UAM/Medios Ambiente
Oaxaca, México.- El país estaría en condiciones de producir al final de 2010, alrededor de 880 millones anuales de bioetanol susceptible de ser mezclado con la gasolina convencional, según un proyecto gubernamental cuya primera etapa arrancará en la Ciudad de Guadalajara para continuar en Monterrey y el Distrito Federal.
[caption id="attachment_27936" align="alignleft" width="274" caption="Dr. Rodolfo Quintero Ramírez"][/caption]
En el marco del Primer Ciclo de Conferencias sobre Biocombustibles de Segunda Generación, el doctor Rodolfo Quintero Ramírez, profesor-investigador del Departamento de Procesos y Tecnología de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), advirtió que si bien resulta un proyecto con el que el país entraría de lleno a la producción de este biocombustible, es necesario establecer las condiciones de almacenamiento y transporte, entre otros aspectos, para que la propuesta tenga viabilidad.
El académico de la Unidad Cuajimalpa destacó que hoy existen autos de reciente modelo que pueden usar bioetanol “sin consecuencias”; sin embargo, reconoció que la mayoría del parque vehicular no es adecuada para funcionar con una mezcla con etanol, lo cual podría causar corrosión en los accesorios metálicos y afectar también las partes plásticas del coche.
El ex director de la División de Ciencias Naturales e Ingeniería de la citada sede universitaria explicó que si el plan gubernamental llegara a concretarse, ello representaría 4.33 por ciento de la gasolina que el país importa.
De acuerdo con la Ley de Promoción y Desarrollo de los Bioenergéticos, aprobada en febrero de 2008, pretende promoverse los insumos para la obtención de biomasa a partir de diferentes fuentes.
Los académicos, que participaron en este foro, coincidieron en que son múltiples las posibles repercusiones de los biocombustibles al ambiente, al desarrollo agrícola, la alimentación, el sector energético e industrial, la economía y la sociedad, y han sido abordadas “de manera determinista” por proponentes y detractores, haciendo a un lado la posibilidad de configurar campos tecnológicos de mayor beneficio social.
Avanzar hacia dichos objetivos, explicaron, implica incrementar la participación social en la toma de decisiones respecto al desarrollo y la utilización de biocombustibles y entender que sus efectos no pueden ser considerados como dados de antemano, sino enfocarse en identificar las oportunidades para influir en la evolución de esta tecnología.
[caption id="attachment_27937" align="alignright" width="221" caption="Los biocombustibles y su costo ambiental"][/caption]
Los biocombustibles de segunda generación –los cuales pueden producirse a partir de fuentes de biomasa no alimentarias como residuos agrícolas, pastos, madera, cortezas, entre otros– son un campo tecnológico en construcción y son abordados por diversas instituciones de investigación en el país; sin embargo, advirtieron que sus posibles efectos están configurándose y dependerán de una serie de elecciones tecnológicas y sociales que debe someterse a discusión.
Los procesos de producción de biocombustibles de segunda generación –advirtieron– no pueden ser vistos como ambientalmente amigables per se, ya que sus efectos dependen del tipo de materia prima que se elija para su producción y de los usos alternativos que ésta tenga.
La doctora Irmene Ortiz López, del Departamento de Procesos y Tecnología de la Unidad Cuajimalpa, señaló que en este momento Estados Unidos, donde la transición energética es una prioridad, es el único país que está invirtiendo importantes cantidades de recursos en la investigación y obtención de combustibles de segunda generación, pues se ha propuesto como meta empezar a instalar plantas comerciales de producción para el año 2012.
En la UAM se trabaja en un proyecto de investigación para la obtención de biocombustibles de segunda generación a partir de lignocelulósicos como materia prima, la cual no tiene interés alimenticio.
El doctor José Campos Terán, del Departamento de Procesos y Tecnología, desarrolla películas de lignina y celulosa (agregados moleculares que conforman a las todas plantas) para que de manera sistemática logren comprenderse los diferentes aspectos que regulan la interacción de las enzimas (celulasas y lacasas, presentes en la naturaleza) que trabajan sobre los citados sustratos.
El objetivo es diseñar nuevas estrategias que impidan la adsorción de las enzimas en lignina y maximizar su actividad, generando una mayor conversión de azúcares que conforman a la celulosa y así lograr que puedan ser fermentadas para producir etanol.
El Primer Ciclo de Conferencias sobre Biocombustibles de Segunda Generación fue una iniciativa del grupo de trabajo del proyecto Biomasa recurso sustentable esencial. El caso de la producción de bioetanol, que desarrollan académicos de las unidades Azcapotzalco, Cuajimalpa e Iztapalapa de la UAM.