UNAM/Medio Ambiente
Oaxaca, México.- Existen estudios serios que indican el potencial de los países emergentes para mejorar sus economías, y de los desarrollados para continuar con su nivel de vida, pero con uso de nuevas tecnologías y ahorro energético. El costo de esos cambios es relativamente modesto, de uno o hasta tres por ciento del PIB del planeta, afirmó en la UNAM el Premio Nobel de Química 1995, Mario Molina-Pasquel Henríquez.
Es claro que el costo de no tomar acciones en torno al tema sería mucho mayor, sostuvo el miembro del Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología del presidente de EU.
[caption id="attachment_24715" align="alignleft" width="300" caption="El premio Bobel, Mario Molina, advierte las consecuencias de no aplicar el ahorro energético"][/caption]
Al participar en la mesa redonda ¿Luz o sombra? El futuro de la energía, dijo que parte de la solución del problema tiene que ser un aumento en el costo de la energía que contamina al planeta, responsable por emisiones.
La discrepancia entre los niveles de vida de los habitantes del orbe es enorme, lo mismo que el reto para lograr que tres cuartas partes de la población en países en desarrollo tengan uno aceptable; pero eso no será posible “copiando el desarrollo económico que hemos tenido en el pasado”, sentenció el científico.
El también presidente del Centro Mario Molina para Estudios Estratégicos sobre Energía y Medio Ambiente, manifestó su optimismo: “tenemos tecnologías para hacer los cambios profundos que se necesitan. Es un reto enorme para al sociedad hacerlos, pero no podemos esperar otra generación”.
Gran parte de la energía que se consume no es sustentable, y uno de los graves problemas que enfrenta el planeta es el cambio climático, resultado del uso de combustibles fósiles. “Eso implica que se acabará el petróleo y, mucho antes, la atmósfera”.
La utilización de la energía nuclear o eólica es sólo una parte, porque este problema requiere una solución integral, sentenció en la Biblioteca Mexicana de la Fundación Miguel Alemán.
En la mesa, organizada por la Asociación de los Amigos del Instituto Weizmann, Adrián Fernández Bremauntz, presidente del Instituto Nacional de Ecología de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, mencionó que en muchas sociedades se hace un uso diferente de los recursos, especialmente de la energía, donde el promedio por habitante es menor, mediante la aplicación de tecnologías disponibles hace mucho tiempo pero, sobre todo, valorando la conservación del entorno.
Naciones en vías de desarrollo como México, Brasil o India, son ejemplo de disparidades sociales al interior, donde grupos de población tienen un consumo energético 20 ó 30 veces mayor de lo necesario para llevar una vida confortable.
Eso significa que se requiere capitalizar las tecnologías existentes, pero sobre todo un cambio de paradigma, para reducir el impacto humano en el ambiente.
Se debe lograr que las sociedades sean más eficientes, que usen menos energía por unidad de producción e individuo, y para que la que se produzca se obtenga de manera sustentable, añadió Fernández Bremauntz.
En torno a las fuentes renovables como la solar y eólica, ha habido un avance considerable y se ha optimizado su manejo. La segunda, señaló, es competitiva con las fósiles, a las que se favorece porque parecen ser más baratas, pero no incluyen costos como el impacto a la salud o el cambio climático, finalizó.
[caption id="attachment_24716" align="alignleft" width="214" caption="Pablos Mulás del Pozo"][/caption]
A su vez, Pablo Mulás del Pozo, director ejecutivo del Consejo Mundial de Energía, capítulo México, dijo que el concepto de sustentabilidad tiene aspectos físicos que tienen que ver con el ambiente, pero también sociales y económicos. Significa que se deben utilizar los recursos y los procesos más eficaces para satisfacer las necesidades de la población.
En la actualidad, recordó, hay más de mil 600 millones de personas en el mundo que no tienen acceso a energías comerciales. Se estima que para el 2020 serán más de dos mil millones en esas condiciones, aunque la población en general debería disponer de satisfactores que hagan su vida razonablemente adecuada. Continuar en la trayectoria actual de consumo energético sería un desastre, sentenció.
De los recursos primarios que se extraen de la naturaleza, abundó, se usa menos de 40 por ciento de la energía que contienen, el resto se va en pérdidas a lo largo de la trayectoria, expuso Mulás.
En el futuro, no sólo se incrementará la demanda eléctrica, se enfrentará también el “envejecimiento” de la infraestructura, que deberá ser reemplazada.
Por ello, se requiere el uso de alternativas como la energía solar; México es uno de los países que más la utiliza, pero no se contabiliza. Así ocurre, por ejemplo, con más de medio millón de metros cuadrados de calentadores solares de agua.
Por último, David Cahen, director científico de la Iniciativa de Investigación en Energía Alternativa Sustentable del Instituto Weizmann de Ciencias, indicó que el planeta requiere en conjunto 14.5 terawatts (un terawatt equivale a un billón de watts). En 40 años, esa cifra se incrementará, por lo menos, al doble o triple.
Hoy, los más de seis mil millones de personas en el orbe no viven de manera sustentable ni se considera a las siguientes generaciones. “Vivimos como si fuéramos los últimos en habitar el planeta”. No obstante, existe una responsabilidad general de hacer lo posible para asegurar la existencia en el futuro, concluyó el científico israelita.