Revelan los secretos de diván de Marilyn Monroe

    Fernanda MUSLERA/ABC.com Oaxaca, México.- Es  en Santa Mónica, California,  a principios de los sesenta, cuatro de la tarde. Una limusina negra se estaciona y de ella baja Marilyn Monroe. Todos los días, durante dos años, la mujer más bella de todos los tiempos se daba cita en la misteriosa morada.   Pero aquellas cuatro paredes no escondían sus “líos de faldas” con los Kennedy, ni eran el refugio de sus cenizas de amor con Arthur Miller o Joe Di Magio sino la casa de su psicoanalista, Ralph Greenson.   Hoy, cuarenta y siete años después de la muerte de la diva, el periódico británico “The Daily Telegraph” revela la compleja y obsesiva relación que unía a la actriz con su terapeuta.   [caption id="attachment_61710" align="alignright" width="300" caption="La belleza eterna de Marilyn Monroe"][/caption] Fue en 1960 cuando Norma Jeane Mortenson comenzó a tratarse con este reconocido psicoanalista, alentada por el Actor´s Studio de Lee Strasberg, lugar donde estudiaba y que animaba a sus alumnos a recurrir a este tipo de tratamiento.   Pero, en el caso de Marilyn, la necesidad terapéutica iba más allá de su desarrollo artístico: había crecido sin saber quién era su padre, su madre sufría de esquizofrenia paranoica, su relación con Miller iba de mal en peor y el insomnio crónico y la depresión eran cada vez más acentuados. El diagnóstico de Greenson fue tajante: “personalidad bipolar, paranoide y adictiva”.   Treinta y un años después de la muerte del que fuera conocido como “el analista de las estrellas” (sus pacientes iban desde Frank Sinatra, Tony Curtis, Peter Lorre, Vincente Minnelli a Vivien Leigh), sus herederos han puesto a subasta el sofá terapéutico en el que la actriz confesó sus secretos, junto con varios otros recuerdos de Monroe, como una blusa rosa, una copa grabada de champán, una jarra de martini, un guión con anotaciones, un espejo, un camisón y un programa de su funeral.     Greenson describía a la actriz como “una huérfana perpetua” y decía sentir lástima por ella. Hasta el punto que llegó a creer que el psicoanálisis tradicional no funcionaría en su caso y comenzó a experimentar con un nuevo y poco ortodoxo método, que incluía en convertirla casi en una integrante más de su familia.     Varios de los biógrafos de la “ambición rubia” han implicado al psicoanalista en la muerte de Marilyn, caracterizándolo como un monstruo del control que ejercitó una influencia siniestra sobre la actriz. Hasta un escritor lo ha acusado de ser un agente del Comintern que utilizaba a Monroe para espiar a los hermanos Kennedy.   Lo cierto es que los hijos del terapeuta, Daniel y Joan Greenson, que se mantuvieron al margen de este tema durante más de cuatro décadas, han decidido hablar con “The Daily Telegraph” motivados por la próxima subasta.   Daniel Greenson, explicó: “Mi padre sentía que si su terapia no funcionaba, él no podría hospitalizarla”. Por eso, decidió introducirla en un ambiente familiar para poder compensar la problemática niñez de la actriz, marcada por los orfanatos y las casas de acogida de menores.   Los Greeson pasaban mucho tiempo con Marilyn, llegando a compartir con la diva y su ex esposo, Joe Di Magio, la cena de Navidad de 1961. “Me dio confianza en mí misma y me enseñó a bailar”, señaló Joan Greenson. Daniel, por su parte, contó que la estrella se sentía abandona y fea y que creía que la gente sólo se le acercaba para obtener algo a cambio. “Dijo que vivir ya no valía la pena”.   El psicoanalista Ralph Greenson fue uno de los últimos en ver con vida a Marilyn. La visitó en su casa a las cuatro y media y la encontró drogada y deprimida. A las nueve, la actriz llamó a un amigo y se despidió de él y de John F. Kennedy. A las tres de la madrugada, la mujer más sexy de la historia del cine fue hallada muerta, con la luz encendida y el teléfono asido por su mano inerte, aquella que intentaba, sin éxito, dar con la persona que la salvara de su abandono.