Por Miranda Salas
Oaxaca, México.- Qué es mejor para los ciudadanos, ¿conmemorar la fecha del 20 de Noviembre o conocer la historia de la Revolución Mexicana?
Tenemos la impresión, más por desconocimiento en el imaginario colectivo de los oaxaqueños, que el movimiento revolucionario de 1910, pasó de largo por nuestro territorio y que las gestas más conocidas, se hicieron allá, en el Norte.
Sin embargo, no fue así y es gracia al testimonio de Leonides Román Salazar Estrada, un revolucionario oaxaqueño es que conoceremos la participación de la gente del pueblo que sin más banderas que el ideal de justicia fueron protagonistas en este trascendental episodio de la historia de México.
Así, en los documentos que la Universidad Nacional Autónoma de México, congrega para celebrar el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana, encontramos el rescate de este testimonio escrito en 1972 por Leonides Román Salazar Estrada, presentado por Álvaro Matute y que a continuación reproducimos:
TESTIMONIO DE UN REVOLUCIONARIO OAXAQUEÑO
Leonides Román Salazar Estrada
Presentación
En los últimos años se ha incrementado la investigación acerca de la participación de los grupos populares en la Revolución Mexicana. Las indagaciones de Jean Meyer para confeccionar La Cristiada, en particular el tercer tomo, así como las entrevistas de historia oral emprendidas por Alicia Olivera de Bonfil y Eugenia W. Meyer en el Programa de Historia Oral, del Instituto Nacional de Antropología e Historia, son buenos ejemplos sobre el particular. En suma, se trata de recoger el testimonio de quienes estuvieron lejos de ser ideólogos, dirigentes políticos o militares, pero que, sin su concurso, las cosas hubieran resultado de otro modo. Con el conocimiento de testimonios -orales o escritos- de la gente del pueblo se amplía la perspectiva del historiador en beneficio de su obra. En un principio sólo existían las imágenes de los novelistas, las cuales, pese a ser obras de ficción, eran las únicas que recogían las actitudes populares. Ahora, con el interés y el rescate de testimonios, el conocimiento puede reclamar algo más de verosimilitud. El único escollo es la credulidad ante testimonios que difícilmente pueden ser sometidos a la verificación, por tratarse de asuntos sumamente personales. Con todo, el valor en sí de la evocación, acaso sea más interesante que comprobar si un dato menudo es cierto o no.
El presente testimonio fue remitido por su autor, don Leonides Román Salazar Estrada, de Juxtlahuaca, Oaxaca, por vía del señor Lucio Guzmán Cedillo, trabajador universitario. Comprende cuatro hojas tamaño oficio, escritas a máquina -por un "evangelista"-, las tres primeras por ambos lados. Se conservan la ortografía y la sintaxis, con el fin de que el texto represente fielmente lo que su autor expresó. Sólo se corrigieron los errores del "evangelista".
Álvaro Matute
RELACIÓN SUCINTA DE LOS HECHOS DE ARMAS EN LOS QUE TOMÓ PARTICIPACIÓN EL SUSCRITO, LEONIDES ROMÁN SALAZAR ESTRADA, EN LA REVOLUCIÓN MEXICANA DE 1910 Y 1913
En el año de 1910, desde el humilde pueblo de Juxtlahuaca, estado de Oaxaca, el suscrito Leonides Román Salazar Estrada, en compañía de un grupo de jóvenes campesinos, secundamos la revolución maderista, incorporándonos al revolucionario Ubaldo Figueroa, con cuyo jefe nos presentamos al señor don Francisco Madero en la capital, siendo ya presidente de la República, para rendirle cuenta de nuestras actividades, como simpatizador de su gobierno, quien nos manifestó sus agradecimientos y nos invitó a devolvernos a nuestras actividades agrícolas en la provincia.
Posteriormente, al tener noticias de su asesinato, sus antiguos simpatizadores, nuevamente nos lanzamos a la lucha con las armas en la mano, para combatir el usurpador gobierno de Victoriano Huerta; incorporando unos al zapatismo, otros al villismo, pero todos, bajo la dirección del señor Venustiano Carranza, hasta terminar con el huertismo en Zacatecas, sostenido por los generales Benjamín Argumedo y Medina Barrón.
En el año de 1913 me incorporé definitivamente en las filas de la División del Norte, bajo el mando de Francisco Villa, perteneciendo a la brigada del general Agustín Estrada, combatiendo a las fuerzas huertistas en San Pedro de las Colonias y Ojinaga, al mando del general Tomás Urbina y José Isabel Robles, así como en los combates verificados en los "Paderones", "Celaya" y otros más hasta llegar a la encarnizada batalla de Zacatecas, en donde atacamos a las fuerzas enemigas comandadas por los generales Benjamín Argumedo y Medina Barrón, tomando como primera posición el Cerro de Loreto, desde donde fueron dominadas las demás posiciones que rodean la Ciudad ; esta batalla fue dirigida por Felipe Ángeles, y al tomar este Cerro de Loreto perdió la vida el general José Rodríguez y el mayor de Artillería Saavedra y muchos compañeros más y miles de Huertistas. Después del triunfo de Zacatecas fueron citados los generales Villa, Zapata y Obregón, por el señor Carranza, a la Convención de Aguascalientes, de donde salieron disgustados los generales Villa y Zapata, por no estar de acuerdo que el señor Carranza siguiese ocupando la Presidencia de la República y se ostentase como Primer Jefe Constitucionalista; de donde decidieron aquellos generales rebelarse con el señor Carranza. Las fuerzas villistas, al tener noticias de la determinación del jefe de la División del Norte, la abandonaron, y teniendo conocimiento de que mis hermanos, que también luchaban por la misma causa, se hallaban en la XXI División al mando de los generales Jesús Agustín Castro, Juan Jiménez Méndez, Nicanor Piña y coronel Pablo Villanueva, dispuse segregarme de la División del Norte y agregarme a la XXI División, en la que, dada la alteración de los ánimos, fui aceptado con el carácter de cabo y no de capitán segundo que ostentaba en la del Norte; y por el hecho de habernos incorporado de buena voluntad, se nos guardaron algunas consideraciones.
Con el grado de cabo, continué defendiendo la causa constitucionalista, desde Tampico, Veracruz, Oaxaca y Chiapas, quedando instalado el Cuartel General de Salina Cruz en el año de 1915; entonces estando la XXI División en el estado de Oaxaca, se solicitó auxilio al Cuartel General de Salina Cruz; el general carrancista Juan José Baños, por encontrarse sitiado en Pinotepa por las fuerzas de la soberanía comandada por el general Albino Zertuche, de donde salimos inmediatamente al mando del general Castro, embarcándonos en el puerto de Salina Cruz, para desembarcarnos en el de Minizo, llevando el mando el coronel Villanueva. Al desembarcarnos, nos esperaban las fuerzas del general Rodríguez Méndez en donde nos trabamos en combate entre fuerzas carrancistas y soberanas, en cuyo acto murió el general Rodríguez Méndez, así como otros muchos de sus compañeros; ordenando nuestro comandante que se persiguiesen a todos los enemigos, hasta derrotarlos completamente, llevando el cuerpo del general Rodríguez hasta Atoyac, Oaxaca, en donde quedó sepultado; continuamos la persecución hasta llegar a Cacahuatepec, en donde estaba el Cuartel General Zertuche, trabándose nuevo combate y trayéndolos en persecución hacia la Mixteca Alta, y al llegar, en Amuzgos, sostuvimos otro encuentro, sin ninguna resistencia y continuando la persecución hasta el Cerro de la Virgen, en donde tenía su cuartel general el coronel de apellido Ferrer, a quien se le derrotó, quitándole su posesión; y al llegar a Putla, las fuerzas rebeldes no hicieron ninguna resistencia, por haberla evacuado la plaza; y en su retirada se dirigieron para Juxtlahuaca, se continuó la persecución hasta el pueblo de Silacayoapan, en donde definitivamente quedaron dispersados. De dicho poblado, regresó nuestra fuerza a Pinotepa, no encontrando resistencia en el trayecto, en donde permanecimos varios días con las fuerzas del general Baños. Como en ese año se observó mucha carestía de elementos de primera necesidad en toda la Mixteca, nuestras fuerzas con frecuencia se tuvieron que alimentar con calabaza y nopales.
Encontrándonos en el pueblo de Guadalupe Coyates con escasos alimentos, llegó un negro a vendernos jaiba y huevos de tortuga envenenados, causando la muerte del capitán Carlos Cortés y otros dos oficiales chiapanecos, quienes, por ser nuevos en el batallón, no recuerdo sus nombres; igual suerte corrieron otros cuatro soldados; pero por fortuna se ordenó la concentración del coronel Villanueva, retirándonos para el puerto de Salina Cruz.
Encontrándonos en dicho puerto, ordenaron al general Castro avanzara hacia la ciudad de Oaxaca, combatiendo desde luego al general Santibáñez en Mixtequilla, Jalapa del Marqués, San Carlos Yautepec, Tlacolula y parte de algunos pueblos serranos hasta llegar a la capital del estado, habiendo ocurrido esto a principios del año de 1916; y en el mismo año, salimos a combatir en Miahuatlán, al general Lorenzo Rivera, derrotándolo en la Cuesta del Zopilote, desalojándolo de todas sus posiciones y persiguiéndolo rumbo a Candelaria Loxicha, Pluma Hidalgo y dejándolos completamente derrotados entre Chacalapa y Pochutla. En estos combates perdieron la vida muchos de nuestros compañeros y un artillero de nombre Narciso Borrego; después de estos acontecimientos, nos reconcentraron a Oaxaca las fuerzas de la XXI División, ordenando el general Juan Jiménez Méndez, jefe de la plaza en el estado, salieran todas las fuerzas de esa división de destacamentos en los distritos, tocando al suscrito en el distrito de Nochixtlán, al mando del teniente coronel Valentín Andrade, en donde, desde luego, nos tocó combatir al general Antonio Motero, en Magdalena Yodocono; al general Juan Ramírez, en Yanhuitlán; al general Melgar; al general Córdoba, en Teposcolula; en cuyo acto murieron 25 enemigos, entre ellos, un general de nombre Antonio Cebada, un teniente coronel de apellido Santiesteban; una mujer que tenía el grado de general y que le apodaban La Cubana, y otros oficiales más que quedaron tirados en las calles. Nuestras fuerzas sufrieron una baja de siete soldados, los cuales fueron llevados a Nochixtlán, en el que fueron inhumados en el mes de diciembre del año de 1916.
Después de los hechos narrados, fuimos sitiados en Nochixtlán por los generales Motero, Ramírez, Melgar, Lezama, Córdoba y otros coroneles de la montaña de Itundujia. Este sitio ocurrió el primero de enero de 1917, en donde murieron muchos soldados de los nuestros, y los pocos que quedamos nos refugiamos en la torre del templo, en donde nos sostuvimos hasta que llegara auxilio de la ciudad de Oaxaca, comandado por el general Macario Hernández y el teniente coronel Gumesindo Lara, quienes abriéndose en dos flancos arrollaron al enemigo, desalojándolos totalmente de la población, logrando recuperar la plaza; al día siguiente, un nuevo ataque al enemigo, disponiéndolo para el día 8 de enero, dando tiempo a nuestras fuerzas para que recuperaran sus energías; llegado el citado día, salimos a atacarlos, pues se sabía que se hallaban reunidos en Magdalena Yadocono, en Tlalteyapan y Topiltepec, pueblos cercanos a Yadacono; pues se sabía que tenían planeado dar un nuevo ataque a Nochixtlán; antes de llegar a Tlalteyapan, empezaron a atacarnos, ya que era la señal que tenían para hacerlo después intensivamente, pero nosotros logramos desalojarlos de sus posiciones, arrollándolos hasta llegar a Yodocono, en donde tenían su cuartel general; pero tocándonos la mala suerte, de que al retirarnos y al subir nuestras tropas por el panteón de Yodocono, que está en la falda de un cerro que le llaman Cerro del Rayo, los dispersos que se hallaban en la montaña nos dispararon ventajosamente, muriendo en este hecho el coronel Gumesindo Lara; y siendo un jefe muy estimado por la tropa, y a pesar de la difícil situación del momento, se logró sacarlo del lugar, echándolo sobre un caballo, para llevarlo a Nochixtlán, en donde se le dio sepultura. En los últimos días del mes de enero, ordenaron nuestro relevo, reconcentrándonos en la capital del estado, en donde permanecimos hasta el año de 1918.
En el citado año 1918, llegaron a la ciudad de Oaxaca unos generales que se decía se habían rendido al general don Venustiano Carranza, siendo éstos José Isabel Robles, Canuto Reyes, Pánfilo Natera, al frente de mil quinientos hombres, los cuales habían sido enviados por el señor Carranza, para que hicieran campaña en la Sierra de Juárez; pero en la noche del día que llegaron a Oaxaca, aconteció que en el Edén disputó un coronel de los de nosotros, de apellido Castañeda, con un coronel de los charros de apellido Bocanegra, en cuya disputa resultó muerto éste. Al día siguiente, los mencionados generales recibieron del gobierno del estado ametralladoras y dos cañones y se fueron a batir a la sierra, pero al llegar a la Cumbre del Estudiante, de acuerdo con las fuerzas serranas que mandaba Guillermo Meixueiro se voltearon al gobierno constitucionalista, enviando un oficio firmado por el general Robles, pidiendo al gobierno del estado desocupara la plaza de la ciudad porque, de no hacerlo así, la vendrían a desocupar ellos; en contestación, el general Juan Jiménez Méndez, jefe de la plaza, les contestó que pasaran a hacerlo, disponiéndose desde luego a movilizar a toda la tropa que guarnecía la capital, reforzando el Fortín y demás en que había fuerzas de vigilancia; como a la una de la tarde estuvimos en contacto con ellos en un rudo combate, arrojándolos a los llanos de Vistahermosa, combatiéndolos en la llamada de Hacienda Blanca; la lucha fue ruda, duró dos días, pero a la postre fueron derrotados los rebeldes, capturándose en dicho combate al general Robles y el general Córdoba, a quienes se les formó Consejo de Guerra, resultando condenados a la pena capital. Dos días después, nos relevaron de la capital de Oaxaca a la de Puebla, en donde nos cambiaron de lugar y jefe; habiendo recibido el 68 Batallón, en que pertenecía, el general Pablo Macías Valenzuela; y en 1919 estando en dicho estado de Puebla, cambiaron nuevamente de jefe, recibiendo el mando del citado batallón el coronel Filadelfo García, en cuya época solicité mi baja para retirarme del ejército, mas no me fue concedida; sólo se me dio un permiso ilimitado, firmado por el general Francisco L. Urquizo, encargado de la Secretaría de Guerra y Marina en aquel entonces, permiso que disfruté hasta el año de 1921; y cuando el movimiento de De la Huerta, me incorporé nuevamente a prestar mis servicios en el 14 Regimiento de Caballería, al mando del general Lucas Tijerina, en donde permanecí hasta el rendimiento del general Higinio Aguilar y el general Paz Risa, y en octubre de 1924 pedí mi retiro del ejército, retirándome para mi pueblo natal, para dedicarme a la [vida] privada, en el que me encuentro actualmente.
Juxtlahuaca, Oaxaca, 10 de septiembre de 1972 Leonides Román Salazar Estrada [rúbrica]
Las Adelitas del Mañana
Los revolucionarios del futuro
Fuente: www.centenarios.unam.mx
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