Rigoberto G+ÓMEZ T/Conacultta
Oaxaca, México.- Al cumplirse 90 años del natalicio de Abel Quezada este 13 de diciembre, el cartonista Rogelio Naranjo lo recuerda con afecto, respeto y reconocimiento: “Cualquier periódico nacional estaba orgulloso de tenerlo en sus páginas con alguna colaboración; fue un caricaturista genial, con un humor fino y simpatiquísimo”.
Historietista, caricaturista, ilustrador, cuentista y pintor, Abel Quezada nació el 13 de diciembre de 1920 en Monterrey y fue uno de seis hijos. Vendría a la Ciudad de México por primera vez en 1936.
Muy conocido en el medio cultural y político, Quezada recibió la encomienda en 1998 de realizar un mural para conmemorar los 50 años de la expropiación petrolera. Lo terminó en 1990 y dos años más tarde moriría en Cuernavaca, a causa de leucemia.
Esta obra
Petróleos Mexicanos: una historia en dos murales, prácticamente desconocida por la mayoría de los mexicanos, se exhibe en el Museo de la Ciudad de México, junto con una colección nunca antes reunida de historietas, cartones, óleos, acuarelas, fotografías, textos y cuadernos de viaje.
“Mi oficio no tiene nombre. No puedo decir que soy ‘caricaturista’ porque no sé hacer caricaturas propiamente dichas. No puedo decir que soy cartonista “porque esta palabra —bastante fea— viene del inglés
cartoon y —otra vez— no indica exactamente lo que hago”, dijo Quezada en 1985.
Y añadió: “Yo hago textos ilustrados. La gente les llama ‘cartones’ pero para definir mi profesión a mí me gusta decir que soy dibujante. Dibujar para mí es un constante tic nervioso, comencé a dibujar desde que era niño y lo he seguido haciendo durante todos los días”.
Para el experimentado caricaturista Rogelio Naranjo, a Abel Quezada le tocó abrir camino en la libertad de expresión, en tiempos en los que era difícil ejercer la crítica a la vida política nacional.
“Lo hizo con mucha valentía y fue capaz de abrir bastantes espacios en los medios de comunicación”, dijo Naranjo en entrevista telefónica con Conaculta.
Cuando trabajó para el periódico
Excélsior, explicó Naranjo, Quezada protestó enérgicamente al día siguiente de la matanza de estudiantes en Tlatelolco con un cartón, “que más bien fue anticartón”, en fondo negro que llevaba por título
Por qué.
Entonces, afirmó Naranjo, Quezada creó esa idea de libertad en otros caricaturistas y aunque su fuerte no era el cartón político, si llegó a manejar con solidez este género.
Naranjo, sostuvo: “Lo he considerado como uno de los mejores caricaturistas por el tipo de humor fino que manejaba en sus cartones que era simpatiquísimo”.
Incluso en anuncios publicitarios era genial, refiere Naranjo. Recuerdo aquel que hizo sobre que “El Tapado” fumaba “Elegantes”. (se llamaba así al que sería el candidato a la Presidencia del partido en el poder, y quien se convertía en el inminente Jefe del Ejecutivo, y el único que fumaba esa marca de cigarrillos entre los posibles candidatos, en esa ocasión, era Adolfo López Mateos).
Asimismo, Naranjo destacó que en la pintura Abel Quezada se improvisó con mucho genio, con mucha calidad. Eso no se enseña en ninguna academia del mundo, dijo.
Respecto a la identidad mexicana que manejó en su obra, Naranjo expresó: Quezada “simplemente aprovecho lo que todo mundo sabemos sobre nosotros mismos, los defectos y virtudes de nuestra idiosincrasia”.
“Y Quezada la ilustró, la retrató en términos de dibujo, con toda la intención de que la gente sabría que estaría reflejada y Quezada lo hacía de manera simpatiquísima”.
Dibujó el machismo, la corrupción, los malos hábitos alimentarios, miles de cosas, lo que todos conocemos como nuestros defectos, concluyó Naranjo.
En una conferencia dictada ante alumnos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Quezada dijo: “Durante mi larga carrera como dibujante, mi personaje principal no fue ningún político. Mi personaje fue el mexicano”.
“Yo me dediqué a hacer críticas, muchas veces despiadadas de la conducta del mexicano y de la mexicana. El mexicano es el pueblo, pero yo nunca pinté al pueblo como lo pintaban los antiguos caricaturistas, en calidad de eterna e impotente víctima de los poderosos. Llamándole ‘Juan Pueblo’. Yo incluí al mexicano entre los culpables de lo que ocurre en México. Tal vez el principal culpable”, expresó Quezada.
Quezada fue autor de personajes que quedaron en la memoria colectiva de los mexicanos: El Charro Matías (“El trabajo dignifica, pero a la larga cansa mucho”), Gastón Billetes, el nuevo rico, de mal gusto; El Abominable hombre de las nieves; La dama caritativa de Las Lomas; El Tapado, hombre con capucha; y por supuesto el perrito Solovino.
El cronista y escritor Carlos Monsiváis (1938-2010) dijo de él: “Abel Quezada, novelista en el país de los cartones. En cada uno de sus dibujos intenta un relato, una fábula... Semana a semana un dibujante satírico, prodiga cuentos, viñetas, fábulas, apólogos, imágenes políticas que se aferran a la memoria, y personajes que se vuelven reconocibles en cualquier calle, cantina, plaza o zona residencial”.
Ese gusto por la narrativa en la caricatura está ligado a la admiración que sentía Abel Quezada por Saul Steinberg, quien es uno de los grandes caricaturistas estadounidenses del siglo XX, afirma la escritora Silvia Molina en el ensayo
Abel Quezada, un clásico.
En este 90 aniversario del natalicio de este versátil personaje se tiene la oportunidad de conocerlo y recordarlo visitando la magna exposición montada en el Museo de la Ciudad de México, denominada
Códice AQ que se propone la revisión integral de la obra multidisciplinaria de Abel Quezada.
Allí pueden verse los dos paneles que Abel Quezada pintó para decorar la sala de juntas de la Torre Ejecutiva de Pemex, con motivo del 50 aniversario de la expropiación petrolera:
Petróleos mexicanos. Una historia en dos murales.
En estos murales Quezada describió la empresa petrolera como herencia revolucionaria, sostén del México moderno y promesa de un futuro luminoso.
Josefina Quezada, quien preside la Asociación Civil Abel Quezada, destacó en días pasados que gracias al aporte realizado por el investigador Alfonso Morales, que clasificó la obra física y digital, se logró dar “cuerpo y forma” al legado que Abel Quezada dejó en su trabajo de más de 50 años.
Por su parte, el curador Alfonso Morales apuntó que Códice AQ es un gran lienzo sobre la historia de México, una retrospectiva del trabajo realizado por el historietista, cartonista, ilustrador, cuentista y pintor mexicano a lo largo de su vida, a través de la combinación de textos e imágenes, que permiten tener un panorama de la sociedad mexicana y de la construcción del México moderno.
Destacó que por primera vez se exhibe el mural
Petróleos Mexicanos, Una historia en dos murales, resguardado desde 1990 en la Torre Ejecutiva de Pemex de Marina Nacional, así como una colección nunca antes reunida de historietas, cartones, óleos, acuarelas, fotografías, textos y cuadernos de viaje que muestran, en forma humorística y sentido crítico una mirada sobre nuestro pasado reciente.
La apuesta particular de esta muestra, expuso, es entrever los distintos oficios mediante los que Quezada dio cuenta de su tiempo histórico, su entorno político social, su espacio citadino y su personal itinerancia por “el mejor de los mundos imposibles”. Esa versatilidad intelectual, periodística y artística es la que nos permite integrarlo al horizonte de la cultura contemporánea.
Entre las obras inéditas que se pueden apreciar en el Museo de la Ciudad de México destacan los cuadernos de viaje donde se conocerá al verdadero y más puro Abel Quezada, pues son testimonio de la visión de tiempo y espacio de sucesos que plasmaba en sus cartones, apuntó el curador.
En un recorrido por la exposición, el visitante hallará un escrito de Quezada donde podrá palpar su mordacidad: “Los alegres cuarenta de la prosperidad nacional: los cadillacs, el ciros, el caviar, las rubias, el whisky, el champán. Para México, los años cuarenta fueron como una parranda larga y alegre…Todo lo malo que ahora ocurra es sólo la cruda”, escribió AQ en un cartón titulado “Lo bailado ni quien lo quite” (
Excélsior, 25 de enero de 1975).
Códice AQ permanecerá hasta el 3 de abril en el Museo de la Ciudad de México, Pino Suárez 30, Centro Histórico, con un horario de martes a domingo de 10:00 a 18:00 horas.