UNAM/Medio Ambiente
Oaxaca, México.- En el Valle de México el problema del agua es complejo e histórico y requiere una solución interdisciplinaria con participación de los actores involucrados, incluida la sociedad, coincidieron especialistas de la Universidad Nacional.
La Tierra es un sistema cerrado, con la misma cantidad del recurso hídrico (1.4 mil millones de kilómetros cúbicos, de los que sólo 37 millones son dulces), pero con un creciente número de habitantes. Del agua asequible para el consumo, más de 90 por ciento, es subterránea, es decir, se encuentra en acuíferos.
Mientras, la superficial (ríos y lagos) aunque es importante para el ambiente, su menor presencia está sujeta a la lluvia y descargas del líquido subterráneo.
Para Joel Carrillo Rivera, investigador del Departamento de Geografía Física del Instituto de Geografía (IG), el problema no es de cantidad, sino de la forma en que se extrae del subsuelo.
"Mucha del agua que extraemos está ahí desde hace miles de años, tiempo en el que se movió desde su área de recarga, y hay que saber cómo extraerla. Entendiéndola, se pueden hacer maravillas, no sólo para un abastecimiento de calidad, sino para controlar efectos negativos en la superficie como la erosión, el secado de lagos, humedales y manantiales, y el hundimiento", acotó.
La disyuntiva no es sólo que la ciudad necesite agua, también radica en dónde, cómo, de qué calidad y bajo qué condiciones. La dificultad real es la insuficiencia de tuberías, llaves y bombas, y el poco entendimiento para usarla en forma armónica en su relación con el ambiente y funcionamiento. “Eso ha llevando a la situación que se vive”, sostuvo.
El secretario técnico de Proyectos Especiales del Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad (PUEC), Arsenio Ernesto González Reynoso, refirió que la condición actual tiene una base histórica. El problema de abastecimiento y distribución ha existido por décadas en una planicie naturalmente lacustre, donde el agua era abundante, pero fue desecada, los acuíferos explotados en forma ineficiente y, en consecuencia, el recurso hídrico es traído de otras zonas, como Lerma y Cutzamala.
En tanto, Gian Carlo Delgado Ramos, investigador del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH), explicó que del monto de agua empleado a nivel mundial -que se duplica cada 20 años-, 85 por ciento es acaparado por el 12 por ciento de la población. Del total, 65 por ciento se destina a uso agrícola, 25 al industrial y 10 al humano.
"En México cambian ligeramente los porcentajes, pero la tendencia es similar; para 2030 el consumo nacional se incrementará 25 por ciento", subrayó.
El origen
"Del agua había nacido, y de agua era, la gran ciudad de Tenochtitlán. Diques, puentes, acequias, canales: por las calles de agua doscientas mil canoas iban y venían entre las casas y las plazas, los templos, los palacios, los mercados, los jardines flotantes, los plantíos. La conquista del agua empezó siendo una guerra del agua, y la derrota del agua anunció la derrota de todo lo demás. (…) Ahora, la ciudad de México muere de sed. En busca de agua excava. Cuanto más excava, más se hunde. Donde había aire, hay polvo. Donde había ríos, hay avenidas. Donde corría el agua, corren los autos", escribió Eduardo Galeano en su libro Espejos.
Desde la llegada de los españoles, recordó González Reynoso, la apropiación del territorio y la urbanización derivaron en la desaparición del sistema lacustre con el que habían coexistido los pueblos prehispánicos.
Entonces inició la "resolución" del "problema", a partir de obras de ingeniería como el llamado Tajo de Nochistongo, de 1607, que consistió en la construcción de un túnel que sacaría del Valle de México sus ríos más caudalosos, principalmente el Cuautitlán, y drenaría al mismo tiempo el lago de Zumpango; luego vino la desecación de los de Chalco y Texcoco, entre otros.
El coautor de ¿Guerra por el agua en el Valle de México?, expuso que en la época de Porfirio Díaz se cimentó el canal del desagüe, y en la de Gustavo Díaz Ordaz el drenaje profundo. Actualmente, se edifica el emisor oriente, con la misma lógica de evacuar el agua y proteger a la ciudad de inundaciones.
De ese modo, abundó, habría que entender que la “escasez” que se vive es artificial. Los primeros pozos que se hicieron en el centro de la metrópoli provocaron hundimientos; para que eso no ocurriera y hubiera agua se ideó el primer sistema de "importación" del líquido, desde Lerma, en el Estado de México.
Cuando esa zona fue insuficiente, se construyó, en diversas etapas, el sistema de suministro de Cutzamala, uno de los más grandes del mundo, "no sólo por la cantidad de agua que transporta, sino por el desnivel (940 metros) que vence. Está integrado por siete presas y seis estaciones de bombeo", se establece en el libro.
Al respecto, Carlo Delgado recordó que José López Portillo, encargado de inaugurar la obra en 1982, escribió: "Ya nos acabamos el Lerma. Ya estamos más lejos. Esto no puede seguir así. Es una monstruosidad traer agua de lejos, subirla a este valle, para sacarla después".
Tenía razón, en términos de infraestructura y energía, mover esa cantidad de agua a la ciudad es una locura, insostenible, opinó.
La construcción de ese sistema, indicó Joel Carrillo, no fue correctamente planteada, y lo único que hizo fue crear problemas adicionales, incluso económicos, sociales y culturales en las zonas que aportan el líquido, y propició el crecimiento desordenado de la zona metropolitana.
Hoy, añadió, se considera que el Cutzamala abastece a la Ciudad de México, lo que es falso. Según datos oficiales, se extrae el 80 por ciento del subsuelo de la propia urbe, de un total de 60 metros cúbicos por segundo, que es su caudal de abastecimiento. En tanto, de las presas del sistema, ubicadas en Michoacán y Estado de México llegan, en el mejor de los casos, ocho metros cúbicos por segundo.
González Reynoso añadió que no se previó que el agua superficial, como fuente de abastecimiento, es vulnerable a la variabilidad climática, lo que para términos prácticos no sucede con fuentes subterráneas. Ese sistema está en crisis porque los dos últimos años no ha llovido lo suficiente y las presas de entrada no han captado suficiente líquido.
Tampoco se debe perder de vista que en México la cuestión del agua se relaciona con un ordenamiento territorial “sin lógica”, precisó Delgado Ramos.
La mayor parte de la población se ubica en zonas semiáridas y con la mayor altitud; 20 por ciento del total se concentra en el centro del país. En contraste, la abundancia de agua superficial se halla en el sur-sureste, donde los habitantes y la actividad económica no son los más grandes. Tales desfases también se registran a escala regional y local, puntualizó.
Además, dijo el también economista y doctor en Ciencias Ambientales por la Universidad Autónoma de Barcelona, el problema del recurso hídrico es de clase; quienes tienen acceso es porque tienen mayores recursos para pagarlo o apropiárselo.
Las personas con bajo poder adquisitivo son las más afectadas, como en la delegación Iztapalapa del DF. Por lo menos 40 por ciento de los mexicanos que viven en pobreza o pobreza extrema, difícilmente tiene acceso al agua, ejemplificó.
Los expertos coincidieron que las diferencias entre regiones han sido resueltas a partir del paradigma de la ingeniería civil e hidráulica, de construcción de acueductos, presas, sistemas de captación y distribución, o de pozos cada vez más profundos.
No obstante, dijeron, hoy se requiere de una visión no sólo multidisciplinaria, donde arquitectos, ingenieros, hidrólogos o ecólogos hagan su parte, sino una interdisciplinaria, donde todos ellos interactúen y participen junto con la población que, en su mayoría, no reconoce el valor real del líquido, ni lo que se requiere para tenerlo al abrir la llave.
Las soluciones
A diferencia de otras partes del país o del mundo, donde por diversas razones se enfrenta el abasto de agua mediante un suministro racionado y el ahorro, en el Valle de México se ha aumentando la oferta, se construyen nuevas obras y se trae de más lejos. La lluvia se ha llegado a considerar una contrariedad, cuando podría captarse en cada casa un volumen que resolvería parcialmente el abasto.
Es necesario, primero, plantear el problema, porque de otro modo las posibles acciones no solucionarán la situación, expuso Carrillo Rivera, egresado de la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del Politécnico y doctor en Agua Subterránea por la Universidad de Londres.
Para González Reynoso, es necesario un cambio de paradigma, que vaya más allá del punto de vista de la ingeniería, donde la sociedad se autorregule y, con un mismo caudal asequible, el agua tenga mayor rendimiento, sea compartida con los ecosistemas y las poblaciones vecinas, a fin que perdure para las siguientes generaciones.
Según Carrillo Rivera, se pueden hacer compensaciones, manejo y gestión del recurso hídrico con la participación generalizada, para mejorar la situación actual. Además, no existe un programa de formación que permita, desde la niñez, formar conciencia de lo que se debe hacer.
Sobre el asunto, Delgado Ramos sostuvo que parte de la solución se basa en una nueva cultura o un nuevo contrato social en torno al tema, donde se garantice su acceso a toda la población y se limite el despilfarro.
Pensar en el problema es plantear una solución relacionada con la educación, con el ordenamiento territorial, la democratización, la apertura de canales de diálogo entre los actores, con buenas políticas públicas y su ejecución, agregó el investigador del CEIICH.
Una de las primeras acciones a tomar, refirieron los universitarios, puede ser la reparación de fugas, pero no sólo en casas, sino en redes primarias o de distribución, donde se estima que se pierde hasta 38 por ciento. Visto así, el sistema Cutzamala repone sólo un tercio de las fugas, y si éstas no existieran se tendría un caudal adicional.
Otra medida, opinó González, es la captación de agua de lluvia, intensa y abundante en esta zona, mediante el diseño de tecnologías que permitan almacenarla y distribuirla, como son las pequeñas presas en las partes altas de la urbe.
También, infiltrarla a los acuíferos para lo que se debe entender el ciclo hidrológico y aprovecharlo de manera racional. “Hasta hoy, cuando caen aguaceros, todo se va al drenaje y sale hacia Tula; ese caudal enorme podría ser aprovechado”, advirtió.
Joel Carrillo sostuvo que la recarga se da en áreas específicas dentro y fuera de la cuenca; es fundamental identificarlas y conservarlas mediante el pago por servicios ambientales; lo mismo debe hacerse con las áreas de descarga, que están desapareciendo, como Xochimilco y Chalco, donde comúnmente se producen hundimientos.
Todo el territorio nacional, acotó, está lleno de acuíferos; no obstante, el problema es la profundidad a la que se encuentran, la calidad del agua que contienen, y la extracción altamente ineficiente lo que ha redundado en los impactos ambientales.
De ahí la necesidad de saber cómo funciona para extraerla, de conocer cómo es su relación con otros componentes del ambiente para determinar no sólo cuál será la respuesta del líquido a la extracción, sino también predecir la respuesta de otros componentes del ambiente relacionados, como los ecosistemas, manantiales y humedales, dijo.
Otra acción puede ser reciclar el agua que se desecha, porque en la actualidad, por ser muy costoso, no llega ni al 10 por ciento, expuso Delgado. Además, limitar las grandes construcciones que contribuyen a los hundimientos y crear nuevas zonas verdes.
A eso se puede sumar la reforestación, la protección de manantiales y el rescate de ríos contaminados. En resumen, una estrategia integral de toda la cuenca.
Por último, los investigadores señalaron que el aumento de tarifas no resuelve el problema. Carrillo está de acuerdo con el cobro “justo” por el servicio del agua, pero a cambio de calidad.
En tanto, Arsenio González explicó que sólo después del Metro, el agua recibe el mayor subsidio. Como parte de una transformación cultural, el ciudadano debe ser corresponsable de cuidar el líquido y valorarlo.
El aumento de tarifas no resuelve el problema, pero genera más dinero para el manejo del sistema de la ciudad, y para lo tengan que quienes no acceden al servicio, puntualizó.
Gian Carlo Delgado recordó que existe la propuesta de cuotas por “bloques”, consistente en un pago mayor a mayor consumo. “No estoy de acuerdo con eso porque los que más derrochan son los que tienen más ingresos. No es una medida efectiva porque no limita el desperdicio”.
Por ello, propuso un mecanismo consistente en un “bloque” gratuito, es decir, proporcionar a la población una cantidad para necesidades básicas, y a partir de ese consumo aplicar tarifas, hasta un tope de consumo para evitar el despilfarro.
El consumo mayor no está en los hogares, sino en sectores como el agrícola e industrial que, incluso, tienen cuotas preferenciales “porque hay que incentivar la economía”; que la gente ahorre agua está bien, pero eso no es suficiente, concluyó.
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