Carolina QUEZADA
Oaxaca, México.- Despojados de toda sensibilidad y compasión por los seres humanos que sufren un padecimiento y deben permanecer hospitalizados, los integrantes de la Dirección de Servicio Social del Hospital Civil, coludidos con los elementos de empresas privadas que vigilan los accesos al centro hospitalario, impiden en forma altanera y grosera el acceso a los familiares que tienen necesidad de acompañar en su lecho a los enfermos.
[caption id="attachment_67863" align="alignleft" width="300" caption="Elementos de empresas privadas contratados por los SSO humillan a familias de pacientes"]
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Los guardias sin criterio, preparación, solamente amparados por la supuesta autoridad que dicen representar pero que no tienen porque no pertenecen a ninguno de los cuerpos policíacos, estatal o municipal, sino solo son empleados de compañías privadas, no entienden, ni escuchan las razones que esgrimen los familias que tienen a sus parientes internados.
La situación se agrava porque el hospital Aurelio Valdivieso, esta saturado de enfermos. Tanto en la consulta externa como en el área de hospital, cientos de personas esperan turno para recibir atención.
En el área del hospital, el personal médico y de enfermería, por tantos pacientes, no se dan abasto para atender de manera permanente y personalizada a los enfermos.
Por ello, se otorgan, cuando el caso lo amerita, pases permanentes para que los propios familiares estén pendientes de sus enfermos, los auxilien en diferentes problemas que presentan y que como parientes pueden atender, de tal modo que un enfermo grave, no quede descuidado por la falta de atención, que se explica por la cantidad de pacientes hospitalizados.
Todo ello, no conmueve o interesa a los “guardias” que portan un uniforme chafa, pero que se comportan como si fueran comandantes o generales de división.
La situación ocurre día y noche, y las áreas de trabajo social y derechos humanos del hospital Aurelio Valdivieso, con las que cuenta el centro, actúan indiferentes al dolor, la angustia y tristeza de enfermos y familiares, la mayoría que vienen del interior del estado y que viajan a la capital, con la ilusión de poder acompañar y atender a sus enfermos.
Confiados en la impunidad con la actúan, tantos los elementos de seguridad como los responsables de trabajo social, cuando alguien les pregunta su nombre, para saber por lo menos con quien están tratando, se burlan y se niegan a proporcionar sus datos: “si quiere saber cómo me llamo, pregunten en la dirección de servicios social”, replican, como única respuesta.