UNAM/Economía
Oaxaca, México.- La crisis agroalimentaria en México comenzó a gestarse desde los 80, con la crisis de los granos básicos, fenómeno que evidenció el error de seguir los dictados de las grandes corporaciones de comestibles, principalmente estadounidenses, indicó la especialista del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) de la UNAM, Argelia Salinas Ontiveros.
[caption id="attachment_19344" align="alignleft" width="300" caption="La severa crisis agroalimentaria en el campo mexicano"][/caption]
Esa situación propició la sustitución de los cultivos de los granos básicos por oleaginosos en el marco de la apropiación y control de las principales cadenas agroalimentarias del país, que “fue favorecido por la instrumentación de políticas públicas que lo hicieron funcional”.
Al participar en la mesa Crisis Económica Mundial y su Impacto en el Sector Agropecuario, organizada por el IIEc, subrayó que este fenómeno apareció a principios de 2006 con el incremento del precio de la tortilla. “A este aumento siguieron los de la leche, carne, aceites comestibles, trigo, frijol y arroz”.
La también catedrática de la Facultad de Economía (FE) expuso en la sala Ángel Bassols Batalla del IIEc, que el impacto negativo de esos aumentos aún repercute en los bolsillos de la población con menos ingresos, lo que ha provocado y “profundizando” la condición de pobreza, desnutrición, desempleo y deterioro de algunos recursos naturales como el agua y suelo.
[caption id="attachment_19345" align="alignleft" width="300" caption="La investigadora universitaria, Blanca Rubio Vega"][/caption]
Al respecto, la especialista del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS), Blanca Rubio Vega, comentó que la solución a esta problemática sólo se alcanzará con políticas públicas integrales “reales”, porque desde mayo de 2008, se planteó un programa ante la crisis que consistió en abrir el mercado de importación a cualquier país que vendiera sin arancel; crear una reserva estratégica de alimentos; incrementar el financiamiento de la importación de maquinaria, y aumentar en 120 pesos (durante siete meses) la asignación a los beneficiarios del programa social Oportunidades.
Sin embargo, esto no disminuyó el impacto negativo en la sociedad en general; incluso aquella reserva propuesta y prometida por el gobierno federal nunca tuvo cabida en los proyectos. Además, dijo, a la crisis alimentaria se sumó la económica, que afecta a todos los sectores productivos, porque grandes empresas trasnacionales de automóviles, electrónicos y demás, están en proceso de quiebra.
No obstante, las empresas agroalimentarias se están fortaleciendo y “se vieron beneficiadas con la alteración de su sector, porque en la crisis alimentaria incrementaron los precios a su antojo”.
Al respecto, el integrante del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), Antonio Turrent Fernández, explicó que la producción de granos del campo mexicano se desarrolla más lenta que su consumo “aparente”. Por ello, la dependencia alimentaria del mercado mundial crece y se teme que alcance el 50 por ciento hacia el año 2025.
Con la investigadora del IIEc, Lilia Enríquez Valencia, quien moderó la mesa, señaló que esta situación depende en gran medida de la dependencia desmesurada del tipo de agricultura empresarial y de la trasnacionalización de los servicios para producción, acopio y abasto.
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