Érika Ramírez
Oaxaca. México. Los gobiernos panistas no sólo autorizan a la agroindustria trasnacional la siembra de maíz transgénico, sino que le otorgan casi 200 millones de pesos en estímulos fiscales.
Monsanto, Híbridos Pioneer, Dupont y Dow Agrosciences obtienen 21 permisos y más de media centena de proyectos de inversión tecnológica, revelan documentos oficiales.
No importó a las autoridades federales que México sea país de origen de una semilla que es patrimonio de la humanidad ni que se coloque en riesgo inminente a 31 de las 59 razas de maíz mexicano.
[caption id="attachment_34016" align="aligncenter" width="300" caption="Se muestran algunos ejemplares del maíz transgénico."][/caption]
Fabricante del Agente Naranja –herbicida utilizado en la guerra de Vietnam para la destrucción de cosechas y vegetación–, Monsanto obtiene la mayoría de los permisos solicitados por las industrias agropecuarias ante la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), para la siembra experimental de maíz transgénico en los campos mexicanos.
Además, la empresa originaria de Saint Louis, Missouri, Estados Unidos, ha sido beneficiada –junto con Híbridos Pioneer, Dupont y Dow Agrosciences– con casi 200 millones de pesos en “estímulos fiscales” durante las administraciones de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, revelan documentos oficiales.
El 29 de octubre pasado, las empresas Monsanto, Dow Agrosciences y PHI México fueron notificadas que sus patentes podrán ser sembradas de “modo experimental” en tierras de Sonora, Chihuahua, Tamaulipas y Sinaloa, según muestra el Estatus de solicitudes de maíz 2009, emitido por la Dirección de Bioseguridad para Organismos Genéticamente Modificados (OGM), dependiente de la Sagarpa.
En estos estados, indica la organización ambientalista Greenpeace México, se encuentran 31 de las 59 razas de maíz que existen en México, lo que expone al riesgo de contaminación transgénica al 52 por ciento de las semillas originarias del país.
Las resoluciones se dieron apenas siete meses después de que Dow Agrosciences y PHI México manifestaran formalmente su interés por sembrar el organismo genéticamente modificado DAS-01507-1. Se aprobó la siembra de la patente en el Valle del Yaqui, Sonora, donde también se encuentran unas nueve variedades del maíz nativo de México.
En un comparativo de la lista de solicitudes de la Sagarpa, con el mapa de los territorios de los pueblos indígenas y las razas y variedades del maíz que existen en ellos (contenido en la edición Maíz transgénico en México, riesgos y costumbres de la revista Ciencias, de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México), se puede observar que en el Valle del Yaqui, Sonora, donde se encuentra asentada la población indígena con el mismo nombre, existe el Maíz Blando de Sonora, Chapalote, Dulce Norteño, Dulce, Dulcillo Noreste, Elotes Occidentales, Harinoso, Onaveño, San Juan y Tuxpeño.
Eduardo Pérez Pico, representante de Monsanto México, dice en entrevista con Contralínea que cada uno de los permisos avalados por la dependencia que encabeza Francisco Mayorga Castañeda y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), a cargo de Juan Rafael Elvira Quezada, costarán a la agroindustria cerca de 1 millón de pesos por proyecto.
El ingeniero agrónomo, egresado del Instituto Tecnológico de Monterrey, anuncia que “si las investigaciones avanzan pronto”, la etapa comercial podría iniciar en tres años, con una inversión inicial de 400 millones de dólares, de los que Monsanto pretende asumir unos 250 millones de dólares.
Negocio redondo
Además del mercado de negocios que significa México para la agroindustria, el gobierno federal ha financiado a tres de las grandes en el ramo. Desde el primer año de la administración foxista, las trasnacionales han obtenido estímulos fiscales del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), que preside el guanajuatense Juan Carlos Romero Hicks, hasta por 193 millones 859 mil 598 pesos.
Información publicada en el Diario Oficial de la Federación indica que los “estímulos”, otorgados bajo el pretexto de inversión en innovación tecnológica, iniciaron en 2001 con tres proyectos de la empresa Híbridos Pioneer de México, que significaron al erario 10 millones 927 mil 500 pesos.
Los montos y las participaciones fueron en aumento anualmente y, de los más de 10 millones registrados el primer año, se pasaron a los 12 millones 131 mil 642 pesos en 2002 para PHI México –empresa de Dupont, además de representante y subsidiaria de Pioneer Hi-bred Int–; 11 millones 545 mil 891 pesos en 2003 y otros 13 millones 994 mil 763 pesos en 2004.
Es en 2005 cuando las ahora permisionadas por el gobierno federal, Dow Agrosciences y Monsanto se allegan de “estímulos fiscales” por 20 millones 447 mil 766 pesos, mediante 15 proyectos de investigación. En el penúltimo año de la gestión de Vicente Fox, el proyecto que más recursos representó a la hacienda pública fue el de “Desarrollo de líneas puras y producción de híbridos experimentales de Maíz (Invernadero)”, que costó a la hacienda 7 millones 782 mil 861 pesos.
Durante el año de transición de la administración de Fox a la de Calderón, las trasnacionales obtuvieron un incremento global superior a los 11 millones de pesos. De los más de 20 millones de 2005, los estímulos se incrementaron a 31 millones 666 mil 153 pesos. Y, aunque las cifras indican que PHI fue la que obtuvo mayores beneficios, con 21 millones 442 mil 51 pesos, Monsanto también incrementó sus “apoyos” al pasar de 5 millones 780 mil 906 pesos a 7 millones 978 mil 795 pesos en un año fiscal.
Anualmente la empresa de Saint Louis ganaba mayores recursos, que pudieron ingresar a las arcas de la hacienda pública vía impuestos, pues la primera productora de semillas a nivel mundial era estimulada con recursos millonarios. De acuerdo con el informe publicado en el Diario Oficial de la Federación, con fecha del 3 de marzo de 2008, SAM750414HN4-2007-2 fue el proyecto que mayores beneficios tuvo, con 5 millones 374 mil 154 pesos. No obstante, ninguna de las claves de Monsanto, que aparecen registradas en las listas oficiales, especifica cuál fue el uso de los recursos.
El salto cuantitativo se dio durante 2008 y 2009, cuando las exenciones para las empresas de la agroindustria se centraron en Monsanto y Dow Agrosciences. Ambas acapararon 30 millones 896 mil 157 pesos. Del segundo año de la administración de Felipe Calderón al primer semestre del año en curso alcanzaron la suma de 26 millones 263 mil 532 pesos.
Adelita San Vicente Tello, ingeniera agrónoma por la Universidad Autónoma Metropolitana y representante de la asociación civil Semillas de Vida, critica la entrega de “estímulos fiscales” a la agroindustria, pues “la tecnología de Monsanto ha sido muy cuestionada en los mercados europeos, donde se les ha impedido la entrada. Además, es absurdo que hablen de una inversión cuando es el gobierno quien les está financiando investigación a través del Conacyt, en tanto que el campo permanece en abandono. Lo que ellos buscan es apropiarse de los recursos genéticos de nuestras semillas”.
Sin embargo, para el representante de Monsanto, Eduardo Pérez Pico, los apoyos sirven para “invertir en el desarrollo de la tecnología que pueda tener el país y así redituar en el mismo”. Dice que todo lo que a la fecha ha invertido Monsanto en investigación está dedicado a maíces convencionales, sorgo, algodón, soya y otro tipo de cultivos donde desarrollan mejoramiento genético.
Los permisos y el juicio
De acuerdo con los 21 permisos autorizados por la Sagarpa y la Semarnat –hasta el 29 de octubre pasado–, nueve corresponden al interés de Monsanto, el resto representa una asociación entre las empresas Dow Agrosciences y PHI México. No obstante, la patente MON, propiedad intelectual de Monsanto, aparece en 17 de las peticiones, bajo la solicitud de sus supuestas competidoras en el ramo de la agroindustria.
Este tipo de prácticas, donde Monsanto promueve su patente a través de otras compañías, ha llevado a la empresa a los tribunales estadunidenses. De acuerdo con información del periodista Christopher Leonard, de la agencia internacional de noticias The Associated Press (AP), el Departamento de Justicia en Saint Louis, Missouri, investiga si “Monsanto ha violado las normas de defensa de la competencia en su intento por ampliar su dominio del mercado de los cultivos genéticamente modificados”.
“Los cuestionamientos son sobre cómo la compañía de semillas más grande del mundo vende y otorga licencias de sus genes patentados. Monsanto tiene acuerdos de licencia con empresas de semillas que permiten a dichas empresas insertar genes de Monsanto en el 96 por ciento de los cultivos de soya de Estados Unidos, y el 80 por ciento de todos los cultivos de maíz. Los rivales de Monsanto alegan que la empresa utiliza los acuerdos de licencia para exprimir a sus competidores y controlar a las empresas más pequeñas de semillas, acusación que Monsanto niega”, informa el periodista especialista en agronegocios.
Entre las empresas que han entablado juicios contra Monsanto se encuentran Syngenta y Dupont, quienes “han alegado que violan la ley de competencia de Estados Unidos. Syngenta presentó su demanda en 2004 y resolvió el caso el año pasado. Dupont presentó una demanda el pasado verano, el caso está pendiente en un tribunal federal en San Luis”, dice AP.
Pérez Pico, director de desarrollo de tecnologías y asuntos regulatorios para Monsanto en Latinoamérica Norte, dice desconocer del juicio que lleva la empresa en Estados Unidos; no obstante, confía en que las autoridades “sabrán llevar el caso”.
Contaminación transgénica
Además de la permanencia de la patente, en los permisos de las empresas ajenas a Monsanto, los representantes de las organizaciones civiles que se oponen a la siembra experimental de transgénicos señalan que las autorizaciones se han otorgado en zonas donde prevalecen las semillas nativas del maíz; en consecuencia, advierten, existe el riesgo de perder especies en el norte del país a causa de la contaminación transgénica o “flujo génico” como lo llama la agroindustria.
Las autorizaciones de Sagarpa y Semarnat, publicadas por la Dirección de Bioseguridad para OGM, indican que las autorizaciones se dieron en el Valle del Yaqui, Huatabampo, San Ignacio Río Muerto, Cajeme y Bácum, Sonora; Cuahutémoc y Delicias, Jiménez, Chihuahua; Río Bravo y Díaz Ordaz, Tamaulipas; y Los Mochis, Culiacán, Angostura, Novolato, Ahome y Guasave, Sinaloa.
En esta zona se encuentra el Maíz Blando de Sonora, Chapalote, Dulce Norteño, Dulce, Dulcillo Noreste, Elotes Occidentales, Harinoso, Onaveño, San Juan y Tuxpeño, entre otras especies.
Aleira Lara, coordinadora de la Campaña Agricultura Sustentable y Transgénicos de Greenpeace México, indica que es imposible la coexistencia de cultivos transgénicos con convencionales y orgánicos. “Esto se agudiza aún más si hablamos de la liberación al medio ambiente en el centro de origen y diversidad genética del maíz, México, pues tenemos las plantas madre, 59 razas, cerca de 200 variedades adaptadas a nuestras tierras. Esta riqueza genética es lo que se está poniendo en riesgo con la introducción de maíz transgénico”.
Hasta el momento, la organización ambientalista tiene documentados casos de contaminación de transgénicos en Oaxaca, Sinaloa, Tamaulipas, Puebla, Veracruz, Yucatán, Guanajuato, Distrito Federal, y Chihuahua, por lo que “es realmente una mentira que el gobierno mexicano diga que se va a preservar nuestra riqueza genética cuando ya tenemos casos de contaminación”.
La ambientalista dice que a partir de las importaciones que el gobierno mexicano hace de Estados Unidos, se inicia una fuente de contaminación, ya que Estados Unidos no segrega sus cultivos convencionales de sus cultivos transgénicos, y “el maíz forrajero que estamos sembrando viene revuelto con estas variedades genéticamente modificadas”.
Aleira Lara critica que en México no hay un sistema de rastreabilidad que señale si el maíz que se está importando para la alimentación de ganado vaya destinado específicamente a ello; de lo contrario, “va a tener fugas de transgénicos”.
“El cultivo del maíz es de los más promiscuos porque tiene polinización abierta; las ráfagas de viento pueden trasladar el polen de un cultivo transgénico a uno no transgénico y contaminarlo. Éste ha sido el problema con la posible coexistencia.
“En México no sólo existe ese factor de polinización abierta, sino que nuestros campesinos tienen la práctica común de intercambiar sus mejores semillas para irlas mejorando. Ése es el mejoramiento tradicional entre variedades de una misma especie. Gracias a ello, hay variedades resistentes a cualquier variación agronómica”, explica.
Herbicida asesino
Para Eduardo Pérez Pico, director de desarrollo de tecnologías y asuntos regulatorios para Monsanto en Latinoamérica Norte, la oposición de las organizaciones sociales, campesinas y ambientalistas no tiene razón de ser, pues hay que abrir paso a la tecnología.
Monsanto, dice, ha venido operando en el país desde hace 50 años en diferentes negocios, y de 2000 a la fecha se ha convertido en una empresa ciento por ciento dedicada a la agricultura. “El maíz es uno de los cultivos más importantes para México y hoy en día tenemos participación importante en las semillas mejoradas de híbridos que los agricultores utilizan en muchas partes del país”, presume.
No obstante, la empresa que ahora dice querer ayudar al campesinado mexicano tuvo un pasado oscuro con la fabricación del herbicida llamado Agente Naranja. Documentos desclasificados del gobierno estadunidense, que posee Contralínea, muestran la demanda interpuesta por los veteranos de la guerra de Vietman contra Monsanto y otras empresas del ramo.
Bajo el expediente 05-1953-CV, la Asociación de los Veteranos de Guerra denunció a Down Chemical, Uniroyal, Hercules, Diamond Shamrock, Thompson Chemical, TH y Monsanto por la fabricación del llamado Agente Naranja, químico que causó cerca de 400 mil muertos y otros 500 mil nacimientos de niños con malformaciones.
Los demandantes son el ex Viet Cong, soldados de Vietnam del Norte y los ciudadanos vietnamitas. “Ellos buscan la recuperación de las lesiones supuestamente sufridas como resultado de las operaciones militares durante la guerra de Vietnam, en la que los Estados Unidos utilizó el Agente Naranja y herbicidas similares para la defoliación y la destrucción de los cultivos”, dice el documento.
Oportunidad de negocio
Con el argumento que querer ayudar a los campesinos mexicanos, la agroindustria inicia con la siembra experimental de transgénicos. No obstante, Víctor Suárez Carrera, dirigente de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras del Campo, indica que la entrada de las trasnacionales a los campos mexicanos representa un negocio de 300 o 400 millones de dólares por semilla de maíz transgénico.
Las cifras corresponden a los cálculos del empleado de la trasnacional, Pérez Pico, quien indica que esperan obtener un mercado con 280 millones de dólares y cerca de 2 millones de campesinos productores de maíz, ubicados en el norte del país.
Esta decisión, dice Suárez Carrera, “representa la forma en la que la actual administración se desenvuelve. No como servidores públicos ni secretarios de Estado, sino como agentes de ventas de Monsanto. Es preocupante ver cómo en México se están tomando estas decisiones de grave impacto social, económico y ambiental, y que incluso pueden representar daños irreversibles”.
Los hombres de maíz
Alfredo López Austin, historiador especialista de la antigua religión mesoamericana e investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), dice que el maíz para los mexicanos no sólo es el sustento económico, sino parte de su cosmovisión, es la vida misma.
“El maíz es el alimento principal de los mexicanos, pero a partir de ello adquiere un sentido en todos los ámbitos de la vida. Por ejemplo, en la cosmovisión viene a ser una de las figuras más importantes para representar el árbol cósmico, el eje del mundo y en relación con el hombre viene a ser el paradigma para la vida del ser humano: es la semilla”, dice el exconferencista en París en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales.
El investigador universitario explica que como país de origen y diversificación genética de por lo menos el 15.4 por ciento de las especies que componen el sistema alimentario mundial, México tiene responsabilidad de preservar las especies, por lo que la autorización de siembra experimental de maíz transgénico podría representar grandes pérdidas.
“Esto va a afectar la cosmovisión y nuestros intereses económicos, porque el campesino se verá seriamente afectado. La cultura no se crea de la nada, no es producto de la intención del hombre, descansa en la vida cotidiana, es el arma que tiene el ser humano para vivir, defenderse como individuo inserto en colectividades de distintas dimensiones; el maíz es parte de ello”.
El académico del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM indica que en la cultura maya, como en otras culturas indígenas, se cree que el hombre nace de la pasta del maíz; los huastecos repiten lo mismo. Toda la geometría del cosmos no es nada más una curiosidad, sino un esquema con que el hombre está construyendo los elementos particulares de su propia interpretación del mundo en el que vive y de sí mismo, “todo esto está impregnado por el maíz”. (ER)
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