Ciudadania Express
Lunes 07 de diciembre, 2009. 08:00 am

Última oportunidad de la humanidad para salvar al planeta

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Agencias   Oaxaca, México.- Los países ricos pueden generar una reacción en cadena que llevara al éxito la cumbre sobre Cambio Climático en Copenhague si destinan, al menos, 233 mil millones de euros anuales en fondos públicos para ayudar a los gobiernos pobres a reducir sus emisiones, según cálculos de Intermón Oxfam.   Al comienza en Copenhague esta reunión de alto nivel de las Naciones Unidas, a la que asistirán 20 mil delegados de más de 190 países y casi cien líderes políticos con la intención de llegar a un acuerdo sobre el régimen climático internacional a partir de 2012, cuando expira el Protocolo de Kioto.   Según el portavoz de cambio climático de Intermón Oxfam España, José Antonio Hernández de Toro, el precio del éxito en Copenhague se eleva a 233 mil millones de dólares: "necesitamos ver esta cifra brillando en lo alto de las luces de Navidad al final de la cumbre".   [caption id="attachment_36549" align="alignleft" width="300" caption="Activistas de la organización Intermón Oxfam, difrazados de Jefes de Estado"]Activistas de la organización Intermón Oxfam, difrazados de Jefes de  Estado[/caption] Una cantidad que Hernández de Toro califica de "calderilla" si se compara -dijo- con los 8,4 billones de dólares invertidos para salvar a los bancos en quiebra" como consecuencia de la crisis financiera mundial.   Advierte, además, de que toda la financiación debe ser realmente nueva y adicional, ya que muchos países -sobre todo Alemania y Japón- todavía planean utilizar dinero de compromisos ya existentes de ayuda al desarrollo para cumplir con sus obligaciones climáticas.   A su vez, la Unión Europea acordó en octubre que se necesita un fondo público global de entre 22.000 y 50.000 millones de euros anuales para ayudar a los países pobres a afrontar el cambio climático, pero "no dijo con qué cantidad contribuiría".   La Comisión Europea estima que la aportación de la Unión podría llegar hasta los 15.000 millones de euros al año.   Naciones emergentes como China han expresado ya su disposición a disminuir de manera significativa sus emisiones en el caso de que los países ricos proporcionen la ayuda necesaria.   "Esto, a su vez, podría ayudar a los países ricos a eliminar sus propias trabas internas para lograr metas más ambiciosas de reducción de emisiones", opina Intermón.   Por su parte, la organización ecologista WWF/Adena pide en un comunicado que Copenhague sea recordada como la ciudad donde se salvó el planeta.   La cumbre debe sellar un acuerdo jurídicamente vinculante, suficientemente "justo y ambicioso" para impedir que la temperatura global supere los dos grados y evitar unas consecuencias catastróficas, explica WWF/Adena.   Entre los puntos que debe incluir el acuerdo, la organización ecologista destaca la reducción de la destrucción de los bosques tropicales en un 75 por ciento para 2020, y la disminución de las emisiones en un 30 por ciento por parte de los países en desarrollo para 2020 y de un 40 por ciento por parte de los países ricos. Retos descomunales pero no imposibles   El reto de la Cumbre del Clima de Copenhague es descomunal: conseguir una nueva forma de usar la energía para estabilizar el clima del planeta, sustituir el petróleo por renovables, salvar los bosques tropicales...   Más de dos siglos después, el mundo busca una nueva revolución industrial. Por eso 100 jefes de Estado y de Gobierno -el presidente de EE UU, el primer ministro chino, el de la India, los 27 de la UE...- acudirán a la capital danesa a las complejas negociaciones del clima que hoy comienzan y que se prolongarán hasta el último segundo del próximo día 18.   [caption id="attachment_36550" align="alignright" width="300" caption="Jóvenes de diversas ciudades europeas exigen acciones concretas a sus gobierno contra el cambio climático./Foto EFE"]Jóvenes de diversas ciudades europeas exigen acciones concretas a sus gobierno contra el cambio climático./Foto EFE[/caption] El optimismo se ha instalado en Copenhague después de que Obama anunciase que llegará los últimos días a cerrar un acuerdo. Como resumió ayer el secretario de Naciones Unidas para el cambio climático, Yvo de Boer: "Los jefes de Estado vienen a celebrar éxitos, no a firmar fracasos   "Nunca en los 17 años de las negociaciones del clima los países habían hecho tantos anuncios", declaró De Boer en la presentación de la cumbre.   En las últimas semanas, EE UU se ha comprometido a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero alrededor de un 17% en 2020 respecto a 2005; China anunció que frenará el aumento de sus emisiones y que dentro de 10 años por cada punto de PIB emitirá un 40% menos, y que en 2050 un tercio de su energía será renovable; algo parecido ha anunciado India.   La UE, que estaba ya comprometida a reducir sus emisiones un 20% respecto a 1990 sopesa ahora ir al 30%. Japón, Australia, Brasil, México, todo el mundo llega a Copenhague con compromisos, con los deberes casi hechos. A la vez, todos admiten que no habrá un tratado vinculante que sustituya al de Kioto, algo que se deja para la mitad de 2010 o el próximo noviembre en México.   La presencia de todos los jefes de Estado (sin precedentes para un tema ambiental desde la cumbre de Río, en 1992) augura que habrá un acuerdo político con contenido. Los presidentes son los únicos que pueden tomar decisiones tan complejas. Son los que no tienen que levantar el teléfono para pedir autorización. La ONU considera que Copenhague será "un punto de inflexión en la lucha para prevenir el desastre climático".   La expectación es tan alta que la ONU ha suspendido la acreditación de periodistas al llegar a 5 mil. Esto, sumado a los 20 mil delegados y observadores (ONG, ecologistas, sindicatos...) y las comitivas de los principales líderes mundiales pondrá a prueba a una ciudad poco acostumbrada a sobresaltos. En octubre, cuando Obama, Lula y Zapatero llegaron a Copenhague a pugnar por los Juegos Olímpicos de 2016 Copenhague se vio paralizada. Ayer la organización dio las primeras muestras de verse desbordada.   "La reducción de emisiones anunciada por los países en desarrollo se sitúa entre el 17% y el 20%", explica la secretaria de Estado de Cambio Climático, Teresa Ribera. Se acerca al mínimo del 25% que pide para ellos el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC). Las grandes potencias emergentes, puestas como ejemplo por los ecologistas y la Agencia Internacional de la Energía, también están en el rango que pide para ellos el IPCC, aunque sus números no están tan claros.   Las pegas se centran ahora en la financiación y la transparencia. Los países en desarrollo exigen cantidades ingentes de dinero para adaptarse al cambio climático -y muchos de ellos, como EE UU, aún no han dicho cuánto están dispuestos a poner-.   Por su parte, los países ricos piden a China, India, Brasil o Suráfrica que la ONU pueda auditar sus emisiones. Sin embargo, el viernes pasado, los cuatro anunciaron conjuntamente que no permitirán que eso suceda. Especialmente China considera eso como una intromisión en su soberanía (a través de las emisiones de CO2 se puede inferir la política económica de un país). Los negociadores de Obama y de la UE han declarado que ese punto es clave y que sin transparencia no habrá financiación. EE UU -con Clinton, Bush y Obama- siempre condicionó su apoyo a la lucha internacional contra el cambio climático a que Pekín estuviera en ella. Obama sólo cambió su agenda cuando China anunció que aceptaba limitar sus emisiones.   Aunque el momento político es propicio, el social no tanto. Desde 2007 no se baten récords de deshielo ni y los últimos años no han sido tan cálidos. El escándalo del Climagate -los correos pirateados en los que un grupo de científicos aparente manipulan los datos para exagerar el calentamiento- ha hecho el resto a favor de los escepticos. Una encuesta de Nielsen y la Universidad de Oxford afirma que el 37% de los 27 mil internautas de 54 países cuestionados se mostraron "muy preocupados" por el calentamiento.   Hace dos años la cifra era del 41%. En EE UU el número de ciudadanos concienciados ha bajado aún más. En octubre, antes del Climagate, un 57% de los estadounidenses creían que "el planeta se está calentando", por un 71% en abril de 2008, según una encuesta del Pew Center.   Los científicos ven con preocupación que la opinión pública crea en el cambio climático o no en función de un dato concreto, e insisten en que el calentamiento es una tendencia, que cada ola de calor no se puede atribuir al CO2 ni un año frío significa que sus predicciones estén fallando.   Jens Hesselbjerg Christensen, del Instituto Meterológico danés y un los autores del IPCC resume en un correo electrónico: "¡Ahí tenemos un problema! El deshielo del Ártico ha sido demasiado publicitado por algunos científicos. Muchos indicios sugieren que la extrema reducción reciente se debe a cambios en la circulación oceánica y atmosférica. Es posible que se revierta esa tendencia los próximos años. Esto no es contradictorio con el hecho de que el planeta se calienta y de que la subida ha sido mayor en el Ártico".
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