“[Cuernavaca] comenzó a ponerse violento como el infierno, hasta el punto de que gente que conocí fue asesinada”, recuerda el científico.Espinal se asoció con un físico estadístico, también de la UNAM, Hernán Larralde. Juntos trataron de encontrar un patrón detrás de cómo y por qué la violencia se estaba extendiendo. Pocos meses después de que Beltrán Leyva resultara muerto, se “zambulleron” en los informes oficiales de homicidios relacionados con las drogas en México, enfocándose en los lugares y fechas, mapeando cada brote en el tiempo. Yendo mes por mes, construyeron una compleja red que podrían ilustrar las correlaciones entre las ciudades donde la violencia aumenta o disminuye al mismo tiempo. Si las ciudades comparten una tasa de mortalidad superior a 70 muertes por cada 100 mil habitantes en un año y eran menos de 200 kilómetros de distancia, Larralde y Espinal ellos los unieron entre sí en su mapa, para desentrañar los patrones geográficos más amplios. Los resultados fueron desalentadores, indica la nota de Science. En 2008, ya se podía viajar desde el norte del estado de Sonora para el Istmo de Tehuantepec, en el sur, visitando solamente ciudades violentas. En 2010, los estados del noreste, Tamaulipas y Nuevo León, de repente se convirtieron en zonas de guerra. Y en 2011 se podía cruzar México de norte a sur y de este a oeste, conduciendo sólo a través de lugares con una tasa de mortalidad más alta que la reportada en Irak durante la invasión estadounidense.
“Aún así, la carnicería no se extendió uniformemente sobre el país. Hay un montón de ciudades con una gran cantidad de asesinatos y muchas ciudades con bajos asesinatos relacionados con las drogas”, explica Larralde.El análisis también revela que la violencia relacionada con el narco no se propaga por la proximidad geográfica, como lo haría una epidemia. “No es una guerra medieval que se expande lentamente a través del país”, dice Carlos Gershenson, un científico de la computación de la UNAM, que no participó en la investigación. ”Más bien, la violencia se sincroniza en las ciudades que están a miles de millas de distancia sin afectar a algunas en el medio”. Las razones de por qué las ciudades lejanas se vuelven violentas, al mismo tiempo son poco claras, ya que el estudio no se ocupa de la causalidad. Pero el derramamiento de sangre parece a agruparse en torno a un pequeño núcleo de ciudades, incluyendo Juárez, Acapulco, Cancún, Culiacán, Monterrey, Tampico y Tijuana. Pensando estos lugares como nodos centrales en la red de la narco violencia, puede ayudar a los investigadores y a los políticos a “generar mejores estrategias de reducción de la violencia en medio de la guerra contra las drogas”, dice Lawrence. ¿Así que si las autoridades mexicanas se centraran en la reducción de la violencia en los nodos centrales, la esperanza de paz se daría desde allí?, se pregunta Science. No tan rápido, dice Lawrence. “Atacar a las ciudades centrales [de la red] podría ser una gran idea o una idea terrible”, advierte Andrés Monroy-Hernández, investigador de computación social de Microsoft Research en Seattle, Washington, que ha estudiado el papel de los medios de comunicación social en la la guerra contra las drogas en México. Claro, esto puede detener temporalmente el derramamiento de sangre, pero también puede causar que los cárteles antes centralizados se conviertan en redes más pequeñas, por lo que la violencia sería aún más difícil de controlar. Eso es lo que ocurrió en 2010 después de que el jefe del Cártel del Golfo fue encarcelado y su antiguo brazo armado, Los Zetas, surgió como una de las bandas más agresivas del tráfico de drogas, indica la prestigiosa publicación estadounidense. El mapeo de la violencia pasada no ayuda a predecir donde se extenderá la guerra contra drogasen el futuro, dice Monroy-Hernández. Para hacer eso, los investigadores necesitan más datos sobre las tasas de mortalidad diaria y variaciones geográficas en la violencia, en su relación con cerrar elecciones de alcaldes, la represión del gobierno contra el crimen, los desvíos del tráfico de drogas, y el cambio de alianzas y rivalidades entre los cárteles. “Estos factores [pueden] permitir una mejor predicción de dónde y por qué es probable que estalle la violencia del narcotráfico”, dijo Lawrence, quien está de acuerdo con Monroy-Hernández. “Eso es más fácil decirlo que hacerlo en México, pues es un país donde los registros oficiales desaparecen y los gobiernos locales tratan de ocultar información para minimizar los informes de violencia”, dice Monroy-Hernández. Espinal reconoce que nos encontramos en contra de un callejón sin salida preocupante: “Los datos simplemente desaparece de cada registro oficial después de septiembre de 2011″. Él ve un efecto contraproducente en la “política de silencio” sobre la violencia del narcotráfico, aprobada por el actual presidente Enrique Peña Nieto. Hasta que más información salga a la luz pública, el estudio actual es “tan bueno como se puede”, dice Monroy-Hernández.
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