Ciudadania Express
Domingo 13 de junio, 2010. 01:50 pm

Carlos Chávez vigente con su legado musical a México

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  Heriberto BLANCARTE L./Conaculta   Oaxaca, México.-El músico y compositor Carlos Chávez (1899-1978) fue uno de los hombres más destacados de la cultura mexicana en el siglo pasado. Formado como pianista, llegó a ser uno de los compositores más significativos del siglo XX; además tuvo un papel fundamental en la consolidación del movimiento musical del Nacionalismo desde diversos frentes: como director de la Orquesta Sinfónica de México (germen de la Orquesta Sinfónica Nacional), director del Conservatorio Nacional y director fundador del Instituto Nacional de Bellas Artes.      [caption id="attachment_59033" align="alignleft" width="182" caption="El jóven Carlos Chávez en 1937"]El jóven Carlos Chávez en 1937[/caption] Conaculta rinde homenaje al compositor, de quien este 13 de junio se celebra el 111 aniversario de su natalicio, que legó a México más de 200 composiciones y contribuyó a formar dos generaciones de compositores: el llamado Grupo de los Cuatro (Blas Galindo, José Pablo Moncayo, Salvador Contreras y Daniel Ayala) y, en los años sesenta, la Generación del Taller (Héctor Quintanar, Mario Lavista, Eduardo Mata, Humberto Hernández Medrano y Francisco Núñez Montes).      En la segunda década del siglo XX, Chávez fue un personaje clave en el desarrollo del nacionalismo mexicano en la música, que corrió a la par de esfuerzos similares en educación y otras artes, como el muralismo impulsado por Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros.      Años más tarde, como funcionario público buscó consolidar el desarrollo de los músicos y artistas en general, al frente del Conservatorio Nacional de Música (1928-1933), del Departamento de Bellas Artes de la SEP (1933-1934) y, más tarde, como impulsor y director del Instituto Nacional de Bellas Artes (1947-1952). También apoyó la creación de la Orquesta Sinfónica Nacional, el Departamento de Danza (1950) y la Ópera de Bellas Artes (1948).        Talento nato        Carlos Antonio de Padua Chávez y Ramírez nació en el pueblo de Popotla, en las inmediaciones de la ciudad de México. Huérfano de padre a los tres años, fue criado por su madre, directora de la Escuela Normal de Jóvenes Mujeres de Popotla. Comenzó sus estudios de piano a los nueve años, con Asunción Parra y fue alumno de Manuel M. Ponce, pero también de Pedro Luis Ogazón, el hombre a quien después atribuiría su formación musical.        Precoz por naturaleza, a los 17 años formó junto con un grupo de amigos un impreso cultural (Gladios) donde dio a conocer sus ideas musicales y políticas (años después colaboraría en El Universal). Autodidacta en el terreno de la composición, antes de cumplir 20  años, Chávez ya había compuesto un buen número de obras para piano, de cámara y una sinfonía. En 1920, la firma Wagner y Levien publicó sus primeras composiciones para piano.        En 1921, por encargo de José Vasconcelos, secretario de Educación del gobierno de Álvaro Obregón, compuso el ballet azteca El Fuego Nuevo, basado en la leyenda prehispánica. Con esta obra se inicia formal y simbólicamente el nacionalismo musical mexicano, de la misma manera que Diego Rivera intenta sintetizar en los muros la ruptura con las formas del pasado y el surgimiento de una identidad nacional. Dicha música para ballet fue rechazada por Julián Carrillo y sólo fue estrenada por el propio Chávez en 1928, al frente de la Orquesta Sinfónica de México (OSM).        [caption id="attachment_59034" align="alignleft" width="260" caption="Chávez acompañado de sus hijos, Agustín, Ana y Juanita en 1936"]Chávez acompañado de sus hijos, Agustín, Ana y Juanita en 1936[/caption] Con la OSM, Chávez cumplirá 21 temporadas (más de 20 años), dirigiendo 267 conciertos y estrenando piezas de músicos contemporáneos de todo el orbe y también 83 composiciones de músicos mexicanos. Además mantuvo una gira por el interior de la República y buscó dar funciones populares, para trabajadores y obreros.      Abolir las fronteras        Para Chávez se hizo necesario salir de México para expandir sus horizontes y dar a conocer su trabajo como autor. En 1922 se casó con Otilia Ortiz, otra aventajada discípula de Ogazón, y juntos viajaron a Europa, donde dio varios recitales y trabó amistad con Paul Dukas, que le recomendó rescatar la tradición musical de México, de la misma manera que ya lo habían hecho Manuel de Falla, Bártok y Kodaly, con el folclor de España y Hungría, respectivamente.        De regreso en México, dio conciertos incluyendo a compositores como Bártok, Honegger, Milhaud, Poulenc, Satie, Schoenberg, Stravinski, Varèse y de su propia autoría. En 1926, viajó a Nueva York, en compañía del pintor Rufino Tamayo. Pronto conoció a Aaron Copland y Edgard Varèse, y se afiliaría a su asociación de compositores. Pudo tocar su obra y recibió buenos comentarios de la crítica.        En 1928, nuevamente en México, fue invitado a reorganizar y dirigir la orquesta del Sindicato de Filarmónicos que, organizada como cooperativa, cambió su nombre al año siguiente por el de Orquesta Sinfónica de México. Dicha agrupación buscó, como las grandes orquestas de otros países, ser una institución autónoma y vivir sí con el apoyo estatal, pero también de la taquilla y los donativos de patronos privados. A la par fue designado director del Conservatorio Nacional.      Legado musical        Carlos Chávez dejó un catálogo conformado por más de 200 composiciones, de entre las que se pueden destacar, en el terreno del nacionalismo, el ballet H.P. Sinfonía de baile (llamada también “Caballos de vapor”, 1926-1932); la Sinfonía No. 2, India (1935-36) y Xochipili Macuilxoxhitl: Una música azteca imaginaria (1940), una pieza que le fue encargada para la exhibición de arte mexicano en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.        [caption id="attachment_59035" align="alignright" width="300" caption="Un gran legado para la música en México"]Un gran legado para la música en México[/caption] En algunas obras, Chávez buscó retratar los problemas sociales de México, a esta veta pertenecen Llamadas: sinfonía proletaria (1934), su obra de aliento revolucionario, o Chapultepec (Obertura republicana) (1935), donde agrupa tres piezas mexicanas: La Marcha de Zacatecas, el vals Club Verde y la Adelita. También se interesó por la música abstracta, la cual se halla en composiciones tempranas como Polígonos (para piano, 1923), Tres hexágonos (para voz y piano, 1924), 36 (para piano, 1925), Energía (para nueve instrumentos, 1925), Soli I (1933) y Espiral (para piano y violín, 1934), y en su periodo de madurez con piezas como los Preludios (para piano, 1937) y el Concierto para piano y orquesta (1938-1940), entre otras.        Se observa luego un viraje hacia las formas clásicas en el Concierto para violín (1948-1950) y las Sinfonía No. 3 (1951) y Sinfonía No. 6 (1961). En Invención (1958), para piano, abandona el principio repetitivo e inaugura lo que llamó la “no repetición”, que comprende la melodía, la armonía, el ritmo y el timbre. Esto le permitió ejercer la libertad manifiesta en Resonancias (1964), Elatio (1967), Discovery (1969) e Initium (1971).        Promotor cultural        El crítico José Antonio Alcaraz consideró que si bien Chávez fue el creador del movimiento nacionalista no dejó escuela; aunque sí impulsó el talento de jóvenes músicos que no necesariamente comulgaban con sus ideas estéticas. “Había que enseñar la música no como teoría, sino en la práctica; soy un renacentista y creo más en el taller que en la escuela”, opinaba el creador de Sinfonía India.        En 1943, el compositor fue uno de los quince miembros fundadores del Colegio Nacional (donde estaban Alfonso Reyes, Antonio Caso, Diego Rivera y José Vasconcelos). En 1946 fundó Nuestra Música, sociedad promotora de conciertos, de la cual surgieron una revista y la casa Ediciones Mexicanas de Música. Asimismo redactó el proyecto de creación de Bellas Artes, que dejó en 1952.        Entre 1951 y 1961 compuso sus sinfonías 3, 4, 5 y 6, ésta última por encargo del Lincoln Center de Nueva York. En 1958 desempeñó la cátedra de poética en la Universidad de Harvard, impartida anteriormente por Stravinski, Hindemith y Copland. A principios de los años sesenta, impartió el famoso Taller de composición del Conservatorio Nacional.        En sus últimos años, radicó en Nueva York. Ya muy enfermo, dirigió el estreno de su Concierto para trombón, el 8 de mayo de 1978, en el Kennedy Center de Washington, D.C. Falleció en la ciudad de México, el 2 de agosto de 1978.        Líder excepcional        Por estos días Conaculta editó el libro Trece panoramas en torno a Carlos Chávez (Dirección de Publicaciones, 2010), de Robert Parker, profesor emérito de la Escuela de Música de la Universidad de Miami y una de las personas que más ha investigado al músico mexicano y difundido su obra en el extranjero.        En uno de los ensayos del texto citado, Parker muestra cómo Carlos Chávez logró consolidar alianzas con algunos de los artistas más importantes de la vanguardia artística mexicana como Diego Rivera, Miguel Covarrubias y José Vasconcelos; pero también en el extranjero, con Leopold Stokowski, Aaron Copland, Martha Graham y Clare Boothe Luce.        Chávez “fue un líder excepcional en la vida cultural de México. Como compositor influyó en muchos músicos jóvenes, como Eduardo Mata y Mario Lavista, y como director trabajó muy de cerca con las orquestas. Viajaba mucho por todo el mundo, especialmente por Estados Unidos y Europa, haciendo conciertos en universidades. Estableció relaciones muy estrechas con Copland, Stravinksy, Stokowsky y todos los grandes compositores y directores de orquesta de esa época”, declaró Parker en entrevista con Xavier Quirarte, de Milenio.        Parker dividió su libro en cuatro secciones: “Visiones amplias”, en donde explora el trabajo musical del compositor en combinación con otras ramas del arte; “Artistas emergentes”, la segunda sección, nos habla del contacto de Chávez con artistas de su época; “Proyectos excepcionales” menciona obras sobresalientes de Chávez y finalmente cierra con la sección “Últimas creaciones”, en que se refiere a obras en las que Chávez dejó una profunda huella.
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