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Nuestro ideal debe ser un mundo transitable sin fronteras: Marc Augé

Miércoles 21 de septiembre, 2016.
05:08 pm
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Ciudad de México.- El análisis de las fronteras humanas, físicas o simbólicas, junto con un examen del quehacer etnológico en la actualidad, fueron los ejes temáticos que siguió el doctor Marc Augé para la reanudación del Ciclo de Conferencias La antropología de los mundos contemporáneos, que imparte en México a invitación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).   marcaugue Previo a la conferencia en el Auditorio Román Piña Chan de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), la directora de esta casa de estudios, Julieta Valle, destacó el realce que, a un día de haber iniciado sus participaciones magistrales, ha dado el autor francés a dicha institución académica en función del público que, tanto en México como en países como España, Perú y Japón, se ha sumado vía streaming a las transmisiones del ciclo.   Augé inició su charla intitulada El etnólogo y el turista, con una reflexión acerca del concepto de frontera, el cual afirmó es inherente a la historia de la humanidad y su conquista de los límites naturales o imaginarios en la Tierra: el oriente misterioso, el ultramar ilimitado o el lejano oeste.   “Ciertamente, las fronteras han sido transitadas con frecuencia por conquistadores que atacaban y dominaban a otros humanos, pero este riesgo es inherente a todas las relaciones humanas en cuanto son impuestas por relaciones de fuerza”.   Cuestionado en este punto acerca del resurgimiento del tema fronterizo en la geopolítica actual, el antropólogo indicó que su definición de frontera tiene más que ver con un umbral que invita al paso, que con un obstáculo; noción que aplica tanto para los países como para los individuos.   No es casual, dijo, que en todas las culturas del mundo, los cruces y puntos de encuentro estén asociados con intensas actividades rituales, ni tampoco que fenómenos como el paso de la vida a la muerte sean vistos bajo la idea de una frontera que puede ser cruzada en ambos sentidos.   “El muro es una ilusión. Está hecho para tranquilizar a quienes les asusta sentirse amenazados por otros. Nuestro ideal no debe ser el de un mundo sin fronteras, sino el de un mundo donde todas las fronteras sean reconocidas, respetadas y transitables; donde el respeto de las diferencias comience con la igualdad de los individuos”.   Posteriormente, el autor de títulos como El viaje imposible. El turismo y sus imágenes, llevó su conferencia hacia el análisis de los contrastes y semejanzas que existen entre el turista y el etnólogo.   Un primer paralelo es que ambos se desenvuelven en un mundo donde el exotismo está moribundo, sin embargo, “al no ser su principal objeto de estudio, la etnología sobrevivirá al fin del exotismo”.   Este fin de las comunidades exóticas ha creado un turismo de masas sin precedente en la historia humana, en el que las clases superiores de los países ricos viajan cada vez más a los países menos favorecidos, cuyos habitantes se ven obligados a emigrar, o bien, a ver en ese turismo un recurso financiero para estimular su propio desarrollo.   A diferencia del turista, señaló Marc Augé, el etnólogo viaja solo y permanece bastante tiempo en una comunidad, a fin de generar una observación sistemática que derive en la creación de nuevos conocimientos.   “Existen otras diferencias más radicales y sutiles. El turista quiere confort físico y tranquilidad psicológica; consume el exotismo, la arena, el sol y los paisajes, lo que implica que permanece en su país incluso cuando se encuentra fuera de él”.   El etnólogo, por el contrario, requiere en primera instancia negociar su estadía y el rol que tendrá en la comunidad a estudiar, es decir, “se sitúa entre dos culturas y dos psicologías, lo que le da sentido a su viaje y orienta sus estudios futuros”.   Ante los alumnos de la ENAH, Augé remarcó la importancia que el investigador debe dar a los grupos que observa, dado que estos son tan complejos como él mismo y tienen una reacción a su presencia.   Recordó así que al iniciar su estadía con los Alladian de Costa de Marfil, su idea era estudiar a esta comunidad en función de sus métodos de producción, sin embargo y a pesar de que el esquema funcionó, sus interlocutores estaban más interesados en nociones como la corporalidad y las formas de comunicación entre individuos. Con esto ejemplificó la resistencia que el terreno impone al etnólogo, y la importancia de tomar en cuenta a los demás.   “Cuando el etnólogo se va, ni él ni aquellos con los que ha vivido son totalmente los mismos. El oficio de etnólogo no es el de un simple observador de la historia, es, incluso a su pesar, el de un actor en la misma. Su presencia influye en el medio observado.   “El turista moderno es un ser que se cree viajero, mientras que el etnólogo tiene dentro de su viaje privilegios y responsabilidades; es un ser que nunca cesa de viajar a igual distancia de sí mismo y de otros”, concluyó.

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