda edición del premio, el cual es representado por una escultura del artista plástico Vicente Rojo, Ramírez indicó que no puedo olvidar a escritores y artistas centroamericanos que fueron acogidos por México”. Este país los recibió “cuando fueron forzados a exiliarse por tantos infortunios como han pasado en Centroamérica con persecuciones, golpes de Estado, dictaduras e intervenciones extranjeras y guerras civiles”, añadió. Es el caso de Ernesto Mejía Sánchez, Salvador de la Selva, Rafael Heliodoro Valle, Carlos Mérida, Víctor Aragón, Augusto Monterroso, Carlos Solórzano, Francisco Zúñiga y Chavela Vargas, todos ellos, comentó, centroamericanos que se fundieron en México y viceversa.
Este premio pone al maestro delante de su discípulo, porque de Carlos Fuentes aprendí lecciones de su escritura, desde aquellos años de su temprana juventud en mis viajes a México”, expresó el escritor, para quien el mexicano pinto con palabras todo un mural en movimiento, como el que Diego Rivera y José Clemente Orozco hicieron con los pinceles pasado por el púrpura y el fuego.
“Pero al pintar la historia de México con los colores de la imaginación que nunca despreciaron la realidad pintaba también América Latina y nos enseñaba en su visión numénica que somos un organismo vivo de vasos comunicantes, realidades compartidas, sueños, derrota y esperanzas compartidos, que nuestra identidad está en la diversidad”, concluyó. El premio está dotado de un estímulo económico de 250 mil dólares (unos tres millones 397 pesos), y fue seleccionado por el jurado por considerar que su obra conjuga “una literatura comprometida con una alta calidad literaria”, así como por su “papel como intelectual libre y crítico, de alta vocación cívica”. A la ceremonia acudieron los escritores, Vicente Quirarte, Jaime Labastida, Jorge Volpi, Hernán Lara Zavala, Gonzalo Celorio y María Luisa “La china” Mendoza, así como el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, José Narro, además de los mencionados. Al término del acto, el presidente Peña Nieto invitó al galardonado a una comida en el mismo espacio museístico

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