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Prepara Musacchio “la genealogía del periodismo cultural mexicano”

Miércoles 27 de octubre, 2010.
12:33 pm
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Artemisa MENDIZABAL/CONACULTA   Oaxaca. México. El nuestro es un oficio fascinante que nos permite condolernos por las mañanas de la miseria de un campesino y compartirla, y por las noches nos lleva a sentarnos a la mesa de un rey. No es una exageración, lo he vivido. Pero después de 20 o 30 años volteamos y no hemos construido nada; no tenemos nada: seguridad social, jubilación o un patrimonio. Salvo nuestra propia obra, porque el futuro de los periodistas es muy pobre.   Son palabras de Humberto Musacchio (Ciudad Obregón, Sonora) periodista y articulista de los principales diarios nacionales; editor de suplementos culturales, como Comala; investigador y autor de libros imprescindibles como el Diccionario Enciclopédico de México. Conaculta hace hoy un reconocimiento al periodista en el 67 aniversario de su nacimiento.     [caption id="attachment_78444" align="alignright" width="300" caption="El Conaculta lo reconoció en el 67 aniversario de su nacimiento."]El Conaculta lo reconoció en el 67 aniversario de su nacimiento.[/caption] Autor de los libros de crónicas Hojas del tiempo (1993) y Urbe fugitiva (2002); de una Historia gráfica del periodismo mexicano, de la Historia del periodismo cultural en México (Conaculta, 2007) y de Quién es quién en la política mexicana (2002). Hizo la selección y prólogo de la antología Alfonso Reyes y el periodismo (Conaculta,   Colección Periodismo Cultural), su libro más reciente libro es Granados Chapa. Un periodista en contexto (Editorial Temas de hoy). Actualmente colabora en Excélsior y las revistas Siempre! y emeequis, y conduce un programa en Radio Red.   En entrevista con Conaculta, Musacchio cuenta cómo se inició en la lectura y el periodismo; cómo llegó a ser subdirector de diarios y, después del terremoto de 1985, se convirtió en autor de libros, además adelanta su más reciente proyecto: “Estoy trabajando en una antología de 200 años del periodismo cultural mexicano, en seis tomos. En suma, estoy haciendo el árbol genealógico de quienes nos dedicamos a esta especialidad, con base en lo escrito, para encontrar nuestra identidad”.   “Voy a donar mi biblioteca y mi fonoteca a la Universidad de Sonora, esa es mi intención. Lo tengo ya testado, la semana próxima voy a firmar el convenio respectivo. Son aproximadamente 10 mil volúmenes, me interesa en especial preservar tres colecciones: historia del periodismo mexicano; arte mexicano y otra de diccionarios y enciclopedias sobre México, todo el material que ha servido a mis propios libros”, como los tres volúmenes de Milenios de México (1999).   –Empezaste ya grande a leer, como a los 16 años. –Vengo de una familia proletaria, soy huérfano, así que me crió una hermana costurera, casada con un obrero. Comencé a leer en la pequeña biblioteca de mis vecinos, ellos me incitaron a leer. Mi cuñado llevaba el periódico Ovaciones, eso leía y los libros de la escuela. Curiosamente, después colaboré en ese periódico durante siete años.   El periodista recuerda que “el poco dinero que ganaba, trabajando de mozo o de lo que se podía” se lo gastaba en las Librerías de Cristal, “que tenía libros a 10 pesos”.   –Te inscribes en la UNAM, y luego viene el movimiento del 68. –Siempre digo que amo a la Universidad Nacional porque hasta un joven tan proletario como yo podía ir a la universidad en aquellos tiempos, y esa era la puerta para una vida distinta. En 1968 me metí entusiasmado al movimiento estudiantil, yo era de la Escuela Nacional de Economía. Soy sobreviviente de la matanza de Tlatelolco, me tocó quedarme tirado en la explanada con todo y la balacera, allí estuvimos atrapados como 750 manifestantes.   “Después de la matanza del 2 de octubre, que acabó con las esperanzas y sueños de muchos, me vi sin casa, sin trabajo, sin dinero y un amigo, Manuel Blanco, que después fue editor de Cultura en El Nacional, me brindó refugio en su casa. Allí, por las noches, nos reuníamos varios amigos para hablar de política y literatura. Jesús  Luis Benítez, El Búnker, nos dijo: Por qué en lugar de platicar de libros no hacen unas reseñas, las ofrecen a los periódicos y se ganan unos pesos. Así comencé a escribir para un suplemento cultural en 1969”.   –Y como dice, de aí pal real, El Nacional, El Universal, unomásuno, La Jornada… –En El Universal dirigí una página de Cultura, yo la propuse al director que iba llegando al diario, me aceptó y me pagaba muy bien. Al inicio de los años setenta, me tocó cubrir Avándaro. Fuimos comisionados yo, el reportero Jorge Meléndez y el fotógrafo Hugo Galindo.   –Dicen que el concierto se salió de control. –Nada más falso. Nosotros estuvimos allí y no pasó nada, hicimos entrevistas con chavos y padres de familia, además vimos a casi todos los grupos, hasta la madrugada. Regresamos el domingo y vimos que todos los periódicos, sin distinción, decían que aquello había sido una orgía. Nosotros dijimos: ¿dónde, que nos la perdimos? Ponía el acento en los muertos, sólo hubo cuatro. Pero se reunieron 200 mil personas. La línea oficial era satanizar a los jóvenes, pues tres meses antes había ocurrido la matanza del 10 de junio, orquestada por Luis Echeverría.   –¿Qué hicieron? –Yo quería dar nuestra versión y demostrar que los jóvenes nos podíamos divertir pacíficamente. Entregamos nuestros textos y fotos el lunes, con la idea de que salieran publicados el martes, pero no salió nada. Bueno, dije, mañana, sale, y nada. Me fui a buscar al subdirector del periódico, Ariel Ramos, en la cantina La Mundial y le pedí una explicación. Sólo me dijo: “¿Qué no te das cuenta?” Eso demuestra el control que había de la prensa en aquellos años.   –¿Cómo se forma un periodista de altos vuelos? –Casi no fui reportero de nota diaria, más bien articulista y funcionario de los periódicos. En La Jornada fui subdirector de producción, los otros subdirectores eran Carmen Lira, Miguel Ángel Granados Chapa y Héctor Aguilar Camín. Yo llegué a los libros después de que salí de La Jornada, entonces se vino el temblor de 1985 y Andrés León, que era director de Océano, me dijo: “¿Por qué no te haces un libro del temblor?, sólo que lo necesito en 15 días”.  Así publiqué Ciudad quebrada. Después esta misma persona me pidió un Diccionario Enciclopédico de México, me dio seis meses para terminarlo, cosa que era absurda. Me costó cuatro años de trabajo, y Andrés León me sostuvo con adelantos a cuenta de regalías. La primera edición del Diccionario… fue de 10 mil ejemplares y se agotó en tres meses.   –Ahora emprendes la Antología de 200 años de periodismo cultural mexicano. –Conaculta ya editó la Historia del periodismo cultural en México, que más bien es un recorrido visual por los principales impresos culturales en México. Ahora será una antología de textos e imágenes, desde 1810 a la fecha, en seis volúmenes. Va a ser, cuando aparezca, una especie de “quién es quién” del periodismo cultural mexicano. Desde la primera publicación cultural que fue El Iris, de 1826, de Claudio Linatti y José María Heredia.   –Para finalizar, también tienes planeado algún día, publicar “las historias negras” del periodismo mexicano, ¿para cuándo? –Es un libro que tengo en preparación desde hace varios años, cosa de sentarme y redondearlo. Son esas historias vergonzosas de las que nadie habla, algunas cosas ya las he publicado. En la revista Kiosco, publiqué “La manifestación olvidada”, que fue una protesta de periodistas en 1938, pero hay muchas más, como asesinatos para apoderarse de algunos medios de comunicación, etcétera.

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26/12/2010 | 03:04 pm | lilia
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