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Enmedio de la impunidad, niña mixteca se convierte en madre a los doce años

Miércoles 17 de agosto, 2016.
02:05 pm
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Soledad Jarquín Edgar/ SemMéxico Tlaxiaco, Oax.- Sueña que un día será doctora, hace poco más de un año terminó su quinto grado de primaria con 9,5 de promedio, el porvenir en medio de precariedades le habían hecho prometer a su mamá que la “sacaría adelante…”. El llanto de Lenin interrumpe sus pensamientos, el bebé de apenas tres meses reclama por hambre. Esa es ahora su realidad. [caption id="attachment_335480" align="alignright" width="459"]Foto/Soledad Jarquín SemMéxico Foto/Soledad Jarquín SemMéxico[/caption] Un hombre conocido por su familia: el padrino de su mamá, la violó y ella, que entonces tenía 11 años, terminó embarazada. El miedo de que Federico Cruz Juárez, a quien la pequeña Lilia señaló como su agresor sexual, cumpliera su palabra de matarla y matar a su mamá, paralizó por meses a la niña que ignoraba las consecuencias de la agresión sexual aquella tarde de agosto de 2015. Santa Catarina Tayata, en el distrito de Tlaxiaco, es en apariencia un pueblo apacible de casas aisladas, entre montes que reverdecen las milpas por la lluvia de la temporada, de viento fresco que hace danzar los bosques de encinos, ocotes, enebro y madroño que rodean la población, mientras el sol de la tarde cae en el horizonte. En la pequeña pieza de madera y lámina, de piso de cemento y un corredor, María, su madre, nos recibe tímida. Mientras Lilia aparece, María trae cubetas de plástico que alguna vez fueron de pintura, las voltea y nos ofrece sentarnos en ellas. De pronto aparece una niña de 12 años que va de un lado a otro, tiene la mirada tierna pero hay en su rostro un dejo de tristeza. Sus palabras son certeras, fuertes, pero no deberían ser las palabras de una niña de 12 años.
  • “Quiero justicia, que lo metan a la cárcel. Que esté en el reclusorio para que no le haga daño a otras niñas como yo”, dice mientras juega con su pelo largo. A diferencia de María, su madre, Lilia habla más rápido, ahora no tiene temor y dice las cosas sin tapujos, como si estuviera leyendo la vida de una extraña y no la suya.
Recuerda que faltaban dos semanas para terminar las vacaciones de verano, las que como era costumbre pasaba con la familia de la madrina de su mamá en Tlaxiaco, a unos 25 minutos de su casa. Ahí, Lilia entró a la recámara para jugar con la “Tablet”.  De pronto escuchó que cerraron la puerta, “era el señor Federico”. Se llenó de temor porque la nieta de Federico le había advertido “que se cuidara de su abuelo, “nunca le pregunté por qué”, dice la pequeña que no tenía idea alguna de lo que podía pasar. Le preguntó por qué cerraba la puerta. No hubo ninguna respuesta, de un vilo fue arrinconada contra la pared, se golpeó la cabeza y se desmayó. Cuando despertó el hombre estaba encima de ella y éste la volvió a golpear lo que de nuevo la dejó inconsciente por breves minutos. Cuando despertó se sintió adolorida del cuerpo, pero no tuvo tiempo de más porque vino la amenaza de Federico. Cuando llegó la hija de Federico le pidió que la llevara de regreso a Santa Catarina Tayata, ella le dijo que no, que todavía faltaban dos semanas para terminar las vacaciones, entonces le pidió que la llevara a su casa, lo que la libró de estar bajo el mismo techo que su agresor por los siguientes 15 días. Lilia había acompañado a la hija de Federico durante su embarazo y cuando nació la niña se encargaba de jugar con ella. Era normal que se encontrara entre esa familia, donde nunca le pagaron por la tarea de cuidados de la bebé y a cambio le daban fruta y en una ocasión sus útiles escolares. María dice entonces que Lilia regresó muy callada, muy triste, empezó a bajar sus calificaciones y se volvió retraída. Lo que confirma Lilia, quien asegura que sus tíos más chicos se dieron cuenta de que algo le había pasado pero tampoco tuvo valor de contarles. En enero pasado, a 20 días de cumplir sus 12 años, la niña sintió un fuerte dolor en el estómago. Lilia y María acuden al doctor en la clínica, pero el médico no estaba. Las atendió una enfermera, quien sin más le dice a la madre que sospecha que la niña está embarazada. La enfermera no pregunta más y solo le da paracetamol para el dolor. Un primo de María sugiere que mejor la lleven a un hospital particular. En Tlaxiaco primero acuden a Farmapronto, donde le hacen una prueba de embarazo y confirman la sospecha de la enfermera de Santa Catarina Tayata. De inmediato se trasladan al hospital Hidalgo, María no puede creer, la historia de su vida se volvía a repetir en su pequeña Lilia. En el hospital, la doctora María Cristina Cortés Tlalolini realiza un ultrasonido. La médica pregunta a María si estaba enterada y si sabe qué ha pasado. Ahí, las preguntas de la doctora le dan las respuestas a María, escucha de su hija la narración y se entera que para entonces la niña tiene cinco meses de embarazo. Cortés Tlalolini sugiere terapia psicológica y les indica que deben denunciar. Les indica además que vayan con el doctor de la clínica de Tayata para que les extienda un certificado médico diciendo que Lilia tiene un tumor en el estómago, para que no la molesten en el pueblo. Pero en pueblo chico el infierno es grande. También le sugieren a María que vea si ven posible dar en adopción al niño. María le preguntó a Lilia, ella asegura que no podría dejar que eso pasara. Unos días después el Comité de Padres de Familia y el director de la escuela “Apolonio Hernández”, de apenas seis decenas de alumnos y alumnas, mandan un citatorio a María para que explique qué ha sucedido “porque los niños andan diciendo que Lilia está embarazada”. ¿Son rumores? La cuestionan los padres y madres de familia. Ella lleva el documento que señalaba que era un tumor, pero decide guardarlo y decir la verdad. No, explica, mi hija está embarazada, la violaron. Suelta de tajo y asegura a SemMéxico que aunque iba dispuesta a decir una mentira reflexionó que no era justo, “que más valía decir la verdad, para que su niña no se quedará ahí…sin denunciar”. Un grupo de familias y el director la acompañan a ver al síndico para exponer el caso, de ahí se trasladaron a Tlaxiaco ante la Fiscalía. “Declaramos las dos”, dice Lilia, con esa serenidad que denota una carga profunda de tristeza. De la Fiscalía salieron varias horas después, sin copia de su denuncia y desde entonces nada saben sobre los avances de la investigación, excepto que cuando “el pueblo se enteró”, Federico Cruz Juárez puso pies en pólvora. El parto de una niña Entrada la madrugada del 7 de mayo, la niña Lilia se convirtió en madre. Su mamá la llevó al hospital de Tlaxiaco, todo estaba listo para que se hiciera la cesárea pero no tenían material adecuado para recibir al niño que por su peso y tamaño temían podría necesitar. Al filo de las 13 horas una ambulancia traslada a la niña hasta la ciudad de Oaxaca; los 165 kilómetros son recorridos en un promedio de tres horas en una carretera que atraviesa la difícil orografía de la región Mixteca y Lilia -que en unas horas se convertirá en madre- se enfrenta al pésimo estado de la extensos tramos de carretera. Es el tiempo y es la distancia, es la edad de Lilia, es su cuerpo no preparado para un alumbramiento lo que la traicionan y llega al hospital general Dr. Aurelio Valdivieso en un estado eclampsia. La intervención quirúrgica finalmente ocurre antes de la media noche. La historia se repite María, a diferencia de Lilia, evade las preguntas. Se escapa entre los recuerdos. Se muerde las lágrimas. Como Lilia, ella también era estudiante de primaria cuando un pariente cercano -de quien no quiso revelar su nombre- abusó de ella. Su familia no le dio la espalda, pero tuvo que abandonar la escuela. 12 años después logró terminar la secundaria en el sistema abierto. Le hubiera gustado estudiar, pero con una niña en su vida desde muy joven el mundo se complicó. Su hermana y en ocasiones un tío le ayudaban con los gastos, pero luego con el tiempo la ayuda desapareció. A pesar de que al principio no sabía qué hacer, el hombre que abusó de ella sí estuvo en la cárcel, había sido sentenciado a 12 años de prisión “pero salió luego por buena conducta”. Lilia pasó muchos días en la espalda de su madre, envuelta en un reboso, mientras ella trabajaba en el campo o lavaba ajeno. La niña salió buena estudiante, incluso, hasta hoy lo único que les queda es su beca de Oportunidades. Una vez más Lilia sabe que la historia de su madre se ha vuelto a repetir, ahora es suya, por eso quiere que no vuelva a pasar y asegura que aunque le cueste trabajo va a cumplir su promesa: un día será doctora y va a sacar adelante a su mamá…y ahora a Lenin. Por lo pronto, ninguna autoridad ha atendido el caso de Lilia. Leer más: http://www.semmexico.org/

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