Luciérnaga

El canto de las sirenas

Ulises Torrentera G.

Luciérnaga

Así como el aldeano que en la colina reposa,

cuando aquel que el mundo aclara  su rostro menos esconde,

cuando al mosquito cede paso la mosca,

ve las luciérnagas abajo en el valle

tal vez allá donde él vendimia y ara:

así con tantas llamas relucía entero

el recinto octavo, como observar pude

cuando allí estuve donde se veía el fondo.

Dante

El jardín bordan Alternativamente Con una lentejuela en cada rosa...

José Juan Tablada

A las cinco de la tarde Cuando el resplandor se queda sin brillo Y el jardín se sumerge en el último hervor dorado del día Oigo el grupo bullicioso de niños Que salen a cazar luciérnagas.

Gioconda Belli

A pesar del frío de nuestra inicial timidez y del sorprendido en nuestro miedo final, llevaste nuestra luciérnaga verde al valle de Proserpina

José Lezama Lima.

…y hemos de quedarnos presos a la luz de los cocuyos.

José Alfredo Jiménez

Caminar en la noche con luna nueva y sin estrellas, acompañado únicamente por el vuelo augural de miles de luciérnagas es una experiencia alucinante que no requiere estimulante alguno. La bóveda celeste diafana el paisaje nocturno y las luciérnagas lo amplían con su espectral luz que, para algunos marineros recuerda el fuego de San Telmo.

De niños, conseguir un frasco o una botella de vidrio era indispensable para irse al campo a atrapar luciérnagas. Regresar a la casa, cuando las velas prendidas y el quinqué encendido iluminaban temblorosamente la sala con esa luz azulosa del petróleo. Apagar velas y quinqué y dejar que estos insectos atrapados en esas cápsulas de vidrio irradiasen con su fluorescente y parpadeante luz muebles, cuadros y objetos cotidianos transfigurándolos y otorgándoles una pátina inusual. O bien llevarlos a un cuarto y soltar todos los insectos luminiscentes que creaban constelaciones y galaxias cambiantes: Osas menores que devienian en mayores que a su vez se mutaban en impensable animalia mitológica y mistérica.

Me entero que estos bichos de luz pueden dividirse en dos familias, Lampyridae y Pyrophorus, de la primera son las luciérnagas propiamente dichas y la segunda de los cocuyos, los tucu-tucus, saltapericos, cucubanos o tagüinches, como también se les conoce en otros pueblos. No se la diferencia morfológica y fisiológica entre una y otra pero para términos prácticos es lo mismo: ya lámparas aladas (Lampyridae) ya portadoras de fuego (Pyrophorus).

Hay otros bichos que producen luces. Son los que viven en las profundidades abismales marinas o en las grutas más profundas y obscuras. Debo suponer que la luz que producen biológicamente tiene el propósito de aparearse. Si los seres humanos hace todo lo posible por hacerlo –y no por motivos precisamente reproductivos-, ¿por qué los animales no podrían si con ello literalmente les va la vida?

Vivir en ciudades –ese conjunto de colmenas que por la noche rutilan- conlleva, entre otras cosas, a despegarse de la vida en el campo. Solo Discovery Channel o Nacional Geografic –para quienes tienen la suerte de estar suscritos- es la única ventana que poseen para acercarse, aunque sea virtualmente, a la vida salvaje. Parece ser que los zoológicos resultan ilógicos en las ciudades. Quizás obsoletos. O las autoridades o los empresarios son incapaces de llevar al altger ego del ser humano a la vuelta de la esquina.

A las luciérnagas en náhuatl se que se les llama icpitl o copitl y a la luciérnaga gigante  popoquitli y al  escarabajo luminoso cocuyote (que recuerda al cocuyo) pero por desgracia no conozco su significado. Debo imaginar que deben tener un significado cercano o parecido al nombre científico –donde se utiliza el latín- dado a las luciérnagas cuyo  nombre evidentemente remite a luz.

Portadoras de luz intermitente, las luciérnagas alumbran esa parte oscura de nuestra animalidad.

 Fuente fotográfica: www.sierradelaventana.mastmas.net