Salvador JOSÉ
Oaxaca, México.- Zona Independentista ésta, donde Guadalupe Victoria y Valerio Trujano hacen esquina, mero al poniente de la capital Oaxaqueña, cerca de las calles de Aldama y Mina, a dos cuadras de Avenida Morelos y a una de Hidalgo, cerca de donde vivió el Ciervo de la Nación, José María Morelos y Pavón; décadas atrás, las prostitutas se paseaban junto a los anafres que las calentaban del frio nocturno; algunos puritanos y despistados vallistos, lustros antes creían que ahí se asentaban la zona de tolerancia ¡Ha! ¿Vives por El Pueblito?, preguntaban los hipócritas y asiduos clientes de las ninfas.
Barrio que de alfareros y chinas oaxaqueñas, pasó a zona variopinta de comercios, donde se puede encontrar desde calzones con mocos de elefantes al frente; hasta instrumentos musicales, pasando por la venta de memelas en plena banquetas o tortillas con asiento por las noches-donde anteriormente estaba El Palomar. Resistiéndose a morir en el maremágnum de carros y changarros se encuentran La Alianza y Las Cazuelas, límite obligado de todo beodo que no quería traspasar los límites de la todavía pequeña Oaxaca setentera. Ahora El Fruny, El Mocambo II, La Perla, Kokis, San Martín o EL Kloster, sientan sus reales.
Aunado a la anarquía comercial, las chatarras del pulpo camionero le dan ese toque de distinción a éstas históricas calles, basurero olvidado; carcomido asfalto donde circulan de dos y hasta de tres en tres, las chatarras ambulantes, contaminando ostentosamente con su venenoso humo sus escandalosas trompetas, que más que movilizar el tránsito, agiliza la sordera de los vecinos. S in que ninguna autorida se de por enterada, no cabe duda que las mordidas tapan los oídos más agudos.
[caption id="attachment_28879" align="alignleft" width="300" caption="Oaxaca ¿patrimonio de la Humanidad?"][/caption]
Como pueblo bicicletero, señalan los camioneros a las comunidades que no cuentan con contaminación automotriz, con las contaminadoras chatarras, sin embargo, las lacras camioneras han matado más gente que la mentada influenza calderónica, sin que nadie se dé por aludido, niños, mujeres, adultos mayores e indígenas se cuentan entre sus víctimas recurrentes.
Aunado a estos lastres hay que agregar la soñolienta actitud de las autoridades municipales, que sólo sirven para cobrar impuestos y chingar al que se deje, mientras vendedores ambulantes, camioneros y otros especímenes hacen de las suyas en este pueblote sin ley. Los agent@s de tránsito, espantados con las trompetas del pulpo camionero sólo se quedan mirando las tropelías de los cafres del volante, sonando sus pitos, cual tímidos trinos mañaneros.
El rimbombante nombre de Patrimonio de la Humanidad, gancho para atraer turismo, es sólo un membrete demagógico que nada tiene que ver con el cuidado de una ciudad histórica. Sin agua potable, delincuencia organizada e institucional, caos, obras sin sentido, y un chingo de anomalías más, lo único que da, es vergüenza ajena.
Las noches de luces, son otra jalada más, que sólo aliviana a los cuates restauranteros de los gobiernos en turno que se encuentran en el primer cuadro de la ciudad.
En una ocasión, le pregunte a un servidor de los tantos que trabajan en el h. ayuntamiento, de qué servían las mentadas noches…….y sólo se limitó a decir que era para que llegara más turismo, pero que los changarroempresarios debían respetar los horarios que les concedía el municipio. Cuál es el beneficio tons?
A quién beneficia dicho turismo? No creo que los microempresarios. Burla del gobierno estatal y su elefante blanco: la Secretaría de Economía. Pero hay que ver y oír a los mitómanos burócratas por radio y diarios locales, sólo les falta decir: ¡Apúrense pinches nacos que los préstamos se acaban!!¡Puf! Ya ni la chinche burla perdonan estos cuates………Y luego dicen que hay peligro que al país se lo lleve pifas.
Mientras un vecino lava la guacareada en una banqueta del Barrio de la China, un borrachín se mea en la pila del recién canonizado “Juan Diego”, la cual- antaño -todos los doce de diciembre la llenaban de aguas de sabores, ahora el agua de cebada…y una que otra mer……melada es el punto distintivo de este vestigio histórico. Al momento que unos tiras estatales se pasean en motos y cascos polarizados escoltando –hasta que toman taxi-a unos pandilleros que minutos antes acuchillaron a un parroquiano.
Pobre oaxaquita, tan cerca de la historia y las grandes culturas, pero infectada de lacras de toda índole. No en balde los colonos de San Martín Mexicapan, encolerizados por tanta apatía, tomo la justicia por su propia mano, pero esta es otra historia.
Amén.