Ciudadania Express
Miércoles 04 de marzo, 2009. 10:00 am

Estudian a los pueblos en la metrópolí como parte de la diversidad cultural

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Por Dolores Magallón

 

Oaxaca, México.- Los pueblos en la metrópoli representan en la actualidad una de las caras más emblemáticas y complejas de la diversidad cultural por su carácter distinto con respecto al orden urbano moderno y al mismo tiempo por representar una porción de la cultura mexicana más arraigada.

 

Así se señala en el capítulo El espacio ancestral: los pueblos de la metrópoli. Comunidades locales frente al riesgo de la desaparición, incluido en el libro Las reglas del desorden: habitar la metrópoli, de los doctores Emilio Duhau López y Ángela Giglia Ciotta, profesores-investigadores de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Dentro de la metrópoli, señalan, los pueblos son algo extraño y marginado, siendo al mismo tiempo lo más local y original que hay. Sin embargo, éstos –con sus prácticas tradicionales y sus usos y costumbres– no representan una simple supervivencia del pasado, por el contrario, si la urbe es cosmopolita, los pueblos también lo son.

Es decir, las poblaciones tienen la capacidad de incorporar en su ritualidad y en sus tradiciones un sinnúmero de elementos externos, tanto tradicionales como modernos. Y si han logrado mantenerse vivas es gracias a su plasticidad cultural y a la capacidad de incluir y resignificar las diferentes influencias culturales con las que se han encontrado y enfrentado a lo largo de su historia.

Sin embargo, esto mismo da origen a un tipo de espacio complejo por su diversidad cultural y urbanística, en donde conviven a poca distancia sectores de procedencia social y cultural diversa, que se rozan de forma cotidiana sin entrar en contacto y conocerse, afirman Duhau López y Giglia Ciotta, investigadores de los departamentos de Sociología y Antropología de las Unidades Azcapotzalco e Iztapalapa, en ese orden.

Se trata de dos grupos: el de los autóctonos y el de los forasteros o avecindados, éstos últimos a su vez pertenecen a dos tipos distintos: los pobladores pobres de colonias de autoconstrucción, y los de sectores medios y altos, en busca de lugares tranquilos donde vivir.

   En el texto se indica que la cercanía espacial de actores urbanos diferentes y socialmente distantes es visible de forma clara en el municipio de Huixquilucan, donde la expansión metropolitana ha generado un territorio de triple cara (pueblos-colonias populares-fraccionamientos residenciales exclusivos). [caption id="attachment_8975" align="aligncenter" width="215" caption="Importante investigación para comprnder la diversidad cultural que se gesta en las metropólis"]Importante investigación para comprnder la diversidad cultural que se gesta en las metropólis[/caption]

También se da el caso, sostiene, de pueblos que representan en modo distinto la dinámica propia de este tipo de hábitat, como lo es Santa Rosa Xochiac, que constituye todavía una comunidad con identidad propia, que no permite la participación de los avecindados en sus rituales.

 

A diferencia de Santa Fe, donde sólo ha quedado la memoria de un pasado como pueblo, pero que no posee hoy en día la organización típica de una comunidad tradicional.

La llegada de la metrópoli a los pueblos tiene implicaciones contradictorias que desencadenan la ambivalencia de los pueblerinos frente a la llegada de la modernidad. Por un lado implica la pérdida de lugares de uso común, como es el caso de los lavaderos públicos, y de las tierras comunales, que al ser bardadas ya no son utilizables como lugares de tránsito hacia otros lugares.

Pero por otra parte, indican, incluye la introducción de servicios básicos, de los cuales carecían hasta antes de la llegada de los avecindados. Es decir, los pueblos se benefician de manera colateral de los servicios –pavimentación de calles, agua entubada, luz eléctrica, teléfono y drenaje– que son peleados y obtenidos por los forasteros.

Sin embargo, el que las tierras hayan sido vendidas y no pertenezcan al pueblo es vivido como una usurpación para los autóctonos, lo que resulta incomprensible desde el punto de vista de la lógica moderna, que distingue lo público de lo privado.

En la dinámica de producción y resignificación del espacio urbano, se experimenta en vivo el encuentro y el desencuentro de visiones del mundo diferentes y que no es fácil hacer dialogar, concluyen.

 

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