UAM/Investigación
Oaxaca, México.- Los desarrollos biotecnológicos en producción agrícola y energética producen desequilibrios alimentarios y deterioro ecológico alrededor del mundo, aseguraron investigadores de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) en el seminario de actualización Biotecnología y Bioseguridad: Mitos y realidades en el medio rural del siglo XXI.
[caption id="attachment_56262" align="alignleft" width="300" caption="El uso de la botecnolia en el campo y el sector energetico un riesgo para la seguridad alimentaria"]
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En la actividad organizada por la Asociación Mexicana de Estudios Rurales A.C. y coordinada por la doctora Yolanda Massieu Trigo, investigadora del Departamento de Relaciones Sociales de la Unidad Xochimilco, se afirmó que es imperioso el estudio de la Biotecnología desde la investigación interdisciplinaria, tanto para avanzar en el conocimiento del fenómeno como para instrumentar políticas de regulación y acciones sociales diversas de protección al ambiente.
A partir del descubrimiento de la cadena de ADN, la investigación científica ha accedido al diseño en laboratorio de nuevos seres vivos, lo que llevó a la aparición de los primeros organismos genéticamente modificados. Desde entonces se han sucedido nuevos avances con aplicaciones en medicina, industria petroquímica, restauración ambiental, agricultura y más recientemente la energía.
De estas innovaciones la aplicación en la agricultura ha causado una importante impacto, pues liberar la siembra de las nuevas plantas transgénicas al medio ambiente implica riesgos a la salud y a la biodiversidad, sobre todo en los centros de origen y diversidad de cultivos importantes.
Lo anterior sucede en un contexto en el que las políticas neoliberales tomaron auge a partir de los años 80 del siglo pasado, de manera que la nueva tecnología agrícola ha comenzado a expandirse en medio de la privatización, en donde es notoria la ausencia de un Estado que regule las prácticas de las empresas en pro del interés público.
La doctora Arcelia González Merino, investigadora del Departamento de Sociología de la Unidad Azcapotzalco, hizo énfasis en el uso de la Biotecnología para la obtención de biocombustibles y advirtió que Estados Unidos está produciendo bioetanol proveniente del maíz, aun sabiendo que este cultivo no es eficiente energéticamente, ya que utiliza más energía de la que se produce.
Es preocupante por ello que ese país insista con el maíz; las estadísticas indican que más del 30 por ciento de la cosecha de ese grano era usado para producir etanol en 2009 y 2010, proporción que se mantendrá en los próximos años.
En México, el impacto de esta tendencia se ha expresado en el incremento del precio de algunos alimentos como la tortilla, puntualizó.
Brasil cuenta con un modelo de más de 30 años en capacitación tecnológica, mano de obra calificada y gran extensión de tierra cultivable para la producción de bioetanol, entendido como uno de los más eficientes y limpios, ya que más de 45 por ciento de la energía consumida en ese país proviene de fuentes renovables, declaró González Merino.
La infraestructura brasileña para la producción de biocombustibles fue desarrollada como vía para abatir la excesiva importación de petróleo durante los años 70 del siglo pasado. Más allá de su carácter eficiente está pendiente la evaluación de los impactos sociales, debate que debiera comenzar por analizar las condiciones en que se encuentran los trabajadores brasileños.
La doctora Yolanda Castañeda Zavala, también adscrita al Departamento de Sociología de la Unidad Azcapotzalco, resaltó que México carece de una política energética que lo dirija a terminar con su dependencia de los hidrocarburos, además de haber incursionado tarde en la producción de bioenergéticos.
El país cuenta con una Ley de Promoción y Desarrollo de Bioenergéticos desde 2007, en la que se plantea que su incursión en este campo beneficiará la generación de empleos, el desarrollo de la economía nacional, la seguridad energética y la conservación de recursos petrolíferos, por eso están en marcha proyectos para instalar plantas de etanol en Sinaloa, Chiapas, Jalisco, Michoacán, Tamaulipas, Morelos y Monterrey.
La investigadora advirtió que, la promoción de producción de bioenergéticos a partir de las actividades agropecuarias y forestales debe efectuarse sin arriesgar la soberanía alimentaria, sin embargo, dicha ley no tiene establecidos ni los mecanismos de garantía para la seguridad alimentaria ni tampoco quedan claros los casos específicos en que el maíz podría utilizarse para la producción de bioetanol.