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Chile desde la visión periodística de Ximena Ortúzar

Miércoles 23 de diciembre, 2009.
09:10 am
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      Mario CASASÚS/El Clarín de Chile     Oaxaca, México.- En entrevista exclusiva con Clarín.cl Ximena Ortúzar, quien fuera corresponsal en Sudamérica del semanario Proceso durante 23 años y cofundadora del legendario periódico Fortín Mapocho, examina las cifras electorales y los efectos de la semana pasada: “A mi juicio aquí se conjugan dos factores: la desafortunada designación del candidato concertacionista y los valores implantados en la sociedad chilena desde septiembre de 1973. Eduardo Frei ha sido el gobernante más mediocre de la Concertación y su vocación neoliberal quedó en evidencia en su administración, además de haber liderado el rescate de Pinochet de Londres”   [caption id="attachment_38008" align="alignleft" width="300" caption="La periodista Ximena Ortúzar"]La periodista Ximena Ortúzar[/caption] Egresada de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile; autora de los libros: Represión y Tortura en el Cono Sur (1977); México y Pinochet. La ruptura (1986) y coautora de: El Petróleo en México y en el Mundo (1979). Prácticamente ha trabajado en todas las esferas periodísticas: radio, televisión y medios escritos.   Ximena Ortúzar es un referente del periodismo en Latinoamérica, su extenso inventario de entrevistas incluye al escritor colombiano Gabriel García Márquez, al político uruguayo Líber Seregni, al Presidente de Venezuela Hugo Chávez y a los dictadores: Anastasio Somoza de Nicaragua y Gustavo Leigh de Chile, en este caso y luego de ser publicado el artículo, provocó que los esbirros de Pinochet acribillaran la casa de la periodista chilena en horas de toque de queda, pero sin duda –dice Ximena- la mejor noticia: “la escribí desde las entrañas, fue la crónica del triunfo del NO en el plebiscito de 1988. ¡Había esperado tantos años para escribir ese reportaje!”   MC.- Ximena, ¿cómo observaste el proceso electoral chileno desde México? XO.- Los resultados eran previsibles y me confirman muchas ideas acerca de mi país. El 44% obtenido por Piñera -es decir la derecha- es el que históricamente mantiene desde el plebiscito de 1988, lo cual es tema de análisis. Pero en este caso la votación a favor de Piñera se ve magnificada por la pobre votación conseguida por Frei que -cabe recordarlo- es el candidato de la Concertación que mayor votación ha obtenido en 20 años: 57% en la primera vuelta de 1993. Volviendo al plebiscito: la opción por el NO a la continuación de Pinochet en el poder fue de 55.9 por ciento, lo que para muchos analistas era una votación escasa considerando los 16 años de dictadura y sus consecuencias. Los personeros concertacionistas explicaron así esa votación: “El terror implantado en dictadura sigue latente en muchas personas y  hay temor a represalias. La ciudadanía no conoce en su totalidad los horrores de la dictadura porque el régimen se encargó de ocultarlos”. Chile ha vivido 20 años de transición a la democracia y de gobiernos concertacionistas, y la derecha mantiene el mismo margen de apoyo en las urnas desde 1988.   En 20 años la Concertación no sólo no se encargó de erradicar el terror implantado por la dictadura, sino que lo ha usado como herramienta para chantajear al electorado: “Si profundizamos los cambios, puede haber otro golpe de Estado. Si juzgamos a Pinochet se puede levantar el Ejército”, etcétera. La Concertación tampoco ha propiciado que se conozcan en toda su magnitud los horrores de la dictadura, incluyendo en ellos los delitos de corrupción. Los intentos han sido incompletos y negociados -El informe Rettig y el caso de los pinocheques, por citar sólo dos, son buen ejemplo-, con el argumento de “razones de Estado”.   Después de la primera vuelta de esta elección, las razones del oficialismo para explicar su derrota: “La derecha fue unida contra tres candidatos”. Opino que el resultado de la elección es el síntoma de un problema de fondo. La Concertación -que a mi juicio debió ser un pacto electoral y no de gobierno- despilfarró a conciencia, la movilización, la unidad  y la mística  alcanzadas por la oposición  a Pinochet antes del plebiscito y que hicieron  posible el triunfo del NO. La campaña de Aylwin tuvo entre sus consignas principales Verdad y Justicia. Una vez ganada la elección, Aylwin le agregó a esa consigna el apellido de en la medida de lo posible. Y para la clase gobernante de ese momento, la medida de lo posible la ponían los culpables de toda clase de horrores en dictadura.   A la desilusión -para algunos estafa- se sumó la desmovilización propiciada por el gobierno de Aylwin y sus sucesores, para quienes el pueblo en la calle encarna  una insolencia intolerable. Baste recordar que cada 11 de septiembre -en democracia- el pueblo fue reprimido en sus manifestaciones públicas y La Moneda aislada del “peligro” de las consignas. Durante la transición hemos visto hasta qué punto los gobernantes, legisladores y líderes partidistas de la Concertación fueron permeados por la dictadura: quien disiente es enemigo, quien protesta es terrorista, quien pide cambios se quedó en el pasado. Se gobierna con la Constitución de Pinochet, y, por ende, se mantiene el sistema binominal de elecciones y se aplica la Ley Antiterrorista, entre otras aberraciones.   Michelle Bachelet tiene un alto grado de aprobación ciudadana - se habla de un 77%- pero el candidato designado -no hubo elección primaria- para sucederla pierde la primera vuelta. A mi juicio aquí se conjugan dos factores: la desafortunada designación del candidato concertacionista y los valores implantados en la sociedad chilena desde septiembre de 1973. Eduardo Frei ha sido el gobernante más mediocre de la Concertación y su vocación neoliberal quedó en evidencia en su administración, además de haber liderado el rescate de Pinochet de Londres para “salvarlo” de ir a España y someterse a un juicio justo que no tuvo ninguna de sus víctimas. Lo hizo en nombre de la “soberanía” chilena, olvidando un principio elemental: la soberanía de una nación reside en su pueblo.  La designación de Frei fue decidida después de barajar la posibilidad de un segundo mandato de Lagos. Esto deja en evidencia que la Concertación no ha creado o no ha creído en el relevo de sus personeros, al menos en lo que a presidentes se refiere.   El segundo factor: durante los casi 17 años de dictadura, el régimen se encargó sistemáticamente de denigrar a la izquierda y de satanizar todo lo hecho por el gobierno de la Unidad Popular. Durante los 20 años de la transición, la izquierda concertacionista,  lejos de reivindicar los muchos logros del Gobierno Popular, se abocó a un mea culpa, sumándose -consciente o inconscientemente, y ambas variantes son reprochables- al discurso de la derecha y paradójicamente,  justificando  lo actuado por ésta y avalando la teoría de que los militares golpistas salvaron a Chile del caos. Si de algo se jacta la Concertación es del manejo de la economía chilena y de sus logros macroeconómicos, alabados sin reservas por los centros de poder internacional, pero elude el debate acerca de la distribución del ingreso en Chile, que es una de las más inequitativas del mundo. El modelo económico de la Concertación es el que impuso la dictadura y es uno de los principales argumentos de la derecha en favor del régimen militar. En otros rubros como cultura, nivel educacional, cobertura de salud, derechos humanos, solidaridad internacional, etcétera, la Concertación no tiene mucho qué exhibir. En Chile, desde 1973, se erradicó la educación política: la dictadura la reemplazó por propaganda. Los partidos de la  Concertación la han ignorado. El debate de las grandes ideas fue sustituido por el la práctica de los consensos, muy propia del pragmatismo imperante. En este marco, el triunfo de Piñera  era previsible.    MC.- Al final lograron llegar tres diputados del Partido Comunista al Congreso Nacional y se registra un 6.21% para el candidato presidencial Jorge Arrate, ¿cómo se traducen estas cifras?, ¿resulta poco, por el alto costo de ir acompañados de la Concertación? XO.- El Partido Comunista chileno trabajó en todo momento por la Unidad Popular, el PC fue importantísimo en la movilización contra Pinochet y, algo que para mí es fundamental: ha sido leal a la memoria de Salvador Allende, lo cual en estos tiempos no es poco decir. Su llegada al Congreso  se logra después de un pacto de no exclusión muy tardío. Bienvenidas voces nuevas al poder legislativo chileno, anquilosado en la camisa de fuerza de la Constitución pinochetista y atrapado -repito- en la autoimpuesta consigna del consenso,  sobre todo ahora, cuando la derecha avanza en ambas cámaras.   MC.- ¿Cómo revertir el sistema Binominal chileno? XO.-Reformar esa ley debió haber sido una prioridad de la Concertación, por una cuestión de dignidad democrática y de principios. Intentarlo reiteradamente, aunque no se lograra esa reforma, habría sido un mensaje a la ciudadanía: “Lo estamos intentando, es la derecha la que lo impide”. Al renunciar “porque no se va a poder” se mandan señales que confunden a los ciudadanos. No es de extrañar que, ante este tipo de omisión, la gente piense que “cualquier candidato da lo mismo” o  que voten por personas sin tomar en cuenta el proyecto de país que proponen.   MC.- ¿Cuál es tu expectativa para la segunda vuelta del 17 de enero? XO.- La izquierda que votó a Arrate votará mayoritariamente por Frei. Quienes no lo hagan tal vez voten en blanco o anulen su voto. Así ha ocurrido en las dos ocasiones anteriores en que la Concertación debió enfrentar una segunda vuelta. Pese a ser excluida del Congreso por la ley binominal vigente, la izquierda extraparlamentaria ha apoyado al candidato concertacionista para frenar al de la derecha. Los que votaron por Enríquez-Ominami son “una moneda en el aire”, es decir, pueden votar de cualquier manera. El excandidato ha dicho que no endosa sus votos a ninguno de los dos contendores porque ambos son muy parecidos y ambos representan al pasado. Acerca de cuál será a juicio de ese  20% de Enríquez Ominami “el mal menor”, es para mí una incógnita.    Y aquí quiero agregar dos cosas. La primera: propiciar el voto por el mal menor me parece nefasto. En un país como Chile, donde la ciudadanía tiene tan acotados los espacios para expresarse, el voto debería ser una herramienta fundamental para propiciar cambios, si no ganando elecciones, enviando mensajes muy claros acerca de qué se quiere y qué se rechaza. Creo profundamente en el voto testimonial que, de paso, permite saber cuántos son los que comparten determinado proyecto, aunque sea minoritario, a fin de buscar los cauces para allegar más fuerzas. Y pienso que el "voto útil" termina siendo el más inútil de los votos para las minorías.   La segunda: creo que si el 45% de los jóvenes chilenos que no están inscritos en el padrón electoral hubieran votado, el porcentaje alcanzado por Enríquez-Ominami sería bastante mayor y tal vez él habría pasado a la segunda vuelta. No opino acerca de lo acertado o no de ese resultado, sólo digo que es posible que se hubiera dado. Y habrá que preguntarse si el apoyo a Enríquez-Ominami tiene motivación generacional, responde a la propuesta del candidato, adhiere a su rebelión ante el satus quo de la Concertación, o es esencialmente una expresión de rechazo a los políticos tradicionales. Por años se ha dicho que los jóvenes chilenos no están interesados en la política. Creo que, como dijo una analista, es la política chilena la que no está interesada en los jóvenes.   MC.- En ambos casos, la libertad de expresión estará amenazada; Piñera declaró que clausurará el periódico La Nación y Frei Jr. es el principal obstáculo para que El Clarín de Chile sea indemnizado; ¿de qué democracia hablamos ante la falta de propuestas de información independiente? XO.- La libertad de expresión no se recuperó con el fin de la dictadura sino parcialmente. Peor que eso: muchos medios que con enorme riesgo y valentía lucharon por la democracia en dictadura y sobrevivieron a pesar de los pesares, fueron cerrados o "dejados  morir" en los gobiernos de la Concertación: Cauce, Apsi, Análisis, la Época, Hoy, Fortín Mapocho -del cual tengo el orgullo de haber sido fundadora y subdirectora- entre otros, dejaron de existir después del comienzo de la transición. Creo que la Concertación es el único gobierno mayoritario en el mundo que se comunica con la ciudadanía a través de los medios de la oposición. Es evidente que a la Concertación no le interesa tener medios que la representen. El derecho de las personas a expresarse libremente está bastante limitado aún hoy en Chile. Repito: el que disiente o critica es enemigo, el que reivindica mejores tiempos se quedó en el pasado, el que protesta es terrorista y se le trata con la misma brutalidad de la dictadura.   MC.- ¿Acostumbras leer la prensa chilena en Internet?, ¿qué opinión te merece la oferta tradicional y los nuevos medios digitales? XO.- Leo constantemente la prensa chilena en Internet. Los medios tradicionales del duopolio hacen su tarea muy acorde a sus intereses, en tanto que la escasa prensa oficialista chilena padece de una buena dosis de autocensura. La prensa de oposición de izquierda subsiste con muchas dificultades y riesgos. Ha habido intentos interesantes en cuanto a innovar el estilo de informar utilizando la transgresión, el humor y la audacia en medios relativamente recientes.  Y  en el caso de los  medios digitales, me parecen un gran aporte por el tratamiento que dan a los temas, por abrir un espacio donde decir lo que desde arriba se pretende acallar y por contribuir a la difusión y  discusión  de  temas centrales de Chile y del mundo del que, dicho sea de paso, la prensa tradicional se ocupa poco. Y son incluyentes. Me consta en lo personal.   MC.- Ximena siempre había querido preguntarte, ¿cómo era tu trabajo en el semanario Proceso?, ¿qué reportaje cambió tu vida? XO.- Mi paso por la revista mexicana Proceso -estuve en ella 23 años- ha sido de los más importante en mi carrera, junto con el Fortín, por supuesto. Fui corresponsal en Sudamérica y eso me permitió una visión de conjunto que para un periodista es una herramienta fundamental. Vi caer dictaduras, vi retornos a la democracia, y por cierto, viví en Chile, en dictadura, como corresponsal de Proceso y también al inicio de la transición.    Muchos reportajes me impactaron profundamente. Algunos de ellos cuando fui corresponsal de guerra en Nicaragua, para la televisión mexicana y la revista Interviú.  Pero el que escribí desde las entrañas fue el del triunfo del NO en el plebiscito de 1988. ¡Había esperado tantos años para escribir ese reportaje!   MC.- Últimamente, ¿has impartido clases de periodismo?, ¿escribirás un manual de ética, estilo y redacción? XO.-Dí clases de Periodismo y de Teoría de la Comunicación en la Universidad Nacional Autónoma de México y fue muy gratificante hacerlo. Pero mi calidad de corresponsal en permanente viaje me hizo renunciar a ello. Me gustaría dar clases de estilo y redacción, poniendo énfasis en el buen uso del lenguaje, asunto que actualmente es considerado “menor”   MC.- ¿Te reúnes con la comunidad de chilenos exiliados en México?, ¿estás en contacto con los colaboradores de Clarín.cl José Palomo y Frida Modak? XO.-Tengo buenos amigos del exilio chileno en México. Fui presidenta de la Asociación Salvador Allende por un breve período. Renuncié por desacuerdos acerca de cuál debe ser la función esencial de una organización que lleve el nombre de Salvador Allende, pero conservo algunos buenos amigos y participo en algunas actividades del exilio en México. A José Palomo hace mucho que no lo veo, él diseñó la portada de mi libro "México y Pinochet. La Ruptura", editado en México. Con Frida Modak hemos coincidido a veces en programas de radio y televisión como invitadas.   MC.- Finalmente, ¿cuáles son las mayores preocupaciones que despierta el Chile neoliberal en vos?, ¿consideras que la Ley Antiterrorista es un tema poco conocido en el extranjero y extremadamente preocupante? XO.-Son muchos los temas que me preocupan de mi país: su reticencia a participar -y quizás a sentirse- como integrante de América Latina de manera más comprometida. Está en Unasur, pero no está en Mercosur sino como "observador" -es más importante el Asia Pacífico-. Ha votado contra Cuba en las Naciones Unidas, etcétera. Hay una suerte de tendencia  a marcar distancias con una buena dosis de soberbia que, espero, se corrija a la luz del resultado electoral.    Me indigna  el maltrato a los mapuches. Me ofende que la ley Antiterrorista siga vigente y, lo que es más grave, que se aplique. Me duele que 20 años de democracia no hayan terminado con la impunidad,  con la desigualdad y con la discriminación. Dicen "los tiempos cambiaron, el mundo cambió". Yo digo que los valores son permanentes.   http://www.elclarin.cl/index.php?option=com_content&task=view&id=19524&Itemid=2729

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