Carolina QUEZADA
Oaxaca. México. La tarde de esta martes inician los ciclos de cine-debate “Las revoluciones de México a través del cine” que organiza el Instituto de Investigación en Humanidades de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca.
A las 18:30 horas de este martes, se proyectará “México de mis recuerdos” de Juan Bustillo Oro en el patio de ese instituto ubiado en Independencia 901, Centro. Frente al Teatro Macedonio Alcalá.
[caption id="attachment_57914" align="alignleft" width="300" caption="Escena de “México de mis recuerdos” de Juan Bustillo Oro."]
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Se trata de una película emblemática del género de “nostalgia porfiriana” que se filmó a mitad del sexenio de Manuel Ávila Camacho, caracterizado por su política conciliadora y ciertamente conservadora. La cinta supo aprovechar las ganas de evasión de un público agotado de disputas políticas e ideológicas.
El México rememorado por los abuelos podía ser más pobre y desigual, pero sin duda era más tranquilo que el del presente. La nostalgia por una paz trastocada por más de diez años de guerra y el miedo al cambio en un país en pleno proceso de modernización podía más que cualquier promesa de desarrollo.
Bustillo Oro urdió una historia sencilla y plagada de canciones, mujeres ansiosas de casarse, hijos confundidos y padres aris-tócratas pero desobligados, todo bajo la mirada bondadosa del patriarca Porfirio Díaz.Las revoluciones de México a través del cineEl mito del PorfiriatoJosé Guadalupe PosadaTexto y formación: Fernando Mino“[Durante el Porfiriato] en las ciudades, la distancia social seguía siendo casi tan evidente como en tiempos de Humboldt.
En las viejas casonas del centro de la capital o en los palacetes afrancesados de las colonias Roma, Santa María o Juárez, entre mármoles, marfiles y tapices, vivían los escasos empresarios de la industria, el comercio y los bancos que, junto con los funcionarios ‘científicos’ y los hacendados, integraban la élite que José Vasconcelos bautizaría en 1921 con el título perfecto: ‘la aristocracia pulquera’.
No muy lejos de ella fue creciendo una clase media urbana —cerca de 500 mil personas—, hija no tanto del progreso material como del erario público”.