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Entre la marginación y la discriminación, la mujer indígena

Domingo 11 de marzo, 2018.
01:00 pm
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Francisco Medina Oaxaca.-México está integrado por una población indígena estimada en 10 millones de personas, es decir, algo más que el 10% de su población total. De ellos, unos 6.5 millones hablan alguna de las 62 diferentes lenguas autóctonas, de las cuales más del 60% son mujeres monolingües y se caracterizan por conservar sus valores culturales, sus formas de vincularse con la naturaleza, de administrar justicia, organizarse para la producción, y por identificarse a sí mismas como indígenas. Los indígenas mexicanos están en situación de desigualdad relativa frente al resto de la población, en cuanto al goce de servicios del Estado, sufriendo en muchas zonas condiciones deplorables de empobrecimiento, acceso a servicios sociales y salud. Asimismo, resalta en los análisis oficiales, que pese a que los municipios indígenas son un tercio de los municipios del país, representan el 48% de los de “alta marginación”, y el 82% de los clasificados como de “muy alta marginación”. Los indígenas, en particular las mujeres, padecen de manera más dramática la crisis económica del agro mexicano, y la caída de los precios de los productos agrícolas. Ejemplo de ello es lo que sucede en Baja California, donde hasta el 35% de los jornaleros agrícolas son niños y niñas. En Hidalgo, debido a la necesidad de integrarse al trabajo productivo, unos 5 mil niños y niñas indígenas abandonan sus estudios anualmente para contribuir con la economía familiar.   Las mujeres indígenas son las que conforman la mayor marginación, pues en ellas se expresan los índices más elevados de analfabetismo, rezago educativo, desnutrición, cáncer cervicouterino, entre otros. La situación de los derechos humanos en México es especialmente preocupante debido a que ha habido detenciones ilegales, desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales y tortura en particular en los Estados de Guerrero, Chiapas y Oaxaca, sobre todo de líderes indígenas. Algunos de los principales problemas que enfrentan las mujeres indígenas son los siguientes: acceso a la tierra, territorio y recursos naturales; procuración y administración de justicia; muerte materna, VIH, y la violación de derechos sexuales y reproductivos; violencia de género, la paramilitarización y militarización, desplazamiento interno, acceso a la educación y cultura en su propio idioma, vive de manera directa las consecuencias del fenómeno migratorio, no tiene acceso al conocimiento y manejo de las nuevas tecnologías. Las mujeres Indígenas constituyen un papel importante en la recomposición del país en su conjunto por lo que es necesario que las grandes distancias de marginalidad y la riqueza se reduzcan, dando lugar a nuevos modelos de desarrollo de acuerdo con sus expectativas culturales, sociales, políticas, económicas y de justicia. Las desigualdades por condición de género obedecen a la persistencia de patrones culturales que se expresan en comportamientos de trascendencia primordial en el curso de vida de las personas y que, si bien no son exclusivas de los grupos indígenas, sitúan a las mujeres en mayor desventaja social. A la condición de carencia material y social que priva en la mayoría de dichas poblaciones y a las desventajas que representa el ser indígena en diversos contextos sociales, se aúna el hecho de ser mujer, por lo que ésta enfrenta una doble desventaja en su capacidad de decisión: el acceso a los recursos y la capacidad de acción. Parte de las diferencias entre la población indígena y la no indígena se debe a los roles, la función y la valoración social asignados a las mujeres dentro de procesos sociales y culturales que involucran tanto a redes y relaciones establecidas entre los cónyuges, entre los padres y los hijos, como entre grupos e instituciones sociales. Así, las relaciones de parentesco y la posición que ocupa la mujer dentro del hogar, entre otros factores, extienden su influencia no sólo hacia el incremento o disminución del número de hijos vivos al final de su vida reproductiva, sino también al cuidado y atención de la salud materna e infantil, y el acceso a la educación, entre otros aspectos vinculados con una posibilidad de mejoras en la calidad de vida. Durante los últimos 30 años se han logrado disminuir de manera significativa los indicadores sobre sobre fecundidad y mortalidad (principalmente la infantil), como resultado de la adopción de métodos efectivos de control natal y la mejora generalizada de las condiciones de vida de la población. Sin embargo, entre los indígenas dichos indicadores muestran importantes rezagos, ya sea que se consideren sus lugares de asentamiento o su misma condición indígena. Lo anterior pone de relieve que no se han abatido las condiciones de marginación para la misma, y que su dinámica demográfica tiene características particulares respecto al resto de la población. Por ello surge la inquietud de contar con un documento que refleje, por un lado, datos estadísticos que muestren las condiciones de vida que prevalecen entre la población indígena, destacando la situación de las mujeres, y por otro, que ponga de manifiesto la carencia de información específica del componente indígena. Las mujeres indígenas han sido consideradas sujetos de políticas específicas solamente en la medida en que son un soporte para la reproducción biológica y social de la población indígena, reforzando y atendiendo el papel tradicional de género. Las políticas estatales no han considerado a las mujeres indígenas como sujetos en el proceso de desarrollo, no se han estructurado mecanismos administrativos ni legales para favorecer su acceso individual o colectivo como beneficiarias de la acción institucional. La invisibilidad de los pueblos indígenas en las políticas nacionales se hace más patente en lo que hace a la atención a las mujeres indígenas, relegadas a los espacios privados. Los programas han tendido a integrar a las mujeres indígenas, desde las esferas institucionales definidas, bajo una cultura ajena y de dominación, muchas veces alterando las formas tradicionales de organización social y de acceso al poder y a las decisiones. Sin embargo la participación de mujeres indígenas en movimientos sociales, organizaciones y proyectos económicos ha contribuido a hacerlas visibles al interior de sus grupos étnicos y comunidades y al exterior en las relaciones con el Estado, pero aún hace falta que esto se traduzca en que sean consideradas como sujetos reales de las políticas sociales y de proyectos económicos en donde su actividad no sea vista como complementaria de los ingresos familiares, como usualmente es visto el trabajo femenino. Las dificultades a que se enfrentan las organizaciones de mujeres campesinas en sus iniciativas económicas han sido documentadas por investigadoras como Zapata y Mercado, y Mingo, quienes destacan sus ventajas y desventajas, señalando el origen de diversas iniciativas desde programas gubernamentales que han buscado la generación de ingresos para las campesinas en mejores condiciones, sin considerar las situaciones estructurales que limitan la participación de las mujeres, como la falta de acceso a recursos productivos, por ejemplo, la tierra, el crédito, la asistencia técnica, la capacitación y los aspectos inherentes a los sistemas de género que las subordinan. Estos elementos estructurales, que limitan la participación de las mujeres campesinas e indígenas, incrementa su carga de trabajo ya intensa y extensa, y la orientación prevaleciente hacia actividades “apropiadas” para las mujeres y el hecho de que la mayoría de estas iniciativas generalmente no son acompañadas por procesos de formación y capacitación que habilite y fortalezca en diversos aspectos a las participantes. Las mujeres indígenas en México viven una situación doblemente vulnerable, como personas e integrantes de los pueblos y grupos domésticos a los que pertenecen. A pesar de ello, mujeres de diferentes grupos étnicos participan en sus comunidades o regiones en actividades a través de las cuales buscan cambiar su situación, entre éstas: atención y educación para la salud, producción y comercialización artesanal, organización para la producción, microempresas productivas y de servicios. Existen elementos comunes que identifican a las mujeres campesinas e indígenas, por ejemplo, sus funciones en la producción y reproducción como campesinas, las condiciones de pobreza que presenta mayor incidencia en áreas rurales, las limitaciones en cuanto al recurso tiempo por ser excesiva su carga de trabajo, la ausencia de políticas públicas que atiendan su problemática desde una perspectiva de género, la multiplicidad de estrategias que garanticen la reproducción y mantenimiento de sus grupos domésticos y, la subordinación de género. Ésta adopta características específicas de acuerdo con el sistema de género prevaleciente en el grupo de referencia, en términos generales, viven una situación de opresión, aun cuando hay diferencias de tipo cultural, producto de la diferencia étnica, características socioeconómicas y ambientales del entorno que las condicionan. Respecto al trabajo desarrollado por las mujeres indígenas, un aspecto que ha sido recientemente estudiado es el que realizan mujeres artesanas. Un estudio señala que el aumento de la producción artesanal está relacionado con la disminución de la producción agrícola y que en las unidades o grupos domésticos, donde se realiza esta actividad, sus integrantes participan en ella de forma diferenciada por edad y sexo. Destaca también el interés sobre la situación de mujeres indígenas como artesanas organizadas, relacionado con la viabilidad de sus proyectos y más recientemente sobre la importancia de la identidad étnica y genérica en estas organizaciones, como es el caso de otros estudios que señala que la identidad étnica influye en la creación de estereotipos de género del grupo o comunidad (femeninos y masculinos); sin embargo los cambios observados en la identidad de género, a la larga, modifican también los postulados étnicos por ser hombres y mujeres. Ante esta problemática que enfrentan las mujeres indígenas, la Gubernatura Indígena Nacional, que preside Hipólito Arriaga Poté, propone en el marco del Día Internacional de la Mujer Indígena, la promoción del establecimiento de políticas públicas con perspectiva de género desde la visión indígena, para el cabal cumplimiento de los acuerdos y tratados internacionales signados por el estado mexicano para el ejercicio pleno de los derechos humanos de las mujeres indígenas en materia de: acceso a los recursos para “el buen vivir”(desarrollo económico), la toma de decisiones, la participación política, el acceso a la educación, a los servicios de salud con calidad y calidez de acuerdo a su contexto cultural y acceso a la justicia estableciendo interpretes y traductores en lenguas indígenas. Así como la elaboración de indicadores de género para mujeres indígenas que den cuenta de su capacidad en la toma de decisiones, la participación social, política y cultural. Para monitorear y dar seguimiento se plantea la necesidad de construir un Observatorio de los Derechos Humanos de las Mujeres Indígenas.   Aún no son una realidad los derechos de las mujeres indígenas   En México a pesar de los avances que se registran para reconocer los derechos de las mujeres, los cuales se encuentran plasmados en el papel pero no se han traducido en una realidad, especialmente para las mujeres indígenas, destacó la senadora Lorena Cuéllar Cisneros. “Son los estereotipos y roles de género que persisten en la sociedad lo que sigue colocando a las mujeres indígenas, especialmente a las niñas, en una situación de doble o triple discriminación”, indicó la legisladora perredista. En la víspera del Día Internacional de la Mujer Indígena, Cuéllar Cisneros lamentó que este sector de la población en el país, enfrenta condiciones severas de pobreza y el acceso a los servicios de salud, educación y vivienda es restringido. “Es fundamental fortalecer el sistema de salud para garantizarles mejor atención y evitar la mortalidad materna, entre otros”. Cuéllar Cisneros recordó que en México, de acuerdo a cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, hay tres millones 516 mil 163 mujeres indígenas. En Tlaxcala, estado al que representa, habitan 13 mil 908 de estas mujeres. De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación 2010, el 38 por ciento de las mujeres indígenas piden permiso a su pareja o esposo para visitar a sus familiares. Esto contra un 25.9 por ciento de mujeres no indígenas. Esta situación desafortunadamente no ha cambiado demasiado, concluyó la presidenta de la Comisión de Desarrollo Social.
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