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El Ateneo de Alfonso Reyes, paradigma de la cultura en México

Miércoles 04 de noviembre, 2009.
01:40 pm
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Artemisa MENDIZÁBAL S./Conaculta

 

Oaxaca, México.- El 28 de octubre de 1909 –hace ya un siglo– nació el Ateneo de la Juventud, empresa cultural a la que se le atribuyen grandes hazañas: derrumbar al positivismo, renovar la identidad mexicana, dar un sentido filosófico a la Revolución de 1910 y haber intentado nuevas prácticas en la producción y divulgación del conocimiento. La conjunción de este grupo de jóvenes pensadores que apenas alcanzaban los 25 años en promedio, marcó un antes y un después en la vida cultural de México.

 

Susana Quintanilla, investigadora que ha dedicado más de 25 años al tema y autora del libro Nosotros. La Juventud del Ateneo (Tusquets Editores, 2008), el antecedente más remoto de El Ateneo se ubica en la revista Savia Moderna, iniciativa periodístico-literaria impulsada por Alfonso Cravioto en 1906 e ilustrada por Diego Rivera; continuó entre 1907 y 1908 como Sociedad de Conferencias, y cristalizó un año después, tres meses antes del inicio de las Fiestas del Centenario de la Independencia.

 

Era un grupo heterogéneo en cuanto a edad, orígenes geográficos y sociales, la profesión y los gustos literarios de sus miembros. La mayor parte había nacido en la década de los ochenta del siglo XIX, pero había algunos del decenio anterior. Todos poseían un título o estaban por obtenerlo. La mayoría optó por estudiar leyes en la Escuela Nacional de Jurisprudencia.

 

[caption id="attachment_33086" align="alignleft" width="200" caption="Alfonso Reyes y el Ateneo de la Juventud"]Alfonso Reyes y el Ateneo de la Juventud[/caption]

La creación del Ateneo de la Juventud, marcó la ruptura entre la nueva generación y la tradición literaria decimonónica; iba en contra de una educación oficial científica y positiva nacida de la Reforma y establecida en el Porfiriato, y que alejó de las aulas el cultivo de las humanidades.

 

 

 

 

Según el testimonio de José Vasconcelos, en los planes de estudio de la Escuela Nacional Preparatoria, fundada por Gabino Barreda, se suprimió el latín y el griego,  las letras y la historia pasaron a segundo término; sin embargo, dichas asignaturas fueron abordadas de manera informal en los pasillos de la propia escuela, en donde a espaldas de los profesores (aunque con la simpatía de algunos) se discutía a Schopenhauer y Kant, Nietzsche y Bergson, Taine y Ruskin, Wilde y Croce, entre otros.

 

Por su parte, Pedro Henríquez Ureña escribió: “a la par de Porfirio Díaz envejecían los ‘Científicos’, sus justificadores intelectuales, y por ello tampoco fue muy arduo hacerlos a un lado. Éramos muy jóvenes cuando comenzamos a sentir la necesidad del cambio… Sentíamos la opresión intelectual, junto con la opresión política y económica de que ya se daba cuenta gran parte del país”.

 

El Ateneo introdujo en México nuevas prácticas para la producción y la difusión de las humanidades, principalmente de la literatura, la filosofía y la filología.

 

Derivado de sus participaciones en la Sociedad de Conferencias, Antonio Caso adquirió el liderazgo para promover el nacimiento de una asociación no escolar e independiente del gobierno, un ateneo para la juventud. Compartió la idea con Rafael López, Jesús T. Acevedo, Alfonso Reyes y Henríquez Ureña, quienes se encargaron de invitar a los posibles miembros de la futura sociedad. La cita era a las 7 de la noche del 28 de octubre de 1909 en el Salón de Actos de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, en la esquina de San Ildefonso y el Relox.

 

En Nosotros. La juventud del Ateneo, Susana Quintanilla establece que la composición exacta del grupo fundador del Ateneo es un tema que aún genera polémica. Ella toma de lo escrito por Pedro Henríquez Ureña en su diario al día siguiente del acto fundacional, la siguiente lista de 31 miembros: Ignacio Bravo Betancourt, Carlos González Peña, Luis Castillo Ledón, Isidro Fabela, Manuel de la Parra, Juan Palacios, José Vasconcelos, Genaro Fernández Macgregor, Eduardo Pallares, Emilio Valenzuela, Alfonso Cravioto y Guillermo Novoa, además de los cinco convocantes.

 

A la sesión faltaron José María Lozano, Nemesio García Naranjo, Ricardo Gómez Robelo,  Marcelino Dávalos, Rubén Valenti, Francisco J. César, Enrique Escobar, Carlos Barajas, Evaristo Araiza, Abel C. Salazar, Roberto Argüelles Bringas, Eduardo Colín y Eduardo Xicoy.

 

De acuerdo con la investigadora, Alejandro Quijano, último secretario de la asociación, tuvo entre sus manos la lista original de los fundadores, en la que aparecen 26 nombres, cinco menos que en la mencionada. Entre una y otra hay ausencias. Se sabe –afirma– que Valenti y Xicoy no aceptaron ser miembros, mientras que Escobar fue borrado de la lista por no asistir. En cuanto a Rafael López y Gómez Robelo, su ausencia pudo haber sido un error pues no hay duda sobre su pertenencia al núcleo inicial.

 

Posteriormente, otros connotados personajes habrían de sumarse. De entre todos sus integrantes, quienes mayor resonancia han alcanzado hasta nuestros días son Alfonso Reyes, Julio Torri, Martín Luis Guzmán, Luis Castillo Ledón, Enrique González Martíínez, José Vasconcelos, Pedro Henríquez Ureña, Antonio Caso,  Isidro Fabela, Julián Carrillo, Manuel M. Ponce y Diego Rivera.

 

El Ateneo de la Juventud tuvo por presidentes a Antonio Caso, Alfonso Cravioto, José Vasconcelos, Enrique González Martínez y, nuevamente, Antonio Caso.

 

Quintanilla resalta en su texto que el Ateneo fue mucho más que una cepa literaria; en su faceta de semillero político, proporcionó a algunos de los más excelsos oradores, polemistas y reformadores de la primera centuria del siglo XX mexicano.

 

Y concluye que  “a lo largo de cinco años y ocho meses, del 31 de marzo de 1906 al 30 de noviembre de 1911, la época tardía de la era porfiriana, todas estas personas vivieron, y contribuyeron a forjar múltiples cambios, de la juventud a la madurez, de la comedia a la tragedia, de la ligereza a la densidad, de lo apolíneo a lo dionisiaco, del clasicismo a un nuevo romanticismo, del positivismo al vitalismo, de la ciencia a la metafísica, de la paz a la guerra, de la dominancia paterna a la orfandad, de la dictadura al primer intento de una democracia moderna”.

 

Cabe resaltar el señalamiento de Fernando Curiel, también especialista en el tema del Ateneo de la Juventud, quien asegura que “formalmente sigue vigente ya que no se cumplió en el pasado el artículo segundo de sus estatutos, a saber: La asociación durará tiempo indefinido, no pudiendo disolverse sino por acuerdo de la mayoría de todos sus miembros”.

 

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