UNAM/Ecología
Oaxaca, México.- Por primera vez, integrantes de la Unidad de Investigación en Ecología Vegetal de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza cultivan plantas nativas de zonas semiáridas como el mezquite (Prosopis laevigata), maguey de pulque (Agave salmiana), nopal tunero (Opuntia streptacantha) y huizache (Acacia farnesiana), entre otras, con métodos de agricultura orgánica, aplicando esporas de hongos llamados “micorrizas arbusculares” como biofertilizante con resultados sorprendentes, afirmó Arcadio Monroy Ata.
El investigador expuso que el potencial de México para impulsar ese tipo de cultivo es extenso. Sería “una alternativa de desarrollo para el país por su clima, suelos y biodiversidad; además, de que representaría grandes ventajas para productores, consumidores y ambiente”, añadió.
[caption id="attachment_18259" align="alignleft" width="150" caption="El investigador, Arcadio Monroy Ata"][/caption]
La agricultura orgánica requiere conocimientos y capacitación, pero no es difícil instrumentarla. Prueba de ello son los trabajos realizados por Monroy Ata en chinampas de Xochimilco, junto con agricultores de San Luis Tlaxialtemalco y San Gregorio Atlapulco, donde han obtenido resultados favorables al cultivar y cosechar lechuga y verdolaga.
Con apoyo de la Dirección de Desarrollo Rural de la delegación Xochimilco, el experto comenzará nuevos experimentos en un par de parcelas con cultivos orgánicos demostrativos de maíz, avena y lechuga.
Este tipo de agricultura es poco conocida en el país. Según cifras del INEGI, la superficie sembrada en 2006 en 13 entidades de la República fue de 13 mil 982 hectáreas, la mayoría en Chiapas, Oaxaca y Baja California Sur. La superficie cosechada en el mismo periodo alcanzó las 13 mil 792 hectáreas, con un valor de producción de 833 millones 106 mil pesos.
Datos de la Universidad Autónoma de Chapingo (2002) revelaron que el principal producto orgánico de México es el café y, a diferencia de algunas naciones europeas donde el rendimiento local representa tres cuartas partes del consumo, aquí se exporta el 85 por ciento de la producción derivada de la agricultura orgánica.
La demanda de esos productos, conocidos en Europa como ecológicos, biológicos o “bio”, va en ascenso. En 2002, se registraron 17 millones de hectáreas a escala mundial, con un mercado de cerca de 25 mil millones de dólares y más de 100 países participantes, y se calcula que crecerá hasta alcanzar los 100 mil millones de dólares el año entrante, precisó Monroy Ata.
Esta agricultura emplea exclusivamente artículos naturales para estimular el crecimiento de las plantas, es decir, biofertilizantes de origen bacteriano y fúngico (hongos) que promueven la asimilación de nutrientes y agua, explicó.
También se utilizan bioplaguicidas en lugar de pesticidas químicos que afectan la fertilidad edáfica, y la llamada “labranza mínima”, que consiste en hacer roturaciones del suelo de poca profundidad de 10 a 20 centímetros como máximo, a diferencia de un tractor, que hace surcos de 40 centímetros y altera los organismos que facilitan la mineralización de la materia para que las plantas la absorban.
Usar la agricultura orgánica genera productos saludables, libres de pesticidas y con sabor más agradable. Aunque su precio puede ser entre 30 y 50 por ciento más elevado que los otros, son preferidos por consumidores como los europeos.
En sus trabajos, Arcadio Monroy usó micorrizas arbusculares, hongos en forma de pequeñas esferas con hilos de color blanco o hifas, que cuando se hidratan se alargan y unen a dos o más plantas. Este fertilizante natural es utilizado por el 80 por ciento de las plantas terrestres para asimilar nutrientes.
En chinampas de Xochimilco se usaron esos hongos en vez de fertilizantes químicos y foliares. En una parcela de verdolaga de media hectárea cultivada tradicionalmente, se dedicó una superficie de 10 por 10 metros para probar el biofertilizante. Las plantas alcanzaron el doble de peso y las raíces crecieron cuatro veces más, porque el hongo se asocia con las raíces de las plantas, y al crecer más exploran un mayor volumen de suelo y captan más agua y nutrientes.
Además, el hongo es de origen saprófito, que degrada materia orgánica y otorga al vegetal fosfatos y nitratos a cambio de azúcares. “Es una relación de mutuo beneficio donde la planta, el hongo y el suelo ganan, porque las micorrizas forman una malla o red hifal subterránea que permite la formación de agregados de suelo, es decir, se evita la erosión. Esa malla puede conectar dos o más plantas y formar ‘gremios’ de diferentes especies, donde todas comparten recursos y los aprovechan de forma óptima".
El coeditor de los libros Micorrizas arbusculares en ecosistemas áridos y semiáridos y Técnicas de estudio de las asociaciones micorrízicas y sus implicaciones en la restauración, publicados en 2008, expuso que la aridez es parecida a la salinidad en un suelo, pues ambos procesos limitan la disponibilidad hídrica del suelo para las plantas. En Xochimilco existe el problema de salinización de suelos porque se usa agua de riego parcialmente tratada, que ha provocado que en muchos sitios haya “costras” salinas en la superficie de las chinampas y se dificulte la agricultura.
Con el uso de micorrizas de zonas áridas se favorece que los vegetales capten el recurso hídrico, incluso en condiciones de alta salinidad. En un estudio previo en una zona del Valle del Mezquital, irrigada durante 40 años con aguas residuales provenientes del DF y saturada de sales, se encontró colonización micorrícica en 80 por ciento de las raíces de pastos y plantas.
“Eso demuestra que con la agricultura orgánica y los hongos se podría dar uso a suelos actualmente están ociosos”, señaló.
El equipo de Monroy Ata también usa un biofertilizante desarrollado en el Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM, con base en la bacteria Azospirillum brasilense, que facilita la asimilación de nitrógeno. “Se puede complementar con las micorrizas y sustituir la fertilización química a un costo mucho menor”, añadió.
Las chinampas, cultivos eficientes desde la época prehispánica, podrían recuperar su eficiencia y hacer a un lado los problemas de salinidad y contaminación con las micorrizas, que ayudan a depurar el suelo. Ahí podría crearse la primera fábrica de hongos que impulse de manera definitiva la agricultura orgánica, a la que se vislumbra un futuro prometedor, finalizó.