· Factores como la dependencia económica y falta de apoyo familiar y social, facilitan quedar atrapadas en estos vínculos, dijo Noemí Díaz Marroquín
· Algunos autores hablan del síndrome de la mujer maltratada cuando éstas experimentan vergüenza, depresión, culpa, ansiedad y miedo anticipado al maltrato
UNAM/Género
Oaxaca, México.- Un promedio estadístico a nivel mundial revela que las mujeres tardan casi 10 años en superar de una relación violenta, aún cuando estén en peligro de muerte, porque el daño físico y psicológico las mantiene inmovilizadas y confundidas, explicó la jefa del Centro de Servicio Comunitario Dr. Julián MacGregor y Sánchez Navarro, de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, Noemí Díaz Marroquín.
Las relaciones abusivas son largas y resulta fácil entrar en una pero es difícil salir de ella, principalmente por factores como la dependencia económica y la falta de apoyo familiar, social, institucional y de los sistemas de salud y judiciales, sentenció.
Al dictar la conferencia Prevención y atención psicológica en casos de violencia contra la mujer en la pareja, argumentó que las personas maltratadas suelen experimentar lealtad hacia la pareja, porque consideran que aparte del contrato matrimonial firmado, hay uno implícito de apoyo, cariño y paciencia, donde la lealtad consiste en no hablar de la agresión fuera del vínculo conyugal.
Al respecto, mencionó que esa inmovilidad o parálisis causada por el daño físico y psicológico es utilizada por la víctima como una estrategia de supervivencia. La mayoría de las mujeres violentadas, confiesan tener amor hacia sus parejas; “lo quiero a pesar de todo”, es una de las declaraciones más comunes.
En el auditorio Guillermo Floris Margadant, del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de esta casa de estudios, explicó que se ha documentado el impacto psicológico de la violencia hacia el género femenino. Algunos autores hablan del síndrome de la mujer maltratada, caracterizado por: vergüenza, culpa, depresión, ansiedad, fobias generalizadas y miedo anticipado al maltrato.
Además, señaló que en el llamado síndrome de Estocolmo Doméstico, la víctima percibe una amenaza a su supervivencia, permanece aislada y no distingue otra perspectiva más que la del agresor. Él le indica qué está bien y qué se merece. En esa situación, ella se siente sin escapatoria, excepto si puede disuadir al agresor o convencerlo.
Este fenómeno se manifiesta como un vínculo afectivo y paradójico entre víctima y atacante. La mujer suele defender a su pareja ante los embates externos, colocar fuera de él las causas de la agresión y argumentar que su comportamiento se debe a la injusticia social, falta de empleo, agresiones en su niñez. Además, evita a toda costa denunciarlo, porque no lo responsabiliza de su conducta.
La especialista indicó que no todos los tipos de violencia ni sus intensidades son iguales. No todos los vínculos entre dos personas son semejantes, así como tampoco lo son las diferencias jerárquicas. Así, la violencia contra la mujer puede ser definida como un continuo que va desde la más común hasta un terrorismo patriarcal.
En ese sentido, consideró que la terapia feminista permite reconocer la desigualdad social de la mujer y las razones de la misma, además de cuestionar la supuesta complementariedad de funciones de la pareja, porque en la práctica es inequitativa.
Te podría interesar...
Esta conversación es moderada acorde a las reglas de la comunidad “Ciudadanía Express” . Por favor lee las reglas antes de unirte a ella.
Para revisar las reglas da clic aquí